Viajes
«El tiempo también pinta», frase del célebre artista zaragozano Francisco de Goya. Podría interpretarse que con estas palabras quiso dejar constancia de la historia de una ciudad que fue tan importante para él: Zaragoza. En ella, monumentos, calles y plazas son lienzos de una belleza difícil de describir.
Sí, así es Zaragoza, una ciudad cuyo pasado le ha otorgado los títulos de Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica e Inmortal, valores que representan lugares como su Plaza de los Sitios, que debe el nombre a los heroicos actos de los zaragozanos que tuvieron lugar durante la Guerra de la Independencia. Por el espíritu de lucha que envuelve a esta urbe, Zaragoza despierta, tanto en el turista que la visita como en todo aquel que vive allí, emociones muy profundas al recorrerla.
La Plaza del Pilar, uno de los mejores puntos de partida para conocer la ciudad
Esta plaza es conocida con el sobrenombre de «el salón de la ciudad». Sorprende su inmensidad, de hecho, puede presumir de ser una de las plazas peatonales más grandes de Europa. En su interior alberga las dos catedrales de Zaragoza, así como otros edificios y monumentos emblemáticos: la Lonja, el Ayuntamiento, la Fuente de la Hispanidad y una escultura a Goya. A ella se accede por las calles Alfonso I y Don Jaime I, por algunas callejuelas del casco histórico, por la Avenida de César Augusto y por el Paseo de Echegaray y Caballero. Por su ubicación y por sus diferentes conexiones, se trata de uno de los rincones imprescindibles por los que hay que pasar para empaparse del alma de la ciudad.
Pero hay que pasar por esta plaza con calma y con tiempo suficiente para admirarla, pues en ella se alzan, imponentes, la Catedral del Pilar y la Catedral del Salvador de Zaragoza. La primera está considerada el templo barroco más grande de España; la segunda, conocida como la Seo, se caracteriza por los diversos estilos arquitectónicos que la forman, dotándola de un eclecticismo artístico de riqueza incalculable.
Barrios y vías que son iconos zaragozanos: El Tubo y la calle Alfonso I
Situado en el casco viejo de la ciudad, el Tubo es un entramado de estrechas calles que alberga la principal zona de tapeo de la ciudad, y la de más solera, encontrándose allí establecimientos con más de cien años, donde comer y beber se convierte en una actividad cultural. El Tubo limita con la antes citada calle Alfonso I, que es la principal de toda la zona céntrica; en ella, destacan sus bonitos edificios y la diversidad de sus comercios. Es una calle que nunca duerme, no importa la hora que sea, siempre está llena de vida. Tiene un encanto especial, algo que la hace única y reconocible: tiene alma.
Su arteria principal, el río Ebro y otros sitios de interés histórico
Zaragoza se caracteriza también por estar dividida en dos por el río Ebro, su arteria principal. Más de diez puentes lo cruzan a su paso por la capital de Aragón, siendo el más antiguo de todos ellos el Puente de Piedra, que desde el siglo XV hasta el XIX era prácticamente la única forma de pasar las aguas del Ebro. En la actualidad es uno los puentes más representativos de la capital del cierzo.
Esta ciudad tiene multitud de «tesoros», como La Casa de los Azulejos, conocida como Casa So-lans. Es, sin duda, el edificio modernista más bello de Zaragoza. Construida entre 1918 y 1921, siempre estuvo rodeada de un halo de curiosidad por su diseño. Hoy día se organizan visitas en las que se cuentan todos sus secretos.
Otra joya zaragozana es la Iglesia de la Magdalena, uno de los templos mudéjares más bellos y mejor conservados que pueden visitarse, así como la Basílica de Santa Engracia, el Palacio de la Aljafería, el Arco del Deán, el Patio de la Infanta…
«Zaragoza no se rinde»
Las palabras de Benito Peréz Galdós describen el carácter del pueblo zaragozano: «Zaragoza no se rinde. La reducirán a polvo: de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo se abrirá vomitando llamas; y lanzados al aire los cimientos, caerán las tejas al fondo de los pozos; pero entre los muertos habrá siempre una lengua para decir que Zaragoza no se rinde».
Por todo lo que ofrece, entre lo que destaca la calidez de sus negocios y el trato de sus gentes, viajar a Zaragoza o vivir en ella, es un despertar de emociones.