España
Satélites en el espacio para salvar a los quebrantahuesos
El quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) es una de las aves carroñeras más amenazadas de nuestro país, y está catalogada por la Directiva de Aves de la UE y como especie en peligro de extinción en España. Sus poblaciones sufrieron un fuerte declive en el siglo pasado.
“Desde finales de los años ochenta hasta la actualidad, la población se ha recuperado de forma notable. A modo de ejemplo, en Aragón se ha pasado de 39 unidades reproductoras en el año 1994 a 86 unidades reproductoras en 2014”, explica a Sinc Pascual López, coautor de un estudio que publica la revista Ardeola, en el que se utiliza una novedosa técnica de seguimiento de estas aves: el control por satélite.
Hace décadas que se desarrollan diferentes trabajos de investigación encaminados a averiguar cuál es el tamaño de las áreas de campeo de la especie mediante el empleo de diferentes técnicas.
“Dichas metodologías han consistido fundamentalmente en el marcaje de individuos mediante marcas alares que permiten la lectura a distancia y el reconocimiento individual de los ejemplares. Además, hasta la fecha la mayor parte de estudios en nuestro país se habían llevado a cabo gracias al empleo de técnicas de seguimiento mediante señales de radio, que son recogidas en el campo por una antena receptora y que permiten establecer la posición del individuo por triangulación o radio-tracking”, añade López.
Estos estudios habían determinado que los quebrantahuesos se mueven en amplias extensiones del territorio aunque, hasta la fecha, no se conocía con exactitud cuál es el tamaño real que podían llegar a alcanzar estos movimientos ni las áreas geográficas por las que los ejemplares se movían.
Aves que no se mueven de los Pirineos
Para responder a estas cuestiones se inició en 1999, desde la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, un proyecto de seguimiento de ejemplares con técnicas vía satélite que finalizó en 2006. “Se capturaron y marcaron nueve ejemplares de distintas edades para poder establecer la relación que había entre los puntos de alimentación suplementaria –los tradicionalmente conocidos muladares y los comederos específicos establecidos a lo largo del Pirineo– y los movimientos de estas aves”, apunta el investigador.
Gracias a este trabajo se ha podido estudiar con un nivel de precisión sin precedentes el tamaño de las áreas de campeo de la especie en nuestro país. Los resultados muestran cómo los quebrantahuesos seguidos por telemetría satelital (no reproductores) no abandonan la cordillera Pirenaica durante todo el período de seguimiento. Las zonas que abarca el área de campeo de estas aves es de 11.700 km2 en promedio, con notables diferencias entre individuos (desde apenas 1.800 km2, hasta casi 23.000 km2 los que más recorren).
“Dichas áreas fueron inferiores a lo descrito previamente en otros estudios publicados sobre la especie en Sudáfrica y ligeramente superiores a lo descrito en los Pirineos y los Alpes con técnicas convencionales, que no permitían determinar con tanta precisión el tamaño de las áreas en las que se mueven”, asegura López.
La importancia de los comederos
Uno de los resultados más interesantes del trabajo es que todos los ejemplares marcados incluyeron puntos de alimentación suplementaria –comederos específicos y muladares– en sus áreas de acción.
Según el experto, este hecho “tiene especial relevancia desde el punto de vista de la conservación ya que demuestra, una vez más, que el solapamiento entre las áreas de campeo y las fuentes de alimento predecible –como los comederos–, son fundamentales para aumentar la supervivencia y por tanto disminuir el riesgo de mortalidad de la especie en nuestro país. Esto es especialmente importante para los juveniles sin experiencia y los individuos que pertenecen a la fracción no reproductora de la especie”.
El estudio muestra que la telemetría satelital es la mejor técnica disponible para poder comprender la ecología espacial y el comportamiento de las aves carroñeras, principalmente los buitres.
“Es un tipo de trabajo clave para la conservación de este grupo de especies, que estuvieron amenazadas en nuestro país por la falta de alimento debido a las políticas de cierre de comederos propuestas por la Unión Europea, a raíz de la aparición de la encefalopatía espongiforme bovina, también llamada ‘mal de las vacas locas’, en el año 2000”, concluye López.
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