Feria de Bilbao
Paréntesis de toreo bueno
Escribano da una vuelta al ruedo y firma lo mejor de la tarde en La Maestranza
La Maestranza (Sevilla). Quinta de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Jandilla y Vegahermosa (1º, 3º, 5º), bien presentados. El 1º, complicado; el 2º, con calidad y nobleza; el 3º, deslucido; el 4º, de buen pitón izquierdo, con calidad; el 5º, deslucido; y el 6º, a menos. Dos tercios de entrada.
Sebastián Castella, de caña y oro, estocada (silencio); estocada caída, aviso, descabello (silencio). Manuel Escribano, de azul turquesa y oro, estocada caída (vuelta al ruedo); estocada trasera y desprendida (saludos). Iván Fandiño, de catafalco y oro, estocada (silencio); estocada, aviso (silencio).
Fueron paréntesis acotados por tiempo/espacio/toro/torero. Pudieron ser más, sí y quedaron en menos. Pero esos paréntesis resultaron la cuerda para saltar la tarde. Manuel Escribano fue el intercalador de toreo. De nuevo se lanzó por dos veces a la puerta de toriles, más cerca de las rayas tirando a los medios, dos veces dos. En sus dos toros y da la sensación de que en veinte si así fuera preciso. Lo lleva grabado en algún lugar de su plan trazado y allá va. Y allá fue. Aunque el toreo bueno de capa llegó en el quinto. Tan lento, tan despacio, que le dio tiempo, ganas y capacidad de hundirse en el viaje, de acompañar para querer abandonarse en el trayecto del toro hasta abrochar aquello a una media sobresaliente. A la verónica la lentitud y en la muleta la espera. Echó el freno el toro cuando estaban las bases más asentadas. Muy reposado Escribano, sin brusquedades, buscando en el leve toque la continuidad de la embestida, sin tirones. Y con lo que tuvo, perfecto. Pero esta vez al toro le faltó empuje, justo de fondo y empeño.
Mucha calidad sacó el segundo de la tarde. Tuvo la faena distintos tramos, fases opuestas. Una inicial en la que el toro perdía el ritmo en el tirón de Escribano. Todo cambió con el temple, cuando el sevillano se asentó y le esperó, el toro colocó la cara abajo, la llevó hasta el final y los naturales de Manuel gozaron de cadencia y credibilidad. Ahí residía el toreo. El toreo de la tarde, en la mano izquierda, en la suavidad, en la exquisitez... Hundió el acero a la primera, más abajo de lo ideal, se le pidió un trofeo y acabó por dar la vuelta al ruedo en la segunda tarde de su feria.
El primer toro de Sebastián Castella tuvo muchos matices pero todos tendieron a las complicaciones. Se quedaba el toro encima, pegajoso, haciendo hilo, no era fácil ni tampoco eran dificultades que llegaran muy a las claras al tendido. El francés tiró de oficio y resolvió. Su cuadrilla al completo se desmonteró ayer en Sevilla. Primero Javier Ambel con los palos y después Chacón y Herrera con el cuarto. Este toro fue otra historia, sobre todo por el pitón izquierdo. Descolgó mucho la cara, ya lo cantó en la brega de Ambel al desplazarse con muy buen son en la tela. Perdió el fuelle pronto después, pero le quedó la calidad para coger el engaño muy por abajo y con mucho temple. Compuso Castella pero no llenó la faena de contenido y al final entre unas cosas y otras no ocurrió nada.
Iván Fandiño tuvo un lote duro de pelar. El primero de pocas luces, deslucido y sin fondo con el que no cabía mucho enigma que desvelar y un sexto, que pareció contener más emociones pero le duraron poco. Entre los tiempos de aquí y de allí fue muriendo la tarde.
Dos horas y media. Una vuelta al ruedo. Bendito sea el toreo cuando viene.
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