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Espacio

China va a armar su estación espacial: derribará a cualquier acercamiento no autorizado

El espacio se encuentra actualmente en un punto bastante tenso: empresas privadas, estados y organismos supranacionales pugnan en igualdad de condiciones por conquistarla

Momento en el que despega el el Tiangong-2 larazon

Mientras Occidente debate sobre la militarización del espacio como si fuera una novedad del siglo XXI, China ha decidido pasar directamente a la acción. No es que el gigante asiático sea especialmente belicoso en sus planteamientos, pero cuando se trata de proteger sus activos en órbita, la paciencia tiene un límite claramente definido.

La carrera espacial del nuevo milenio ya no se juega entre superpotencias estatales exclusivamente. Ahora, empresarios multimillonarios con sus constelaciones de satélites privados han entrado en la ecuación, convirtiendo la órbita terrestre en una autopista cada vez más congestionada donde las reglas de tráfico brillan por su ausencia.

Y es precisamente en este contexto donde China ha decidido que ya basta de jugar a las adivinanzas con las maniobras impredecibles de otros protagonistas espaciales. La estación Tiangong, orgullo del programa espacial chino, no puede permitirse el lujo de esquivar constantemente satélites que aparecen y desaparecen de su trayectoria, como si el espacio fuera un videojuego o una película de ciencia ficción.

La Tiangong se blinda: la tensión alcanza un nuevo nivel en el espacio

El anuncio ha llegado tras meses de frustración acumulada en los centros de control chinos. La estación espacial Tiangong implementará un sistema de defensa activa que, según fuentes del programa espacial chino, “garantizará la integridad de la estación ante cualquier aproximación no autorizada”. El lenguaje es claramente ambiguo para no establecer unas directrices seguras, pero el mensaje es cristalino: quien se acerque demasiado sin permiso, será neutralizado. Al menos así lo señalan desde el diario hongkonés, The South China Morning Post.

La decisión llega después de que los controladores chinos hayan documentado múltiples incidentes con satélites de la constelación Starlink de SpaceX. En julio y octubre del año pasado, con astronautas a bordo de la Tiangong, la estación tuvo que realizar maniobras evasivas de emergencia cuando satélites de Musk cambiaron sus órbitas de forma imprevista, acercándose peligrosamente a los 390 kilómetros donde opera la estación china.

Lo que más ha molestado a Beijing no es solo el riesgo físico –que ya es suficientemente grave cuando hablamos de vidas humanas orbitando a 28.000 kilómetros por hora– sino la aparente despreocupación con la que estas empresas privadas occidentales tratan el espacio como su patio trasero particular. Los satélites Starlink, diseñados supuestamente con sistemas autónomos para evitar colisiones, parecen operar bajo la premisa de que son los demás quienes deben apartarse de su camino.

El sistema que China planea implementar, del cual se conocen pocos detalles técnicos, representaría un cambio fundamental en la doctrina espacial. Hasta ahora, las estaciones espaciales han sido objetivos pasivos, limitándose a esquivar amenazas cuando las detectan. La Tiangong se convertiría en la primera instalación orbital con capacidad de respuesta activa ante intrusiones no deseadas.

Las implicaciones son enormes. Con más de 42.000 satélites Starlink planeados para los próximos años, además de las constelaciones de Amazon, OneWeb y otras empresas, el espacio cercano a la Tierra se está convirtiendo en un territorio cada vez más disputado. China, que llegó tarde a la fiesta espacial del siglo XX, no parece dispuesta a permitir que las reglas del juego en el siglo XXI las dicten exclusivamente desde Silicon Valley.

El precedente es preocupante pero quizás inevitable. Cuando el espacio se privatiza y se satura, cuando las normas internacionales son papel mojado y cuando las vidas de los astronautas dependen de los caprichos algorítmicos de satélites comerciales, tal vez era cuestión de tiempo antes de que alguien decidiera que la mejor defensa es, efectivamente, una buena defensa activa. La pregunta ahora es si otros seguirán el ejemplo chino, convirtiendo la órbita terrestre en el nuevo salvaje oeste, pero a 400 kilómetros de altura.