Ferias taurinas
Padilla, maravilla
La terna se reparte tres orejas de distinta condición de una manejable y floja corrida de Jandilla en Castellón
Castellón. Quinta de la Feria de la Magdalena. Se lidiaron toros de Jandilla y Vegahermosa (2º y 3º), desiguales de presencia, justos de fuerza y manejables. El 4º y el 5º fueron los de mayor empuje. Un tercio de entrada.
Juan José Padilla, de negro y oro, estocada entera (ovación); entera, aviso, tres descabellos (oreja). El Cid, de azul pavo y oro, entera (palmas); entera (oreja). Daniel Luque, de grosella y oro, bajonazo (silencio); estocada caída (oreja). Entre los subalternos, destacaron las labores de Abraham Neiro y Alcalareño.
«¡Illa, illa, illa, Padilla, Maravilla!» Así, remedando el grito de guerra de la hinchada merengue, recibió el poco público –hubo menos gente que en la novillada del día anterior– a Juan José Padilla, que se presentaba en Castellón tras el desgraciado percance de Zaragoza de hace dos años. También le obligaron a saludar tras romperse el paseíllo y el torero de Jerez, en correspondencia, hizo de todo cuando recibió de capa a su primero: tafalleras, verónicas y una larga de rodillas. Tuvo luego alguna dificultad para fijar la atención del toro en banderillas, aunque en el último tercio el astado no tuvo reparo en acudir presto a la muleta de Padilla. No obstante, al final de su lidia protestó y se defendió. Pero para entonces El Pirata ya había compuesto una faena templadita y aseada. Más que suficiente.
También hincó las rodillas en la arena para recibir con tres largas al cuarto, con el que se lució al estirarse a la verónica. Asimismo, inició también genuflexo su faena muleteril, con una templadísima y larga serie de derechazos en los que hubo hasta mando y dominio. Derrochó disposición y ganas, entusiasmando en el tramo final con los circulares, adornos y desplantes con que abrochó un quehacer honesto y entregado. Delante, posiblemente, el toro con más celo y mejor son –aunque amagó con rajarse en los compases postreros– de un encierro de Jandilla muy desigual de presentación, justo de fuerza y tan manejable como falto de chispa y de emoción.
El otro toro destacado fue el quinto, al que El Cid no dejó que se le picase y administró con cautela el castigo en banderillas. Llegó al último tercio con brío, repetidor y con fijeza. Tras unos prometedores inicios, con una tanda notable por cada pitón, poco a poco la faena –en la que hubo mucho pico, mucho alivio y poca confianza– se fue desvaneciendo hasta quedar en casi nada. Una estocada certera y fulminante le valió una oreja que al de Salteras le supo a gloria. Su primero apenas tuvo fuerza para mantenerse en pie y la labor de El Cid se limitó a evitar que el animal se fuese al suelo.
Mucha menos energía tuvo el primer toro del lote de Daniel Luque, muy protestado nada más hacerse presente en el ruedo, y que confirmó esa impresión rodando a la más mínima exigencia. Esta falta de energías hizo imposible cualquier tipo de lucimento. Con el sexto, Luque, que quedó prácticamente inédito con la capa, abusó de tirones en un trasteo bastante ligero y superficial. Sin apenas fondo. Muy deslavazado, sin estructura –un muletazo aquí, otro allá, ahora un natural, enseguida un doblón...–, sin hilvanar una serie completa y sin que se viera al matador de toros sevillano convencido de lo que estaba haciendo.
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