Asuntos sociales
Ser o no ser infiel
La infidelidad en las relaciones es tan antigua como la pareja. Además, es un fenómeno global. Ninguna nacionalidad, raza o religión es inmune. Así es la condición humana, la de algunos, claro, los menos.
La infidelidad en las relaciones es tan antigua como la pareja. Además, es un fenómeno global. Ninguna nacionalidad, raza o religión es inmune. Así es la condición humana, la de algunos, claro, los menos.
Los españoles no somos distintos a los tailandeses, daneses, italianos o alemanes, que son los nacionales que encabezan la clasificación de los más infieles del planeta. Nos movemos en parámetros similares en esto de la cana al aire o lo que toda la vida se convino en llamar adulterio, palabra, si se quiere, gruesa, pero es la que toca. Cuatro de cada diez de las personas que nos rodean a diario, hombres y mujeres, ha mantenido o mantiene una relación oculta a su pareja oficial. Ese 39% de compatriotas puede parecer mucho, o no, pero nos mantiene entre los diez países más convulsos y entretenidos en este ámbito del bala perdida. Tampoco es que la cuestión sea para colgarse medallas, pero es una condición de la vida cotidiana en nuestra sociedad inherente a las relaciones personales. Cualquiera en este mundo frenético, pero sesudo, preso de las redes sociales, y de los mil y un analistas y expertos, también de las webs especializadas en estos quehaceres, parece en condiciones de describir el perfil del amancebado de turno, y de las razones que se aportan para racionalizar la farsa o esas vidas paralelas tan complicadas de salvar. Pero lo cierto es que cada uno se define por sus actos y motivos.
Y en esto los hay infieles por afición, compulsión, inquina, revancha, despecho, hastío, trastorno, oportunidad y porque sí. En determinados ámbitos, también, y en esto fue o va por épocas, el «donjuanismo» no fue precisamente objeto de reproche al sujeto, sino más bien todo lo contrario. Ahí también jugaba a su favor el condicionante de la envidia sana o insana del entorno del seductor o seductora. Pero, la convención generalmente compartida por una razón moral elemental es que la sinceridad y la honestidad en la pareja no casan con ser un campeón disoluto. Los calaveras tienen su sitio en la sociedad, existieron, existen y existirán, pero tal vez deberían evitar el compromiso y centrarse. Pese a todo, un respiro. En Finlandia, uno de cada cinco hombres admite haber tenido relaciones extraoficiales con al menos diez amantes.
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