Opinión

El país feliz del sancho-yolandismo

El pacto suscrito entre Sánchez y Díaz para gobernar los próximos cuatro años es, en el campo económico, una muy larga carta a los Reyes Magos en un teórico «país feliz»

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i) durante su encuentro con la líder de Sumar, Yolanda Díaz (d) este miércoles en el Congreso durante su ronda de contactos para buscar apoyos a su investidura.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i) durante su encuentro con la líder de Sumar, Yolanda Díaz (d) este miércoles en el Congreso durante su ronda de contactos para buscar apoyos a su investidura. David JarLa Razón

Aldous Huxley (1894-1963), el autor de la distopía «Un mundo feliz», que, claro, era todo menos feliz, explicaba que «los hechos no dejan de existir aunque se los ignore». Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, que no consta que sean ni forofos ni expertos en el autor estadounidense, presentaron esta semana pasada, con toda la pompa y la circunstancia que pudieron utilizar, su acuerdo de Gobierno para, según ellos –y es posible–, los próximos cuatro años que, por otra parte, no serán fáciles. Sánchez, pero sobre todo la líder de Sumar, esboza un mundo –un país– casi feliz en el que se trabajarán menos horas, se ganará más dinero y se cobrarán más pensiones. Más que las líneas de actuación de un Gobierno parece un programa electoral. La investidura está a la vuelta de la esquina, pero si en el último momento Carles Puigdemont da la espantada –algo inimaginable–, ahí estaría la oferta electoral que, por otra parte, en el terreno económico, tiene bastante de carta a los Reyes Magos.

El Gobierno en funciones, con Nadia Calviño y María Jesús Montero, al lado del presidente ven todo de color de rosa, sobre todo, tras los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), que certifica que el número de ocupados aumentó en 209.100 personas en el tercer trimestre, aunque la tasa de paro permaneció estable en el 11,9 % de la población activa, un 0,23 % más que antes del verano. La economía española, es cierto, resiste, pero también tiene los pies de barro y necesita reformas abundantes. El pacto suscrito por Sánchez y Díaz, que no gusta, claro a Pablo Iglesias y sus huestes –Belarra, Montero y Echenique–, desgrana buenos deseos, y son muchos, pero quizá ignora los hechos, como apuntaba Huxley. Por supuesto prolonga los impuestos a la banca y las compañías energéticas, además de los de afectan a las teóricas «grandes fortunas» y anuncia más gravámenes para las empresas, algo que puede rayar en la doble imposición, algo que, claro, además de nuevas subidas del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), provoca urticaria en el sector empresarial, que es lo que parece buscar la líder de Sumar.

El «país feliz», presente y futuro, del «sanchoyolandismo» no coincide, por ejemplo, con el diagnóstico de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), publicado un día más tarde. La OCDE, por ejemplo, reclama más ajustes para equilibrar el sistema de pensiones, el mismo que, según el ministro en funciones José Luis Escrivá, que sueña con suceder a Calviño al frente de la economía, tiene garantizada su sostenibilidad a largo plazo. Los expertos de la OCDE proponen aumentar a 40 años el periodo de cómputo para calcular la pensión, que ahora está en 25 años. Supondría, es cierto, un recorte de la pensión inicial de casi un 10 %, algo que ni Sánchez ni ninguno de sus variopintos y múltiples socios ni tan siquiera quieren escuchar.

El pacto Pedro-Yolanda apunta a numerosos cambios fiscales, pero no una reforma integral, que van en la dirección de una subida generalizada, sobre todo en la imposición directa. Es justo lo contrario de lo que propone la OCDE, que plantea una subida del IVA, con la supresión de los tipos reducidos y colocar el tipo medio en la media europea. Supondría, por la vía rápida, ingresos adicionales de unos 5.000 millones de euros. También sugiere que hay margen en los impuestos medioambientales y que debería elevarse la tributación de los carburantes, el alcohol y el tabaco. Otros 6.000 millones para el fisco y permitiría, también lo dice la OCDE, rebajar la carga fiscal sobre el trabajo, con una progresividad del IRPF muy alta desde tramos de renta muy bajos. Recetas similares –que no se fijan en España, pero que también podrían ser válidas aquí– proponen los economistas Patrick Macnamara (Universidad de Manchester), Myroslav Pidkuyko (Banco de España) y Raffaele Rossi (Universidad de Birminghan) en un documento de trabajo del Banco de España publicado en la web de la institución la semana pasada. Analizan la distribución de la renta y la riqueza en Estados Unidos y concluyen que «una política óptima exige recaudar todos los ingresos fiscales a través del consumo y llevar la redistribución a través de una escala de tipos muy progresivos del impuesto sobre la renta. Las rentas del capital y la riqueza deberían estar exentas de tributación». «Esta política –concluyen– reduce la desigualdad y aumenta la productividad». Nada de esto está contemplado en ese «país feliz» en el que parecen vivir o creen vivir Sánchez y Díaz, y es que «cuanto más egoístas son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje», escribió también Aldous Huxley.

Burocracia enrevesada en los servicios técnicos de Junkers a través de Solusat

Junkers, el fabricante de calderas líder en el mercado español, marca de Robert Bosch España, la compañía que preside Javier González Pareja, tiene delegados la atención técnica de asistencia y mantenimiento a Solusat, empresa que, con la cobertura de contratos legales pero de terminología equívoca, ha burocratizado hasta extremos infinitos y también incómodos para los clientes de sus servicios, que con frecuencia se encuentran impotentes y sin opciones alternativas.

El muy largo tobogán del dólar en la cotización con el euro

El dólar y el euro cotizan desde hace casi un año en un tobogán que parece interminable entre 1,12 dólares/euro y los 1,04. Hace un año el euro cayó, incluso por debajo de la paridad, hasta los 0,95 dólares, aunque se recuperó y llegó a los citados 1,12 dólares. La duda que plantean los expertos –y los mercados, ahora titubeantes– es si en el futuro más inmediato habrá nuevas caídas, pero la opinión mayoritaria es pesimista sobre el euro porque se prevé más debilidad en la economía europea.