Feria de San Fermín
Casi seis minutos de peligro y dos horas de miedo
Los Cebada decepcionaron en la cuarta de la Feria de San Fermín, en la que Eugenio de Mora y Javier Jiménez resultaron cogidos sin consecuencias y Moral dio una vuelta al ruedo.
Los Cebada decepcionaron en la cuarta de la Feria de San Fermín, en la que Eugenio de Mora y Javier Jiménez resultaron cogidos sin consecuencias y Moral dio una vuelta al ruedo.
San Fermín (Pamplona). Cuarta de feria. Se lidiaron toros de Cebada Gago, desiguales de presentación. Lleno en los tendidos. El 1º, malo, orientado y con el peligro; el 2º, de corta arrancada y orientado; el 3º, bruto y embiste por dentro; el 4º, va y viene pero deslucido y sin entrega; el 5º, va y viene sin humillar; el 6º, manso y rajado.
Eugenio de Mora, de coral y oro, estocada defectuosa, estocada caída, un descabello (silencio); estoca caída, cinco descabellos, aviso (silencio).
Pepe Moral, de gris plomo y oro, estocada punto trasera, dos descabellos (silencio); estocada caída (vuelta al ruedo).
Javier Jiménez, de blanco y oro, tres pinchazos, dos descabellos (saludos); pinchazo, estocada corta (silencio).
Los casi seis minutos de encierro pasaron factura horas después. La manada se disgregó por la mañana y fue un recorrido de aprendizaje exhaustivo. Bien lo supo Eugenio de Mora que, por casualidades del destino, empezaba la temporada 2016 en Pamplona y con un toraco “Empleado” de nombre que fue justo lo que no hizo nunca jamás, emplearse en la muleta, capote o aventura del diestro toledano. En el infierno transitamos y no sólo por el calor. Violento y sin entrega aquello era una incógnita a desvelar en cada arrancada. Y en una cogió al torero, enhebrándole la taleguilla y ahí, qué puñetera angustia, no tenía manera de salir Eugenio de Mora. Se deshizo él mismo el entuerto y salió indemne. Primer milagro de la tarde. Daba la sensación de que íbamos a necesitar más.
A Pepe Moral tampoco le puso las cosas fáciles un segundo, que se partió un pitón, menos espectacular de cara, pero con las ideas claras. Las malas. De media arrancada y revolviéndose por aquí y por allá la historia se iba complicado por momentos. Dignidad del sevillano para pasar el trance.
De Sevilla venía también Javier Jiménez. Y le sopló al tercero una larga cambiada seguida de delantales. Era mucho decir tal y como teníamos el panorama. El peaje lo pagaron ya los banderilleros que cuando les tocó clavar aquello era una gesta heroica con las frenadas en seco que pegaba el Cebada en el tú a tú. Para infartarse ahí abajo. Sin moverse un ápice comenzó faena. Se justificó después con un cebada que embestía por dentro y muy bruto y ya con la espada quiso conquistar Pamplona de rodillas y la cogida resultó apoteósica. Lanzado como un pelele cayó de cabeza y volvió a ocurrir y desmadejado en la arena, sin poder levantarse, le pisó la cara, cabeza... Una barbaridad lo que pasó por ahí en esos segundos espeluznantes en los que se va la vida. Se lo llevaron a la enfermería pero volvió al ruedo, sin chaquetilla, para matar al toro. Falló con la espada, pero el corazón había superado la prueba.
Iba y venía el cuarto, pero de humillar ni hablamos y de vez en vez un recordatorio de aquí estoy yo. Pleno en la tarde. Se esmeró Eugenio de Mora, a pesar de que el esfuerzo caía en balde.
El toro XXL salió en quinto lugar; qué pitones interminables, inagotables, imponentes vaya. Y más cuando los manejaba a la altura de la barriga de Pepe Moral en cada ida y venida que pegaba el Cebada. Le fue metiendo en vereda y aunque salía distraído de la suerte, dejaba estar al torero.
El sexto cerraba una desigual corrida de hechuras y remate, sin la presencia a la que acostumbra esta plaza. Tuvo mucho cuello el toro pero no lo empleó para humillar. En un suspiro acabó por rajarse el cebada y apretar por dentro. La espada no le acompañó a la primera. Volver al hotel por su propio pie era para poner velas a la virgen. O a San Fermín, lo que él quiera.
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