Madrid 2020
También un buen negocio
Los Juegos Olímpicos no son solamente el primer espectáculo deportivo. Son también un buen negocio, incluso cuando no lo parece. Los madrileños y España tienen la necesidad de que los Juegos no solamente recaigan en Madrid, sino de que el evento y sus cuentas salgan bien, especialmente si hablamos de un país en proceso de recorte del déficit y recién salido de la recesión. La construcción previa a la celebración de los Juegos representará un impulso económico que tendrá su reflejo incluso en las cifras de PIB de fechas más próximas con 2.500 millones solamente en el PIB regional, se producirá una expansión de los datos de servicios, aumentarán las llegadas de turistas con una estimación de 800.000 turistas adicionales, aportará un factor de dinamismo en el mercado inmobiliario de la capital, impulsará su comercio minorista con un gasto total aproximado de los visitantes de 600 millones, ayudará a la creación de 50.000 nuevos empleos a tiempo completo en la Comunidad de Madrid, y dejará un legado económico que se extenderá más allá de la propia celebración del evento. Si se hace lo correcto, lo que ahora parece impensable puede ocurrir y España, recientemente asociada a una economía que es incapaz de avanzar, puede seguir adelante con otro tipo de velocidad de inspiración olímpica y correr más rápido. La decisión de hacer que el gasto olímpico no sea tal gasto sino inversión es la correcta. Sí, es posible reducir el gasto público no productivo mientras se mira hacia adelante para aumentar las inversiones a largo plazo. Unas cifras que sin embargo no son maná del cielo y que exigen la máxima profesionalidad en su dirección. El día después de la elección comienza un difícil trabajo de gestión para hacer posible la inmensa transferencia de recursos que son, desde el punto de vista económico, unos Juegos Olímpicos. Ese esfuerzo puede y debe transformarse en un beneficio económico neto para el país anfitrión, algo que no siempre está asegurado y depende del máximo compromiso político que asegure que dichos recursos no acaben convertidos en negocio particular en el regazo de intermediarios allegados y desastre financiero para el resto a cuenta de impuestos, tasas y más deuda, como ha sucedido con el presupuesto de los próximos Juegos Olímpicos de Sochi, convertidos en una bola de nieve imparable y fuera de control, por no recordar que el camino de Grecia hacia la bancarrota fue señalizada por los Juegos Olímpicos de Atenas. Sin embargo, Londres sí supo seguir el camino correcto, aprovechando el ritmo agregado de los Juegos para invertir en el crecimiento a largo plazo. Organizar unos Juegos Olímpicos representa un desafío, un esfuerzo colectivo gigantesco y una oportunidad gratificante que Madrid no puede dejar escapar, tampoco después de la elección, para que la inversión olímpica dé sus frutos y dividendos también en el ámbito económico, porque si Madrid recibe los Juegos Olímpicos de 2020, España será juzgada también por su respuesta y organización del evento.
* Responsable de Estudios y Análisis de Asinver
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