Andrés Sánchez Magro
Seis toros, seis
Perfil / Iván Fandiño. Torero
El toreo siempre tiene necesidad de alimentar su mitología. No sólo con las gestas de quienes se visten de luces y se juegan la vida a carta cabal por un momento de gloria. También en pos de la historia y por crear leyenda con las llamadas encerronas. Iván Fandiño en la madrileña tarde del Domingo de Ramos ha llenado la plaza y colgado el cartel de no hay billetes con una expectación inusitada en tiempos que se dicen de crisis del toreo. Una vez más, las gestas y los héroes concitan el interés de los que se llaman aficionados.
No ha sido la primera ni será la última ocasión en la que un torero decida, como ya lo hiciera Antonio Bienvenida para abrir esta serie capitalina y conseguir una línea en la historia de la tauromaquia, matar seis toros en una declaración de intenciones con el riesgo de saber que no siempre sale bien. La cara y la cruz de cualquier tarde de toros con un solo nombre en el cartel y con todas las cartas volcadas sobre el albero. Además, a diferencia de otras encerronas, el vasco afincado en Guadalajara, ha seleccionado ganaderías de las denominadas «duras». También, y ya es un clásico, un toro de Victorino en la baraja.
Viene siendo tradición en Madrid que las encerronas tengan como protagonista al «paleto de Galapagar». Roberto Domínguez, El Niño de la Capea, Alejandro Talavante, entre otros coletas, han tenido la osadía y la voluntad de hacer un paseíllo en solitario y enfrentarse a los cárdenos. Sobredosis de toreo donde el espada se sumerge en un proceso de introspección y de voluntad para ir despachando uno a uno los toros de su destino.
Fandiño estuvo bien el 12 de septiembre de 2014 en Guadalajara y en la tarde madrileña ha lanzado la moneda al aire. Tiempo de intensidad, con un puñado de reventadores antitaurinos que intentan cambiar la cultura arraigada de este viejo país. El brillo y la ilusión de un público enfervorizado cuando un toro de Escolar se arranca desde la boca de riego hasta el caballo de picar. Chicuelinas fibrosas y una muesca más en la historia de Las Ventas, donde siempre los toros han ganado el respeto con la verdad del toreo.
Las efemérides y las encerronas están bien para los libros de historia, pero ningún Cossío puede superar el revuelo de una plaza puesta en pie, de un espontáneo, y de los aledaños del pozo de empeño llenos a reventar de juventud, decimoséptima ocasión del siglo XXI en los que las taquillas de la plaza solo dan un nombre.
Iván Fandiño, torero de Orduña y desde esta fecha uno de los pocos que han trenzado el paseíllo de su tauromaquia con una fecha irrepetible. Estadísticas o triunfos, balances o sueños, al final de todo lo importante en el toreo de la vida es el destino.
Aunque el tono de la partitura haya sido menor, y la tarde se desvanezca como las ilusionas rotas, está el valor de quien se viste de luces anhelando la gloria.
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