Toros
De fiesta y a lo loco
Ginés Marín y Padilla salen a hombros en la penúltima de la Feria de El Pilar de Zaragoza
Zaragoza. Octava de la Feria de El Pilar. Se lidiaron toros de Olga Jiménez y García Jiménez, 5º y 6º, desiguales de presentación. 1º, rajado y a su aire, complicado; 2º, manejable; 3º, de extraordinaria calidad y ritmo; 4º, bueno, repetidor, codicioso y noble; 5º, de buen juego; 6º, deslucido, noble y a menos. Lleno en los tendidos.
► Juan José Padilla, de negro y oro, estocada, descabello (silencio); estocada (dos orejas).
► López Simón, de vainilla y oro, dos pinchazos, aviso, cinco descabellos (silencio); pinchazo, estocada (oreja).
► Ginés Marín, de burdeos y oro, media estocada (dos orejas); estocada desprendida (saludos).
“Derribado”, vamos a llamarle por su nombre que bien lo merece, vino a este mundo para hacer el toreo. Ritmo, clase y nobleza tan a partes iguales que resulta difícil dirimir qué pesaba más en el animal de Olga Jiménez. Cómplice perfecto para cerrar el año y que te atrape el invierno. Ginés Marín lo tuvo cara a cara. Fue suyo. Su referencia de un duelo que no fue, no era, partían ambos de una creación porque, además, ocurría todo muy despacio. Cosa buena esa. Viajaba el toro largo, por abajo. Y así fue. Así quiso Ginés, que tiene condiciones tremendas, y cuando logró que los tiempos viajaran en la misma dirección hubo naturales muy buenos, a cámara lenta, para poder deleitarnos. Fue el primer tramo de la faena el más de verdad, aunque encontrara eco en el tendido después. En el lío de los circulares y las bernadinas. La gente disfrutó y tras la media estocada paseó el torero el doble trofeo que le abría nada más llegar la Puerta Grande de la Misericordia. Más allá de las alegrías, que las celebramos, se quedó cortó en el toreo fundamental para lo excelso del toro. Noble y a menos fue el sexto y acabó por ser deslucido. Lo intentó Ginés pero en esta ocasión el toro estaba cogido por pinzas.
Al balcón de los miedos, justo ahí entre pitón y pitón, se asomó Padilla con el primero en el segundo par. Fue esta la plaza, el lugar, el escenario en el que perdió un ojo en El Pilar de la temporada de 2011 en una cornada tremebunda e imposible de olvidar. Iba el toro a lo suyo, rajado, sin querer, y complicando la vida si te proponías cruzarte en su camino. Trescientos (aprox) capotazos se llevó hasta que tomó la muleta. Se defendió el toro y lo defendió el torero. No había más. El cuarto fue toro bueno. Noble, repetidor y de larga arrancada. La faena resultó un batiburrillo de muletazos, todos por fuera y alejado del toro en todos los sentidos, tanto en la distancia física como en la calidad. En el centro del ruedo se cobró la estocada, que estaba arriba y fue de efecto fulminante, y dentro del todo vale de rodillazos, desplantes y demás cortó las dos orejas (con alguna protesta) y dio una vuelta al ruedo esplendorosa repleta de banderas que clamaban una tarde más por la unidad de España.
A López Simón se le atravesó el descabello tras una faena larga a un toro manejable y que se dejó hacer en tercer lugar. Cumplió con el torero hasta que tomó el acero. Buena condición tuvo el quinto, que descolgaba la cara y acudía al engaño con codicia. Ligó en los primeros compases de faena y cuando el toro se rajó le buscó las vueltas cerrado en tablas. Se llevó una, la tarde en la que Zaragoza estaba embalada en su feria. A un día de despedirse de El Pilar 2017. De fiestas y a lo loco.
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