Investigación Médica
Superheces: no tire de la cadena
El material fecal del donante perfecto podría usarse para tratar patologías no digestivas, como el asma o la diabetes. Los investigadores buscan sus peculiaridades físicas y químicas.
El material fecal del donante perfecto podría usarse para tratar patologías no digestivas, como el asma o la diabetes. Los investigadores buscan sus peculiaridades físicas y químicas.
Puede ser uno de los temas más escabrosos de la divulgación científica moderna. Desde hace una década, los medios científicos han recogido numerosas informaciones sobre el trasplante de heces humanas. La transferencia de material fecal del aparato digestivo de un individuo sano se ha convertido en estrategia de éxito para el tratamiento de algunas enfermedades cuya curación era antes muy complicada, entre ellas algunas infecciones diarreicas graves.
La biota intestinal, rica en bacterias y otros microorganismos, puede ser transmitida de un paciente a otro. Una persona sana puede donar millones de bacterias de su aparato digestivo a una persona enferma con déficits de ese capital bacteriano. El resultado es una capacidad de recuperación en infecciones o en desórdenes inflamatorios.
Pero el rango de actuación de esta tecnología no deja de crecer. Nuevos estudios apuntan que el trasplante de heces podría ser útil para combatir enfermedades no necesariamente digestivas como la diabetes, el Alzhéimer y algunos tipos de cáncer. De hecho, se empieza a descubrir que algunas personas son menores donantes de material fecal que otras: hay superdonantes cuyas bacterias son más valiosas a la hora del trasplante. Esa es la conclusión a la que se llega en la nueva revisión de ensayos publicada ayer por la revista «Frontiers in Cellular and Infection Microbiology» y que ha causado todo un terremoto entre los expertos en tan espectacular técnica.
En la práctica médica y en los laboratorios de investigación, a menudo se encuentra que las heces de un donante son más aptas para provocar mejoras efectivas que otras. Desde hace tiempo, esos donantes especialmente eficaces han llamado la atención de la ciencia. Pero más recientemente, la atención ha crecido de manera considerable. La razón es que nuevos estudios demuestran la influencia de la biota intestinal en el desarrollo de cada vez más patologías. Las bacterias del aparato digestivo se encuentran relacionadas de alguna u otra manera con males como la esclerosis múltiple, el asma, alergias, enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades neurodegenerativas y diabetes. Evidentemente, cuanto más se sabe sobre la conexión entre la microbiota intestinal y el resto del cuerpo, más valiosos se vuelven los donantes agraciados por la naturaleza.
Una de las tendencias más sorprendentes en los estudios sobre esta práctica es la disparidad de resultados. La tasa de curación media de la diarrea infecciosa recurrente mediante trasplante de heces es de un 90%. En casos de enfermedades inflamatorias del colon y de diabetes tipo 2 la mejoría no pasa del 20% de los casos. Pero en todas las enfermedades se aprecia el mismo patrón: algunos donantes están muy por encima de la media en eficacia curativa: sus heces estimulan mejor la capacidad de recuperación del cuerpo del paciente receptor. Es más, en algunos casos, esos superdonantes ofrecen tasas de curación que duplican las convencionales.
Hoy por hoy no se sabe muy bien por qué. Las investigaciones se centran ahora en identificar las peculiaridades físicas y químicas que convierten a estas personas en portadoras de superheces. De momento, existen algunas pistas: presentan una mayor diversidad de especies microbiológicas. De hecho, a la hora de seleccionar donantes, un marcador de eficacia podría ser el análisis del microbioma en busca no solo de grandes cantidades de bacterias y hongos, sino de una gran diversidad. Pero, además, se han encontrado algunas especies de microorganismos que son especialmente deseables. Son bacterias que provocan reacciones químicas de las que carece el enfermo. En el caso del colon irritable, por ejemplo, son muy útiles las bacterias que provocan la síntesis natural del ácido butírico, una sustancia que interviene en la formación de la mucosa gástrica y que protege contra el desarrollo de ciertas patologías.
Si se demuestra que unas heces son más valiosas que otras, el futuro del trasplante de materia fecal podría ser muy prometedor. Se podría, por ejemplo, realizar análisis de donante para seleccionar a qué tipo de receptor va encaminada su biota. O, quizás, realizar soluciones mediante la mezcla de diferentes tipos de heces que tengan propiedades para varias patologías, tal como ocurre con la fabricación de medicamentos probióticos.
Aunque las cosas no van a ser tan sencillas. Otro de los descubrimientos es que las interacciones entre las bacterias también repercuten en la calidad del material. No se trata solo de tener muchas y diversas, o de contar con algunas de las bacterias clave. También es importante conocer la miríada de conexiones que los microrganismos mantienen entre sí. En algunos casos, las bacterias portan virus que podrían poner en peligro la operación. Quizás por eso la curación en ciertas enfermedades no llega al 100%.
En definitiva, desde ahora se abre una nueva y apasionante era en la terapia mediante trasplante fecal, una técnica de la que hace apenas unos años, ni siquiera nos habríamos atrevido a hablar.
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