Ciencia y Tecnología
Las etiquetas pueden ser inteligentes
Permiten realizar inventarios más fiables, agilizar el paso por el punto de venta o llevar un control exhaustivo de expediciones y recepciones
Alertan de robos en las tiendas, controlan el stock de los almacenes, aceleran el inventario de los productos... Las etiquetas «inteligentes» –de identificación por radiofrecuencia o RFID– funcionan a modo de códigos de barras avanzados y están caracterizadas por la agilidad que les permite llevar a cabo registros de información más rápidos y fiables.
Existen diversos tipos. Mientras que las activas utilizan baterías, las pasivas no las requieren, por lo que su coste resulta más reducido. También las hay con varias frecuencias, aunque las más comunes en el sector retail son las etiquetas pasivas que funcionan a, aproximadamente, 866 MHz. Se leen a través de un dispositivo que envía una señal de radiofrecuencia de la que se obtiene la energía necesaria para generar una respuesta. Y en dicha respuesta las etiquetas introducen un código que las identifica y puede añadir cierta información que tengan almacenada.
Estos sistemas constan de tres partes: un chip donde se alberga la información sobre los productos, una antena que transmite esa información y una etiqueta que soporta el chip y la antena. Además, se necesita un lector que emite ondas de radiofrecuencia que permiten «despertar» a la etiqueta, de manera que ésta acceda a la información registrada.
Principal funcionalidad
La funcionalidad más significativa es la de poder realizar registros de información de manera mucho más rápida, lo que ayuda a las empresas a hacer inventarios más fiables, agilizar el paso por el punto de venta, llevar un control exhaustivo de expediciones y recepciones... Guillermo Álvarez, investigador del Área de Teoría de la Señal y Comunicaciones de la Universidad de Oviedo, asegura que las posibilidades que ofrecen estas etiquetas pueden aprovecharse en múltiples sectores, ya que más allá del código y de la información que son capaces de enviar, posibilitan medir varias magnitudes físicas de las señales que emiten. Así, explica, pueden utilizarse para desarrollar aplicaciones más avanzadas, como el cálculo tanto de la posición como de la orientación de objetos y personas.
Un sistema basado en etiquetas RFID podría emplearse en logística para automatizar operaciones de carga, descarga y transporte de mercancías frágiles o peligrosas, para monitorizar la posición de operarios en entornos industriales y evitar situaciones de riesgo, para controlar el acceso a zonas restringidas... No obstante, hoy en día la aplicación más popular es el inventariado rápido de productos, lo que a la postre se traduce en ganancias de competitividad.
Ferran Domènech, responsable de Implantación de estándares GS1 en sectores de expansión en la Asociación de fabricantes y distribuidores (AECOC), revela que las etiquetas RFID pueden albergar dos tipos de información: la identificación del producto que ofrece los datos del registro –modelo, forma, color, talla, unidades...– y datos relacionados con la trazabilidad y la producción, como un número de lote, fechas de consumo preferente o caducidad...
Pero no sólo las empresas se benefician de la implantación de este tipo de etiquetas. Y es que los consumidores finales se aprovechan, por un lado, de la mejora de los servicios ofertados. Y, por el otro, de nuevas aplicaciones desarrolladas en base al uso de estos dispositivos.
Inditex, Marks&Spencer, Decathlon, C&A, Macy’s... Domènech afirma que durante los últimos tres o cuatro años empresas líderes dentro del sector del retail han apostado muy fuertemente por esta tecnología. Aun así, y aunque tenga un claro potencial de crecimiento, admite que el número de empresas que emplean estas etiquetas, tanto en almacén como en punto de venta, resulta todavía bajo. «Los sectores en los que más se han implantado son, sin ninguna duda, los de la moda, el calzado y el deporte», agrega.
Estas etiquetas, además de reducir el precio de los productos, pueden contribuir a la creación de empleo. Domènech apunta que las ventajas competitivas que ofrecen estos sistemas están muy relacionadas con el modelo de implantación o el sector en el que se incorporen, por lo que considera que «hablar de causa-efecto directo es bastante aventurado». En cualquier caso, reconoce que en algunos sectores, como en el de la moda, las empresas atribuyen al RFID incrementos de ventas, que achacan a las mejoras de la disponibilidad de los productos.
Muchos se preguntan si estas etiquetas acabarán con los códigos de barras. Domènech opina que en el entorno del punto de venta será muy complicado, porque los sistemas tradicionales cumplen perfectamente su función a un coste bajísimo. E insta a tener en cuenta que, pese a que hayan bajado mucho de precio, los chips aún tienen un coste que pueden soportar artículos de moda o de precios altos, pero no de gran consumo. «Otra cosa es el entorno almacén, donde el chip aporta la ventaja de poder acceder a gran cantidad de información sin que sea necesario el contacto físico, lo que podría justificar una inversión mayor», apostilla.
Álvarez asevera que las etiquetas «inteligentes» desplazarán a los códigos de barras en sectores como el de la logística, debido a las funcionalidades que añaden y que se traducen en una reducción del coste de los productos de forma indirecta que, finalmente, podría reflejarse en el precio final.
Contra la privacidad del cliente
Las etiquetas «inteligentes» pueden atentar contra la privacidad de los consumidores. Paloma Llaneza, abogado y socia de Razona, recuerda que permiten identificar el objeto al que están adheridas, los datos relativos al mismo que se quieran introducir y hacer seguimiento de su movimiento. Y apunta que esto permite saber el recorrido de los objetos dentro de una tienda y definir, así, los hábitos de consumo. Pero alerta de que también posibilita saber, por ejemplo, el fármaco que toma una persona escaneando las cajas de medicamentos que lleve en el bolso o los objetos de valor que puede haber dentro de un domicilio, lo que podría ser una baza para que los ladrones elijan los mejores objetivos. Por ello, y como medida de seguridad, recomienda desactivar las etiquetas en el momento del pago, antes de salir de la tienda, o retirarlas de los bienes comprados y destruirlas al llegar a casa.
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