Toros
La feria de la economía
Simón Casas llevaba 20 años preparando el asalto al poder. En el fondo siempre ha querido ser un Kennedy de la tauromaquia y revolucionar la mustia fiesta de los toros. Pero como bien escribió Cernuda, entre la realidad y el deseo siempre hay una sima. Directamente, los carteles son mediocres. Ni mejor ni peores de la precedente era choperita. Y por supuesto mucho más discretos que los macizos seriales isidriles que programara el gran Manolo Chopera e incluso la solvencia de la Casa Lozano.
A cada uno hay que juzgarle por sus obras. Y Simón y su gente han pregonado tanto que iban a modernizar el coso venteño que la sensación es de auténtica melancolía. Y no basta con hacer galas glamurosas, alfombra roja incluida, sino combinar toros y toreros con brillantez y auténtico lujo. Están todos, replican los gestores de la plaza madrileña. Pero evidentemente ni están en proporción y armonía que merecería la nueva etapa isidril. Salvo el caso de Alejandro Talavante, en un claro desafío personal en busca del cetro del toreo, el resto de figuras aparecen desperdigadas y de manera rácana. Como lo de siempre. Un auténtico déjà vu de año tras año en el que las figuras pasan de puntillas por Madrid con el corazón encogido y deseando que no les quiten cotización. Otros toreros de proyección o futuro, salvo los casos de coletas cercanos a la empresa, están puestos para rellenar el ciclo tan largo.
En realidad, el productor francés tendrá la suerte o la desdicha de esta ruleta rusa en que hoy han convertido la tauromaquia. Como faltan mimbres y base habrá que esperar al santo advenimiento de una tarde de apoteosis insospechada en Madrid o al bostezo funcionarial de quienes se sientan a las siete en el escaño venteño para cumplir una tradición. Es precisamente esa faceta de productor que tanto gusta a Simón la que se ha manejado para llenar la sábana de entradas del mes de toros en Madrid. Pues productor es aquel que maneja cifras, costes y resultados para organizar cualquier asunto de la vida. Ahora bien, pretender adjetivar esa noble función económica con el asunto de la cultura que en este caso no deja de ser una quimera.
Si somos equilibrados tal vez a Simón Casas no pueda exigírsele más que a cualquier otro empresario, pues hoy, el problema radica en la excesiva longitud de la cartelería isidril. Es un modelo de feria superado y que debería reducirse a la mitad para abrochar combinaciones y generar auténtico interés y no tedio burocrático. Veremos si la temporada del 2017 en Las Ventas adquiere carácter como tal pues no en vano ha sido otro de los ganchos de los nuevos gestores. Mientras tanto, esperaremos que la lotería de la primavera madrileña salga bien y no en números rojos. El 17 de junio hablamos.
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