Málaga

Regreso al pasado

El Cid destapa su mejor toreo al natural frente a un excelente «victorino». Javier Castaño corta la única oreja del festejo.

El Cid, ayer, en la plaza de toros de Málaga
El Cid, ayer, en la plaza de toros de Málagalarazon

Málaga. Segunda de la Feria de Agosto. Se lidiaron toros de Victorino Martín, desiguales de presentación y juego. Destacaron cuarto y quinto, tuvo casta el primero, y se dejó hacer el segundo. Los peores, tercero y sexto. Dos tercios de entrada.

El Cid, de grana y oro, dos pinchazos y estocada (saludos), estocada y tres descabellos (vuelta al ruedo tras aviso). Javier Castaño, de blanco y oro. Estocada tendida (saludos tras leve petición), estocada (oreja). Manuel Escribano, de azul y oro. Estocada corta (silencio), estocada (palmas de despedida).

Saludaron en banderillas David Adalid y Fernando Sánchez.

Fue como un fugaz regreso al pasado, como si estuviéramos contemplando en la faena al cuarto toro de la tarde, un gran toro, al mejor Cid de todos los tiempos. La aparición duró unos minutos, los precisos para que Manuel se asentara en la arena, fijara la mirada del enemigo sutilmente, con un leve toque de muleta, y acariciara la templada embestida en un toreo de magnífico estilo y notable ajuste, y con el sabor añejo de los artistas ya un poquito veteranos. El Cid deleitó en dos naturales, luego en tres, y después ya en una serie completa, cuando al fin se convenció de que el toro era de buena clase, y que merecía la pena apostar por el toreo puro, el de riesgo, el de verdad. Un trincherazo bello, torerísimo, anunció en el prólogo de su obra, tras una tarde llena de dudas, que volveríamos a ver la mejor versión de un buen torero.

El descabello le privó de una oreja, y quién sabe si hasta de dos, pero el caso es que el único premio tangible fue para Javier Castaño por torear con largura y muy despatarrado a otro toro templado y noble. Aunque se dejó tropezar mucho los engaños se le vio más centrado y tranquilo que últimamente, igual que en su primero, que se dejó meter mano aunque siempre con la cara alta.

Muy digna, por tanto, la actuación del salmantino, y muy aplaudidas las acciones de su hiperactiva cuadrilla. Por cierto que a Manuel Escribano, sobrado y resolutivo frente a un mal lote, le pasó lo que le anticipé a su padre al encontrármelo minutos antes del festejo. "Si embiste alguno, tranquilo que a tu hijo no le va a tocar...".