Londres

Jane Goodall: «La investigación con animales no ha ayudado a la sociedad»

Jane Goodall: «La investigación con animales no ha ayudado a la sociedad»
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Ha pasado media vida estudiando a los chimpancés y, la otra mitad, protegiéndolos. Jane Goodall (Londres, 1934) se encuentra esta semana en nuestro país, donde, además de recibir el premio internacional de la Asociación Parlamentaria en Defensa de los Animales, ha abogado con la pasión que la caracteriza por la defensa del medio ambiente. La primatóloga presentó ayer en la tienda de National Geographic de Madrid (coincidiendo con el 125 aniversario de la sociedad) la campaña «Movilízate por la selva»: cada móvil que se «recicle» contribuye al cuidado de la naturaleza.

–El Gobierno español prepara una ley para prohibir la experimentación científica en grandes simios. ¿Es un paso adelante?

–Una ley siempre es positiva. El problema viene cuando se tiene que implementar la ley. En muchos países existe una legislación, pero sólo en papel. Y al final no se aplica. En todo caso, siempre es bueno que exista un texto legal, porque aporta una base y apunta lo que se puede y no se puede hacer.

–¿Cuál es su percepción, a día de hoy, del uso de animales con fines científicos?

–La investigación con chimpancés se está desvaneciendo, sobre todo porque las pruebas son caras, aunque aún se hacen algunos experimentos en EE UU. Pero los monos y otros animales como los perros, los gatos, las ratas... Me temo que todavía es frecuente. Las nuevas regulaciones de la Unión Europea exigen una mejora del bienestar animal. Al menos, está aumentando la preocupación acerca de que los animales necesitan otro trato. Es algo, pero no es suficiente.

–¿Es la sociedad consciente de que animales como los chimpancés son capaces de sentir tristeza, alegría, dolor... tal como nosotros?

–La gente está empezando a aceptar que los chimpancés son capaces de sentir esas emociones, porque biológica y cerebralmente son similares a nosotros. Lo que acepta menos es el hecho de que otros animales también tengan personalidad, posean una mente, pueden pensar... Las nuevas recomendaciones y regulaciones de la UE sobre bienestar animal indican que incluso los pulpos pueden sentir dolor. Y esta es una idea que no está reconocida de manera generalizada. La gente que abusa de estos animales, como ocurre en la investigación clínica, la crianza intensiva o la tauromaquia, no quiere creer que pueden sentir dolor y miedo. Espero que, gracias a programas como el nuestro, la sociedad, de manera gradual, cambie su percepción. Especialmente la gente joven.

–Si existen métodos alternativos, ¿por qué no se usan?

–No hay alternativas para todo. Primero, se debe en buena parte a que detrás de estas prácticas hay una industria multimillonaria: la comida, las jaulas, los técnicos... Pero también, se debe a que las compañías tienen miedo a probar nuevos métodos. Usan animales porque se han estado utilizando siempre y temen equivocarse. La investigación con animales no ayuda a la gente. Y si realmente trabajamos para encontrar las alternativas, las hallaremos para casi todo. O incluso para todo. Hoy existen un montón de alternativas. Y los resultados con la experimentación no han sido tan exitosos como pensábamos.

–Es una idea que cuesta que «cale», pese a que redunda en nuestro propio beneficio.

–Creo que, moralmente, necesitamos otra forma de pensar. Para que nuestra propia civilización sobreviva y por nuestro propio beneficio en el futuro. Nos comportamos de forma abominable también con la especie humana. «De acuerdo, vamos a usarlos, son solos animales...». Tenemos que desarrollarnos moralmente. Convertirnos en una especie mejor.