Desahucio

Un desahucio superado con sobresaliente

Le notificaron su desalojo cuando daba a luz a su cuarto hijo. Su rostro fue captado por las agencias de noticias. Ahora, Karen se ha sacado la ESO con nota y en un tiempo récord

Un desahucio superado con sobresaliente
Un desahucio superado con sobresalientelarazon

Este 1 de enero algunos adoptarán los propósitos para el año que acaba de nacer. Otros prefieren tomar las deciones al final del verano, tras las vacaciones, cuando tenemos más tiempo para pensar, cuando nos rompemos más la cabeza intentando cuadrar nuestros objetivos para los siguientes meses. Karen no gozó de vacaciones, pero sí que tomó una decisión férrea: obtener el certificado de la ESO. Y lo logró en un tiempo récord: apenas 60 días. No puede evitar enseñar orgullosa el título expedido por la Comunidad de Madrid, especialmente la casilla que indica «ámbito científico-tecnológico». Es la que pone «Sobresaliente». No sabe qué le deparará el futuro, pero sí que podría estar a las puertas de algo nuevo. Seguro que algo mejor.

Karen Miñán, de 25 años y española de origen ecuatoriano, se lo merecía. Y no sólo por estudiar desde las 6:00 hasta las 20:00 horas Naturales, Matemáticas, Sociales, Lengua e Inglés, haciendo auténticos malabarismos. Una foto de Associated Press, publicada el pasado 10 de junio, era el vivo retrato del drama de los desahucios en nuestro país: abrazada a su hijo Aarón, de un año y nueve meses, tres policías aguardaban a las puertas de la que ya no era su casa en el madrileño barrio de Tetuán, mientras sus pertenencias eran empaquetadas y desalojadas.

No por esperado fue menos dramático. Porque sabía que el día acabaría llegando. La notificación le llegó a su casa el 11 de mayo... mientras estaba en el hospital dando a luz a Esther, de cuatro meses. Junto a Aarón, Elías, de 8 años, e Isaías, de 3, completaba así una prole de cuatro bocas en la que la cabeza de familia era ella: su marido estaba en prisión por aquel entonces por no poder afrontar el pago de una multa de 2.500 euros. Un mes después, se llevó a cabo el desahucio. «Menos mal que los mayores estaban en el colegio...», recuerda Karen. Los rostros de los policías no eran mucho mejores. «No me dijeron nada. Estaban obligados a hacerlo, porque es su trabajo. Pero entendían la situación...».

Por 600 euros

Todo vino tras una demanda por impago de poco más de 600 euros: 460 por un mes de alquiler, 100 euros por la luz –deuda dejada por los anteriores inquilinos y que «heredó» la joven– y 70 por un sofá deteriorado por las chinches. Anteriormente, Karen ya sufría las consecuencias de su deuda: no tenía agua caliente, y la habitación de uno de sus hijos se vio amenazada por un hueco enorme en el techo durante cuatro meses.

«Fui a los servicios sociales y ellos cubrían el pago. Y se supone que el juicio debería haberse parado. Tenía los papeles en regla el viernes y el lunes era el juicio. Pero aún así, el juicio se acabó celebrando y se decretó el desalojo», relata Karen. Le dieron un mes más de plazo, pero no tenía el dinero. «Los de Stop Desahucios intentaron hablar con el dueño del piso y le pidieron que me dejara quedarme sólo ocho días más, que eran los días que quedaban para que los niños acabaran las clases. Y dijo que no».

Después, el vacío, el miedo a no tener a nadie al lado que la pudiera ayudar. «Te ves derrumbada, y sabes que no te puedes venirte abajo por tus hijos... Te quedas mirándolos...», recuerda todavía emocionada. El «te quiero» pronunciado por los pequeños era su único consuelo. Pero las hadas existen, y, en su caso, aparecieron de la mano de Fundación Madrina. Esta ONG fue la única que peleó por ella. Es cierto que a la primera que llamó tras obtener el título de la ESO fue a su madre. Pero buena parte del sobresaliente también va dedicado a ellos: «Son mi familia».

«Una de las mayores exclusiones que sufren las mujeres se produce en el campo de la educación», afirma Conrado Giménez-Agrela, presidente de Fundación Madrina. «Se ven obligadas a abandonar los estudios y no tienen apoyo de nadie para estudiar. Hay colegios de renombre que las dejan fuera del instituto... Nosotros no las juzgamos», añade. Karen, concretamente, dejó la Educación Secundaria a los 15 años, cuando se quedó embarazada por primera vez. «Había gente que me decía: “Vas a arruinarte la juventud”, “deberías abortar”... Yo lo tuve claro», dice la joven, que lleva desde los 9 años en España, donde llegó en compañía de su abuela. De esta forma, y apoyadas por las «madrinas» voluntarias que dan nombre a la fundación, estas mujeres reciben alojamiento y una formación que les puede abrir el mercado laboral.

«Sin la ESO no trabajas»

Karen vive ahora en un piso de acogida de la ONG, deja a sus hijos más pequeños en su guardería, y ha podido obtener su título gracias al programa «E+E=100», empleo más emprendimiento, igual a 100% de éxito. Requiere paciencia trabajar con estas madres, pues el cuidado de sus hijos les roba tiempo. Con Karen, todo ha ido muy rápido. «Lo mínimo es la ESO. Sin el título, es imposible trabajar», apunta Gema Ruiz, trabajadora social y profesora de Karen. «Te lo piden hasta para limpiar», dice la joven.

En España, alrededor de 450.000 adultos están matriculados en algún tipo deEnseñanza de Carácter Formal –Educación Básica, Secundaria, preparación para obtener el Título de ESO, Ciclo Superior, etc–. Entre todos ellos, el porcentaje de mujeres supera levemente al de hombres: un 52,8 por ciento. En lo que respecta a la Educación Secundaria para Personas Adultas, de las casi 187.000 personas que están matriculadas en nuestro país, más de 12.000 son de origen extranjero. Concretamente, en la Comunidad de Madrid, 4.295 hombres y mujeres de otras nacionalidades están matriculados en Educación Secundaria para adultos.

En la Fundación Madrina, la unidad de Formación y Orientación Laboral ofrece un servicio personalizado de asesoramiento, acompañamiento y formación de jóvenes madres que atraviesan por dificultades. Además, se las orienta y ayuda en una búsqueda activa de empleo, lo que incluye la preparación en el uso de las nuevas tecnologías. Una vez que lo encuentran, no se quedan solas: las trabajadoras de esta ONG las acompañan mientras ejerzan su nuevo empleo para cuidar a sus niños siempre que lo necesiten. Pero también aprenden otras habilidades, como el emprendimiento. Sobre todo, se trata de que pierdan el miedo a montar su propio negocio. Primero las forman, después estudian con ellas la viabilidad de sus proyectos y, por último, las ayudan en la búsqueda de recursos y en la creación del plan de negocio. Del mismo modo, esta organización dispone de un área de orientación legal para ayudar a aquellas madres que se encuentren en situación de exclusión laboral, familiar, social o escolar.

Por supuesto, las donaciones son indispensables para que la Fundación lleve a cabo su labor. Los responsables recuerdan que, a través de la web madrina.org o del teléfono 91 449 06 90, todos aquellos interesados pueden aportar su granito de arena.

A la Universidad

Lorena Rodríguez, responsable de los cursos de formación, opina que estas jóvenes, «en cuanto obtienen la ESO, ya van a por el resto». Y en el caso de Karen es totalmente cierto. Cuando se le pregunta qué le gustaría hacer ahora, cuál es el siguiente paso que quiere dar en su vida, responde a la velocidad del rayo, sin pestañear: «Voy a por el Bachillerato». Concretamente, le interesa la rama de Matemáticas, Tecnología, Biología y Geología. Y eso sería sólo el principio: «Me gustaría llegar a ser bióloga. De pequeña quería ser astrónoma, estudiar las constelaciones... Tengo las dos cosas en mente, pero me inclino más por la Biología». De conseguirlo, Karen rompería una tendencia muy marcada en los últimos años: son pocos los jóvenes de origen extranjero, salvo los comunitarios, que acaban llegando a la universidad en nuestro país.

Pero también sabe que no puede dejar de buscar trabajo. Tiene que proporcionarle un nuevo techo a sus cuatro hijos. Puede parecer difícil, pero si en los últimos meses ha dado este paso de gigante, ¿por qué no superar un nuevo reto?. «A pesar de todo lo que me ha pasado, creo que puedo con todo. Hemos pasado un año bastante duro. Si uno se lo propone, con la ayuda de Dios, se puede».