Córdoba

Morante, qué gran mentira

Feria de la Magdalena. Preciosa faena del sevillano; Manzanares sale a hombros tras sumar tres trofeos en Castellón

Templado derechazo de Morante de la Puebla, ayer, en Castellón
Templado derechazo de Morante de la Puebla, ayer, en Castellónlarazon

A Morante se le ha cantado de siempre, y ya no por siempre, el valor de su capacidad artística. Y todavía ronda la idea en boca de muchos, la faena corta, la incertidumbre, si no le gusta el toro.

Castellón. Cuarta de la Feria de la Magdalena. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq (1º, 2º y 3º) y el resto de Zalduendo, muy terciados de presentación y desiguales. 1º y 2º, deslucidos; el 3º, noble y repetidor; el 4º, manejable; el 5º, noble y con el motor justo; y el 6º, repetidor, boyante y sin acabar de humillar en el engaño. Casi lleno.

Finito de Córdoba, de azul noche y oro, media tendida, dos descabellos (silencio); pinchazo, pinchazo hondo, aviso, dos descabellos (saludos). Morante de la Puebla, de verde botella y oro, pinchazo, estocada (saludos); dos pinchazos, estocada (vuelta al ruedo). José María Manzanares, de gris plomo y oro, estocada trasera (dos orejas); estocada (oreja).

A Morante se le ha cantado de siempre, y ya no por siempre, el valor de su capacidad artística. Y todavía ronda la idea en boca de muchos, la faena corta, la incertidumbre, si no le gusta el toro... la «espantá» que deja en pitos o en bronca si es la segunda del festejo el resultado. Una ficha de antaño. A Morante se le ha querido reducir, encasillar, torero de arte, artista, el de las pocas probabilidades de éxito... El consentido, que dicen. Qué gran mentira. Detrás de Morante hay torero para una dinastía completa. Tiraniza la torería y es tan suya que sus obras deambulan por lo delirante. Pero ese delirio nace en la verdad del embroque, en esa sensación de estar amarrado al suelo por la gracia de dios, no hay sensación de ligereza cuando está en el ruedo, al contrario, lo que pasa ocurre y ahonda. Y para que eso pase es necesario mucho valor del que no se resquebraja. Un valor que va en el concepto, porque no se traiciona, porque no tira de ese ruido envolvente que está de moda, ese ruido de muchos muletazos, todo muy ligero, sobre los pies, alargando las embestidas, pasando sobre ellas, que encandila rápido al aficionado que viene a pasárselo bien y no deja ni un miserable muletazo en la retina para los que vivimos a los pies de las emociones, aunque sean pequeñas, aunque sean pocas. Ayer ocurrió que Morante toreó muy despacio a un quinto de Zalduendo, muy terciado de presentación, como toda la desigual corrida, mitad Zalduendo, mitad Juan Pedro Domecq. Quería el toro, pero no podía y se quedaba el animal a medio camino, a medio camino de nada. Anduvo Morante perfecto con el toro, rotundo de corazón, de sentido, de temple, exquisita la lentitud del trazo, aguantando la parada, sin desasosiego, bonitos los naturales y abrumador el final de faena. Pinchó dos veces. Se tiró de lleno después. El presidente se puso a contar pañuelos y no sumó. La vuelta fue de gloria. Mentira. Lo bueno quedaba atrás. Lo intentó con la ramplona embestida del segundo.

A Finito hay que apuntarse este año sí o sí. Que nos den la oportunidad los empresarios. Ilusiona. Y después de 25 años tiene doble mérito. No pasó gran cosa con su anovillado y deslucido primero, pero da gusto ver cómo se mueve por la plaza. Se esmeró con un cuarto de media arrancada, que hacía hilo y reponía. Le buscó, se buscaba, y con esa calidad, cuando encuentra, va dejando algo, hay un poso, algo que contar, un muletazo que llevarte, una historia, tiene esa parte de ritual que le mantiene vivo y nos mantiene alerta. De un momento a otro puede ocurrir un muletazo que sobrecoja.

Manzanares se apuntó ayer el triunfo. Tuvo el lote con más movilidad de la tarde. Noble y repetidor su primero y también el sexto, al que le faltaba entrega. Fueron sus faenas ligadas, en conexión directa con el público, y también periféricas. Pero le valió. Y después que cada uno cuente su historia.