Libros

Barcelona

La gran rival de Las Ventas

La Razón
La RazónLa Razón

Apenas tenía cinco años cuando trasladaron a mi padre. De mi Figueras natal nos mudamos a Barcelona y bien pronto empecé a ver corridas de toros en La Monumental de Barcelona. Mi padre fue mozo de espadas de Mario Cabré durante muchísimos años y enseguida me llevó a sus tendidos. De aquella época recuerdo los triunfos de Manolo González y las faenas de Chamaco y Joaquín Bernadó, su rivalidad, en los años posteriores, de la que fui más consciente. Pero, sobre todo, me quedo con el clamor y la majestuosidad de esa plaza.

Las últimas generaciones no lo han vivido, pero Barcelona era una plaza de temporada. Tan importante como Madrid, porque incluso daba más toros que Las Ventas. Durante el año, había toros todos los jueves y domingos, además de los festivos. Y se acababa el papel la mayoría de las tardes. Su atmósfera era maravillosa. Cómo olvidarme de la tarde de mi alternativa, ese 3 de septiembre de 1967;o de aquella tarde histórica junto a Antonio Bienvenida y Rafael Ortega. La plaza estaba a reventar. Ahí están las fotografías que lo inmortalizan.

La clave del éxito es la buena gestión que llevó a cabo Balañá, el abuelo. Fue un gran empresario. Modélico. Si a su labor le añades el boom turístico que vivió aquellos años España o el impacto que tuvo en esas fechas la llegada del «seiscientos», con el que la gente empieza a desplazarse mucho más... Ya tienes la clave del éxito. El testigo que recogió el segundo Balañá también fue de garantías. Sin embargo, el nieto no siguió por el mismo camino. Hubo cierta desidia y se empezó a priorizar otras ocupaciones, como la rentabilidad de los cines y de otros espectáculos. Se fue dejando de lado y, con el crecimiento del movimiento antitaurino, primó la neutralidad. No se quería molestar y mucho menos enfrentarse a los intereses políticos de los respectivos Gobiernos regionales.

¿Que si soy optimista de cara al futuro? Nada. No veo ni un resquicio de luz. Es cierto que tenemos todavía la baza del Tribunal Constitucional y que posiblemente pueda decantarse a nuestro favor. El problema es que Barcelona ya pasó a la Historia. Ya descansa en paz. «Requiescat in pace», en latín antiguo. Hace diez o doce años, estaba ya enferma, Simón Casas y yo nos ofrecimos como gestores nuevos, como muchos otros, quisimos ponerle un tratamiento, pero ahora creo que es tarde.

Ser empresario de Barcelona, de mi plaza, en la que hice 33 paseíllos, era mi gran sueño. La ilusión de mi vida. Ahora... No la quiero ni regalada. Hay afición y una gran ciudad dispuesta a llenar la plaza como aquellos años, pero lo veo muy complicado. El paso, aunque los políticos nos dén luz verde, tiene que llegar de los taurinos, de nosotros mismos. Ese consenso soñado que nunca termina de consumarse. Yahí, perdemos todos.