Familia
«Temo que mi mujer me impida ver a mi hija de nuevo»
No ve a su hija desde julio de 2014. La vio media hora en una sala de la Justicia nipona. Y con condiciones. Antonio Blanco no podía hablar con ella si su pequeña Isabel (ahora la llaman Shiori), no le hablaba primero, no podía darle dos besos o un abrazo, tampoco llevarle ningún regalo y con la prohibición expresa de hablarle en español. Y eso a pesar de que la niña es madrileña y que fue la madre, Keiko Yamaguchi, quien la secuestró para llevársela a Japón. El rapto tuvo lugar el 24 de agosto de 2009. Su padre tiene esa fecha grabada a fuego. Este profesor del Conservatorio de Música de Salamanca lleva más de seis años luchando por algo tan natural como querer ver y pasar tiempo con su propia hija. Este mes la Justicia nipona le ha dado un duro revés: Antonio Blanco sólo podrá ver a su pequeña entre ocho y 10 horas no a la semana o al mes, sino al año. En concreto, si va en verano y Navidad son 10 horas y si va en Semana Santa y Verano sólo ocho en total. Su mayor temor, que su ex mujer incumpla la decisión judicial que desampara a este progenitor. «Tengo muchas ganas de ver a mi hija este verano, pero sé que la madre va a incumplir el acuerdo. Ya lo hizo en 2011 con el régimen de visitas», explicó Blanco a este periódico. Entonces, la Justicia nipona le permitió un régimen de visitas que iba gradualmente aumentando los tiempos para estar con su pequeña. Así, para 2012 iba a poder ver a su hija cuatro horas a la semana, al año siguiente ocho... nunca se cumplió el acuerdo, tal y como aseguró Blanco. Y cuando este año iba a conseguir poder pasar un fin de semana con su hija y a falta de un año de podérsela traer un mes a España, la Justicia nipona le da este duro revés. Por ello, Blanco tiene una cosa segura: «Recurriré la sentencia. Soy su padre, no puede ser que sólo pueda verla entre ocho y diez horas al año».
Antonio no entiende que «la justicia española no mueva ni un pelo» para devolverle a su hija cuando es española y fue raptada por su madre; máxime cuando ya en España la Audiencia Provincial de Madrid decidió darle la guarda y custodia de su pequeña en el momento en el que la madre decidiese (como así hizo) irse a Japón. Antonio y Keiko se divorciaron cuando Isabel tenía un año y medio. Tras pasar meses y meses en los tribunales, la madre decidió llevarse a su hija a Japón. Isabel tenía menos de tres años. Hoy tiene ocho. Aunque en comparación con otras madres y padres víctimas de un secuestro parental uno podría pensar a priori que Blanco ha tenido algo de «suerte» (si es que se puede utilizar este término)al haber al menos logrado averiguar dónde está su hija, lo cierto es que tras tantos años su hija, por mucho que un día estuviera muy pegada a él, poco se puede acordar ahora de él. Un derecho el de ver a un hijo o que un hijo pueda ver a su padre o madre que debería estar muy por encima de los intereses de una de las partes, siempre y cuando no haya delitos de gravedad por medio. Y para mayor surrealismo, Blanco sigue pagando la pensión y «lo hago encantado», a pesar de que duda de si ese dinero va a parar a su hija o acaba en el bolsillo de los abogados de la madre.
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