Toros

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Soberano arrimón de Ritter

La descastada novillada de Carmen Segovia impide el brillo de la terna

El joven colombiano templa un derechazo a media altura al novillo de Carmen Segovia
El joven colombiano templa un derechazo a media altura al novillo de Carmen Segovialarazon

- Las Ventas (Madrid). Decimoctava de la Feria de San Isidro. Se lidiaron novillos de Carmen Segovia, correctos de presentación. Deslucidos, 1º, 3º y 4º; encastado pero sin entrega, el 2º; con genio y peligro, 5º y 6º. Dos tercios de entrada.

- Tomás Campos, de habano y oro, bajonazo, aviso, dos descabellos (silencio); estocada trasera, descabello (silencio).

- Curro de la Casa, de tabaco y oro, estocada tendida, estocada (palmas); estocada muy trasera y tendida, media atravesada, aviso, pinchazo, bajonazo, segundo aviso, dos descabellos (silencio).

- Sebastián Ritter, de celeste y oro, estocada desprendida (silencio); pinchazo, estocada casi entera, aviso, dos descabellos (saludos).

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Buscábamos otro «Lanzavientos», como el bravo remiendo que lidió Juan Bautista hace una semana, y nos encontramos un arrimón de aúpa. Mayestático. Impertérrita firmeza de un Sebastián Ritter que nos rescató del tedio una tarde en la que el pobre juego de los novillos de Carmen Segovia –ora sin raza, ora con peligroso genio– impidió ir más allá del temerario epílogo del colombiano. Directo al pecho se le había venido por dos veces durante su lidia con el capote. Hasta ahí se desplazó. Nada más. Las banderillas, al paso. Agarrado al piso y sin viaje, se atrincheró junto al burladero de cuadrillas. Ritter brindó al público y se acercó a la res. Le ofreció los muslos, las femorales, la barriga... Miradas y más miradas con los pitones resbalando por la taleguilla. Rozándole con la pala del cuerno a la altura de la cintura. Firmísimo hasta rayar la pura inconsciencia. Pasar o cornear, no había tercera opción. La geniuda soberbia terminó claudicando al tremendo valor del nuevo proyecto de Antonio Corbacho. El público, entre el temor a una desgracia y el reconocimiento al mayúsculo esfuerzo, acabó decantado por lo segundo y saludó la única ovación del festejo.

Muy poquitas energías tuvo su primero. El colombiano demostró frescura y variedad con el capote, pero tuvo un excesivo lastre en esa alarmante falta de fuerzas. Se desplomó literalmente por dos veces en el arranque de faena. Ritter estuvo seguro y afanoso, pero los muletazos iban cayendo de uno en uno. Sin repetir más en los engaños, una quimera para lo que demanda Madrid. Ritter, en vista de la falta de raza de su adversario, lo despachó con rapidez.

El otro debutante en Madrid también tuvo una digna «premiere». Fino de cabos y alto de cruz, el segundo novillo apretó de salida al capote de Curro de la Casa, que replicó por ceñidas tafalleras un notable quite por gaoneras del propio Ritter. En la primera de ellas, el utrero cantó sus bondades. Prontitud y casta. No se había echado a la espalda el percal y ya estaba el animal galopando hacia él. De nuevo como un «expresso» se le vino a la franela en el inicio de faena. El alcarreño resistió y ligó dos buenas tandas en redondo. La faena, a medio camino, sin terminar de romper. El novillo, con la misma movilidad, pero sin humillar por abajo ni entregarse. Se echó la tela a la izquierda y trazó tres series, con la ayuda enhebrada en el rabo, más limpias y reposadas. Cerró por bernadinas y lo despachó al segundo viaje, tras una fea voltereta en el primer embroque.

Manso de libro, el quinto protestó y se quitó la pica cuantas veces acudió al peto. Entonces, para colmo de males en una tarde ya en plena caída libre, la boca de riego comenzó a surtir de agua ante la perplejidad de cuadrillas y público. Esperó e hizo hilo en banderillas. Luego, en la muleta tuvo algo más de emoción –clase, ninguna– hasta que, podido, se rajó en busca de las querencias. Los primeros compases, muy toreros, fajándose por bajo. Buenos doblones. Esforzado, sólo el sainete final con la espada empañó un aceptable estreno en Madrid.

Un lote muy deslucido se llevó Tomás Campos. Ni en la final del certamen de abril ni en San Isidro pudo ser. Ayer dos novillos muy insípidos a los que era una misión faraónica ponerles siquiera una brizna de salero. Rompió plaza con un novillo frío y sin pujanza en los primeros compases de su lidia. Tampoco transmitió más en la faena de muleta del pupilo de Rivera Ordóñez, que inició con estatuarios para construir una labor sólida y firme, muy técnica, pero hueca en contenido por la sosería de su oponente. En el cuarto, protestón y sin clase alguna, Campos lo intentó otra vez. Puso tesón, pero no había dónde rascar, sólo cabezazos y parones de otro animal tremendamente deslucido.