
El destino
Picos de Europa: el lujo de dormir en la naturaleza
El oriente de Asturias regala al viajero el privilegio de aunar mar y montaña en apenas unos kilómetros

Las copiosas lluvias de estos últimos meses han teñido la península de un frondoso manto verde que todavía perdura. Sin embargo, esta es la idílica estampa que domina el horizonte de Asturias durante todo el año, un paraíso natural que hace las delicias de quienes buscan desconectar en plena naturaleza y en familia.
Asturias no defrauda y su zona oriental se lleva la palma. No es para menos, pues presume de las montañas de mayor altitud de la cordillera cantábrica, con los impresionantes Picos de Europa, que acarician una costa tan abrupta como hermosa, además de albergar el lugar donde se inició la Reconquista en España, con la imponente Basílica de Covadonga como santo y seña.
Cada vez más viajeros priorizan la conexión con la naturaleza y el placer de descubrir lugares inesperados en zonas rurales. Y ahí Airbnb resulta el aliado más seguro para encontrar la estancia perfecta, sobre todo si se viaja con niños, tal y como demuestra el hecho de que más del 30% de las búsquedas de viajes para primavera en Airbnb provienen de familias o grupos.

Levantarse por la mañana, abrir la ventana, respirar aire puro y sentirse acariciado por el mítico Picu Urriellu, conocido como el Naranjo de Bulnes, no tiene precio. Y es lo que ofrecen, por ejemplo, los numerosos alojamientos que propone esta plataforma de alquiler turístico en Carreña de Cabrales, Póo de Cabrales o Las Arenas, «base de operaciones» ideal para recorrer en coche este concejo y tener en casa todas las comodidades con la máxima flexibilidad.
Entre las experiencias imprescindibles que no hay que perderse por estos lares destaca, por ejemplo, la realización de la Ruta del Cares, de dificultad media. Debe iniciarse desde Poncebos y regala al viajero unas vistas únicas. Sin embargo, si se viaja con niños aún pequeños, lo más aconsejable es optar por otra aventura más sencilla, como la de descubrir Bulnes, una de las aldeas más altas de Asturias, a la que se llega en funicular. Una vez arriba, aquí se respira una atmósfera inusitada, una realidad rústica en la que apenas se dejan ver una decena de vecinos y en la que la montaña es la gran protagonista, pues el pueblo está circundado por cumbres poderosas de 1.600 metros de altitud.
La otra gran cita obligada es, sin duda, el ascenso hasta el Real Sitio de Covadonga y la Santa Cueva, donde aguarda la Santina, pues aúna historia, espiritualidad a raudales y una naturaleza que quita el hipo. Desde allí, en temporada alta es posible usar diferentes medios de transporte público para deambular por la estrecha carretera que sube hasta los icónicos Lagos de Covadonga, un «must» para cualquier viajero que se precie. Una vez en la llanura superior, tan solo queda disfrutar del espectáculo visual que nos regala este lugar único en el mundo.
Costa para todos los gustos
Si los Picos de Europa resultan magnéticos, la costa oriental asturiana completa la jugada a la perfección, gracias a más de 40 playas, las cuevas prehistóricas de Tito Bustillo o el Pindal, el Museo Jurásico de Asturias y las huellas de dinosaurio o la posibilidad de realizar el clásico descenso en canoa por el río Sella. Y todo ello salpicado de preciosas villas marineras como Llanes, Ribadesella, Lastres o Tazones.
Para quienes busquen algo más, algunas excursiones muy recomendables son, por ejemplo, acceder hasta la Playa de Gulpiyuri, en Llanes, catalogada como Monumento Natural por su peculiaridad. Y no muy lejos, también en la costa de Llanes, es posible admirar los bufones de Pría, unas particulares chimeneas que expulsan agua a presión a modo de géiser provocando un característico sonido, un bufido, que sorprende a grandes y pequeños.
Las posibilidades resultan casi infinitas en Asturias, por lo que lo más aconsejable es llevar bien diseñado el itinerario y no tenerle miedo a la lluvia. La aventura merece la pena, y la gastronomía, también, pues este paraíso verde además lo es del buen comer, con la fabada cocinada a fuego lento como gran estandarte, pero con otras delicias como el cachopo, la tarta de queso o los propios quesos del oriente. Todo regado, por supuesto, con una sidriña natural.
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