Toros
Explosión en banderillas en el trofeo de Castaño
Desigual corrida de José Escolar en la Feria de San Fermín de Pamplona, en la que solo el salmantino Javier Castaño consigue pasear una oreja.
Con “El Rey”, la charanga, San Fermín en plenitud y su inmensidad parece que todo pasa desapercibido entre el jaleo constante.
Con “El Rey”, la charanga, San Fermín en plenitud y su inmensidad parece que todo pasa desapercibido entre el jaleo constante, ante la falta de silencios, que no existen porque Sanfermín es fiesta, a secas y cada uno se reinventa como quiere. Pero no es cierto. Pamplona se paró en seco con Joao Ferreira. Lo hizo en el primer par. Segundo toro de José Escolar. Castaño su matador. En ese par de poder a poder se dejó llegar al toro hasta el infinito y más allá y entonces allí clavó con una belleza extrema. Un fogonazo de torería y exposición recorrió la piel de toro de Pamplona que es eterna. Y vino Fernando Sánchez para deleitarnos y regresó Joao para asustarnos, para no asustarse, para jugarse la barriga, y más. Para dar la vida a ojos de todos y poner a Pamplona de acuerdo. Tremendo par, por expuesto y cargado de verdad. En estos momentos, tan puros, los tres años, inolvidables de la muerte de Víctor Barrio vienen a la memoria con más fuerza. Hay cosas que no se olvidan, a todos nos pertenecen de alguna manera. El toro llegó a la muleta con temple y buen ritmo, aunque la transmisión justa. La faena transcurrió con oficio, pero lo mató a la primera y cortó una oreja. Soberbia de nuevo la cuadrilla en el cuarto, con un Escolar de apabullantes pitones por interminables y abiertos de camino al infinito. Lo malo vino después. El señor toro fue peligroso y orientado y con ese porte era una película de miedo por momentos, menos mal que le mató con prontitud, a la primera, habilidoso y descansamos todos.
“Buenacara I” lo llevaba en el nombre y en la verdad. Dos velas portaba el animalito con descaro. A plenitud. Se multiplicaban como el pan y los peces por las dificultades, porque el toro tuvo mejores comienzos que finales, porque al de José Escolar no le faltó casta, pero sí entrega. Y se revolvió rápido, raudo, como si se las supiera todas y así el toreo era difícil. Una montaña inalcanzable en la muleta de Fernando Robleño que quiso, lo intentó y se fue a por la espada con las cuentas saldadas. No se quedaba corto de presencia el cuarto, bárbaro, iba y venía en la muleta sin humillar jamás de los jamases y así al principio lo medio pasó por ahí, pero no tardó el toro en desarrollar y ponerse la cosa fea. Le metió la mano a la primera, que eso era más o menos un milagro.
Suavón fue el tercero, embestía al paso y eso tenía el desafío del primer envite, del primer tiempo, pero lo tragaba y con buen ritmo. Pepe Moral lo supo y le hizo una faena sin prisas y de buenas trazas. Cerraba la tarde de Escolar, antes de que los toros de Jandilla vengan a visitarnos a eso de las ocho de la mañana con todas sus incertidumbres a cuestas a lo largo de los 875 metros de recorrido. Iba y venía el sexto sin más aspiraciones. Hizo faena Moral en una labor de tomar confianza primero y sobarlo después, pero sin acabar de conectar a pesar de que se alargó. Pamplona es de fácil dispersión. Acaba la corrida y se descuentan las horas.
Ficha del festejo
Pamplona. Quinta de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de la ganadería de José Escolar, muy bien presentados. El 1º, complicado; 2º, con ritmo, temple y punto soso; 3º, embiste al paso, franco y con buen ritmo; 4º, va y viene sin humillar y desarrolla; 5º, peligroso por orientado; 6º, va y viene con nobleza. Lleno en los tendidos.
Fernando Robleño, de blanco y plata, pinchazo, estocada (silencio): estocada (silencio);
Javier Castaño, de azul y oro, estocada (oreja); estocada (silencio).
Pepe Moral, de azul y oro, pinchazo, estocada corta (saludos); media, estocada (saludos)
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