España

El piloto del Bronx que luchó con Franco

Vincent Patriarca fue el único aviador americano que combatió en la Guerra Civil española al lado de los nacionales. Su avión fue embestido por un piloto kamikaze republicano, pero vivió para contarlo

El piloto del Bronx que luchó con Franco
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Vincent Patriarca era neoyorquino, pero de origen italiano y, aunque la Guerra Civil española podía haberla vivido de lejos, acabó atravesando el espacio aéreo español para convertirse en protagonista. Volar era su gran sueño desde niño. Su padre tenía una barbería en una pequeña calle de City Island, en pleno barrio del Bronx neoyorkino; pero Vincent decidió intentar entrar en la Armada de Estados Unidos. No lo consiguió por siete centímetros: medía 1,65 y la estatura mínima para poder realizar las pruebas era de 1,72. No pudo superar aquel impedimento, pero sí sobrevivió al «crack» de 1929; dos años después, ya estaba realizando cursos de iniciación al vuelo en la aviación civil en los aeródromos de Flushing y Metropolitan, en la zona de Queens.

Con sólo 50 horas de vuelo, los bolsillos vacíos y un futuro poco atractivo como piloto comercial, recurrió a su origen italiano para dejar EE UU. El consulado de Italia le facilitó el viaje a Europa, para formarse en la Regia Aeronáutica Italiana. En noviembre de 1933, y sin hablar una palabra de italiano, ingresó en las academias de suboficiales-pilotos de la aviación. Su peregrinaje le llevó a formarse en Grotteglie, Trieste y, posteriormente, en Gorizia, centro de formación de los pilotos de caza de la época. Dos años más tarde, elevado ya a sargento, era un completo especialista en pilotar los modernos Fiat CR30 y CR32.

A bordo de uno de estos biplanos, Vincent participó en 1935 en la guerra de Etiopía, apoyando desde el aire las operaciones terrestres del Ejército italiano contra las tropas africanas. Fue su primera contienda, experiencia que plasmó en su diario personal, donde aludía al calor asfixiante que pasó en África y a los «pocos problemas a los que tuvo que hacer frente» durante la contienda, preludio de la que sería, poco después, la batalla más importante de su vida.

De vuelta en Italia, en la base de Triestre recibió una noticia que le marcaría de por vida: su coronel reunió a oficiales y suboficiales para reclutar voluntarios y preparar una misión en la Península Ibérica. Era agosto de 1936, la Guerra Civil había estallado en España hacía menos de un mes y Franco había solicitado ayuda a Italia y Alemania.

Avería en el Estrecho

El día 5 partieron desde Génova una veintena de mecánicos, artilleros y pilotos, entre los que se encontraba Vincent. Los días previos a su marcha, los componentes de la expedición se acuartelaron en una base aérea, aislados del mundo. La misión fue preparada al detalle por las autoridades italianas: los cazas CR32 fueron desmontados pieza a pieza y embarcados en un supuesto mercante carbonero con el que iban a llegar a España. Fue la primera expedición de aviadores italianos que llegó a la Península.

El 14 de agosto desembarcaron en el puerto de Melilla, ciudad controlada por las tropas de Franco. Poco antes de llegar, escucharon por radio que un bombardero Savoia Marchetti, con bandera italiana, había realizado un aterrizaje de emergencia en una playa del Marruecos francés, provocando un conflicto diplomático entre los dos países. Ya en España, la expedición quedó engrosada como parte de la Legión Extranjera, y tras montar los cazas recibieron la orden de dirigirse a Sevilla, en poder de los nacionales.

Lo que parecía un desplazamiento sencillo cruzando el estrecho de Gibraltar se convirtió en una pesadilla para Vincent. Cuando la escuadrilla de cinco aviones se encontraba atravesando el Estrecho, la climatología adversa hizo que Patriarca perdiera el control del avión, que empezó a vibrar y a perder altura. Con muchas dificultades, tuvo que regresar a Tetuán, donde sólo quedaban algunos bombarderos alemanes y mecánicos españoles que repararon el motor de su Fiat. Finalmente, logró aterrizar en Sevilla, y se instaló con el resto de sus compañeros en el Hotel Majestic, alojamiento en pleno corazón de la ciudad donde solían acudir actrices, cantantes y toreros. La ciudad encandiló al aviador, que la describió así en su diario: «Es una ciudad alegre. En los locales públicos, grupos de jóvenes bailan flamenco. Los gitanos son los mejores. Me paro a escuchar las guitarras y disfruto enormemente».

Trece días después de llegar a la España nacional, Vicent Patriarca tuvo su bautismo de fuego. El capitán Dequal, jefe de su expedición, le ordenó formar parte de una escolta de bombarderos Savoia para atacar los depósitos petrolíferos del puerto de Málaga, en manos republicanas. Antes de entrar en el espacio aéreo malagueño, el piloto estadounidense se enfrentó a un avión republicano. En su diario, Patriarca contó con detalle cómo consiguió abatirle disparando su ametralladora a más de 3.000 metros de altura, suceso del que dieron fe varios compañeros de Patriarca, aunque no fue confirmado por el Alto Mando español. Nunca antes había mantenido un combate aéreo.

Con el héroe de la aviación

Tras varias operaciones en los frentes de Córdoba y Granada, parte de la escuadrilla de Patriarca recibió la orden de desplazarse hasta Cáceres. Las fuerzas de Franco tenían como objetivo acercarse a Madrid y liberar previamente el Alcázar de Toledo, donde se habían encerrado cientos de militares y guardias civiles partidarios del alzamiento. La llegada de Patriarca a Cáceres no se produjo sin incidentes, como recordó después en su diario: «Los mapas que teníamos eran de carretera. Para seguir una ruta debíamos identificar determinados puntos o bien utilizar cartas gráficas y las únicas que teníamos sólo marcaban las vías principales. Era muy complicado y nos perdimos». La mala señalización de los mapas les llevó a entrar en el espacio aéreo portugués, donde realizaron un aterrizaje de emergencia, desviados de su ruta y prácticamente sin combustible.

El 5 de septiembre de 1936, Patriarca y sus compañeros llegaron por fin a Cáceres. Allí se reencontraron con el as de la aviación española, Joaquín García Morato, con el que ya habían coincidido en Sevilla y que había empezado a pilotar los Fiat italianos. Como hizo en el frente de Andalucía, Patriarca volvió a escoltar a los bombarderos alemanes Ju-52, que atacaban las posiciones republicanas en el frente de Talavera. En una de sus primeras misiones, Vincent consiguió derribar un Nieuport republicano y dañar considerablemente un Breguet XIX, como consta en el diario de operaciones del coronel Ruggero Bonomi, jefe de la aviación italiana en España: «A 3.000 metros se avista una patrulla de tres Breguet enemigos que se dirigen hacia nuestras líneas para bombardear. Los CR32 mantienen un combate en el que también participa un Nieuport. Dequal y Avvico abaten a un Breguet y Patriarca, que observa un Nieuport más arriba, también lo abate».

Lucha encarnizada en el aire

Dos días después del último enfrentamiento, Vincent Patriarca se enfrentará al momento más difícil y peligroso de su historia aérea, y probablemente de su vida. Recibe la orden de acompañar a García Morato y a su compañero Baschirotto en una nueva misión de escolta a varios bombarderos. Cruzando el cielo de Talavera de la Reina se produce un duro combate en el aire, al encontrarse con tres cazas republicanos que escoltaban a dos bombarderos Potez. La lucha entre los cazas rebeldes y los leales fue encarnizada. Durante más de treinta minutos, las dos escuadrillas enemigas se ametrallaron entre sí hasta que dos de los tres Nieuport republicanos fueron derribados.

Después tendría lugar el momento más trágico en la historia militar de Vincent Patriarca. El único caza enemigo que aguantaba el vuelo, conducido por el aviador republicano Félix Urtubi, todo un ídolo para el bando leal, decidió embestir al piloto americano. Los dos aviones, frente a frente, continuaron ametrallándose, hasta que, en décimas de segundo, el Nieuport de Urtubi embistió al Fiat de Patriarca. El avión italiano perdió media ala en el combate y el fuselaje se vio muy dañado por el impacto. Tras la embestida, Vincent intentó controlar la nave como pudo, pero los mandos no respondían y empezó a perder altura a una velocidad vertiginosa. A duras penas y en plena caída, el italiano logró desabrocharse el cinturón de seguridad y consiguió saltar del avión con el paracaídas, esquivando así una muerte segura.

El general Hidalgo de Cisneros, jefe de la aviación republicana, narró el combate en la prensa de la época, calificando a la escuadrilla italiana como «pájaros de presa que atacaron a aquel solitario Nieuport, decididos a no dejarle escapar. Urtubi continuó luchando hasta que, agotadas las municiones y seguramente herido, se lanzó contra el Fiat más cercano, al que consiguió embestir y derribar. Pero en el encuentro también cayó Urtubi, esta vez para no regresar».

A pesar de lograr burlar a la muerte, la caída de Patriarca en paracaídas no fue su salvación completa: el piloto aterrizó en el interior de las líneas republicanas, donde fue detenido por una patrulla de milicianos. Patriarca recordó en su diario que «uno de ellos intentó golpearme con la bayoneta de su fusil, pero conseguí frenarlo».

Tras ser registrado y arrebatadas sus pertenencias, le trasladaron hasta una fábrica abandonada de camino a Toledo, donde fue interrogado por el coronel Asensio Torrado, que por aquel entonces dirigía el frente de batalla. Vincent nunca olvidó el buen trato que le dio el militar republicano, que llegó a ofrecerle café y galletas y le entregó su propio paquete de tabaco.

Tras el interrogatorio de Asensio, el piloto fue trasladado por carretera a Madrid, donde fue interrogado por el propio Indalecio Prieto, ministro de la Marina y del Aire. En declaraciones a LA RAZÓN, Daniele Patriarca, hijo del aviador, se refiere así a este capítulo de la vida de su padre: «En el interrogatorio del Ministerio de la Marina en Madrid también estaba presente el antifascista italiano Pietro Nenni, que en aquellos momentos formaba parte de la Brigada Garibaldi, y muchos años más tarde, en 1968, terminaría siendo Ministro de Exteriores del Gobierno de Italia». Muchos años antes, Vincent Patriarca aseguró que el propio Nenni «amenazó con fusilarme», sin embargo, ninguno de los mandos republicanos se atrevió a tomar esa decisión. Patriarca aclaró que él no era un súbdito italiano, como podían pensar en un primer momento, ya que su nacionalidad era estadounidense. Ni Prieto ni Nenni le creyeron; los dos dirigentes socialistas pensaban que Patriarca quería escapar del pelotón de fusilamiento alegando que había nacido en Nueva York. Sus sospechas fueron tan grandes que enviaron a un voluntario internacional que hablaba inglés para comprobar si era ésa la lengua materna de Patriarca. Su prueba desmontó los recelos de los dos dirigentes: Vincent demostró cuál era su verdadera nacionalidad.

América le espera

En aquellos tiempos de guerra, la captura de un piloto nacional era una buena opción para utilizarla como fin propagandístico. Los periódicos de la época recogieron las declaraciones ante la Justicia de Vincent, omitiendo que su nacionalidad era americana y refiriéndose a él como «el piloto italiano Vincenzo Patriarca». De hecho, su apresamiento también fue utilizado por Álvarez del Vayo en un discurso que pronunció ante la Sociedad de Naciones, en el que demostraba que Italia y Alemania apoyaban a Franco al enviar a pilotos de estos países para combatir a favor de los alzados.

El piloto estadounidense estuvo más de dos meses en la cárcel. Tras abandonar el Ministerio de la Marina y el Aire, donde estuvo más de una semana incomunicado, fue trasladado al Cuartel de Conde Duque, donde se hallaba el depósito de evadidos y prisioneros del Ejército de la República. Durante ese tiempo sufrió al menos dos simulacros de fusilamiento, algo que le marcaría de por vida.

Patriarca fue acusado de un delito de «auxilio a la rebelión» por el Juzgado número seis de Madrid. El 29 de octubre de 1936, el piloto fue interrogado por el juez, al que mintió sobre su presencia en España. Negó formar parte de la aviación italiana y manifestó que se había enrolado en la Guerra Civil «al encontrarse trabajando para la compañía aérea Fiat». Aseguró que le pagaban «5.000 pesetas al mes por luchar en España» y reconoció que el avión de Félix Urtubi impactó contra el suyo «derribándolo en el frente de Talavera».

Días después, el piloto americano recibiría la visita de dos funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en Madrid, que había recibido el aviso de la presencia de un americano prisionero en la capital. Uno de los funcionarios, Eric Wendeling, se comprometió a hacer todo lo posible para liberarle. Jay Allen, periodista norteamericano que trabajaba para el «Chicago Daily Tribune», consiguió entrevistar a Patriarca en la cárcel de Conde Duque, escribiendo el siguiente titular: «Joven piloto americano, con lágrimas en los ojos, cuenta una historia de guerra». En la entrevista, Allen relataba que al prisionero «se le inundaron los ojos de lágrimas cuando le habló de Urtubi, el bravo piloto republicano que murió impactando contra su Fiat». El periodista estadounidense también reflejó otros titulares del piloto: «Sé que cuando vuelva, mis amigos me mirarán como un piojo porque he luchado contra personas que defienden la libertad. Si me fusilan, sentiré haber hecho daño a mi familia. Mi padre me necesita».

Las palabras de Patriarca ante el «Chicago Daily Tribune» causaron un impacto enorme al otro lado del Atlántico. Miles de personas se movilizaron en Nueva York para pedir la libertad del piloto del Bronx. Hasta una importante organización, el Comité de las Mil Madres, pidió a la Casa Blanca que hiciera todo lo posible para liberarle.

La embajada americana en Madrid logró la liberación de Patriarca a últimos de noviembre de 1936. Las negociaciones en secreto de Wendeling con Indalecio Prieto y Álvarez del Vayo terminaron el 24 de noviembre, y un día más tarde, coincidiendo con la festividad de Acción de Gracias, el piloto norteamericano fue liberado con la condición de ser recluido en la Embajada de Estados Unidos en Madrid. La pesadilla había terminado. Sólo tenía 23 años.

Patriarca fue evacuado con otros ciudadanos estadounidenses a Valencia. Desde allí partieron en barco a Francia, de Marsella fue a París, y de París, al puerto de Le Havre, donde cogió un barco rumbo a Nueva York, ciudad a la que llegó en diciembre del 36. En la Gran Manzana fue recibido como una estrella de Hollywood: cientos de personas le esperaron en el puerto, donde acudieron numerosos medios de comunicación. Allí se reencontró con su padre, que le dio un fuerte y emocionado abrazo. Antes de volver a Italia, participó en el programa del prestigioso periodista de Radio City Floyd Gibbons, donde contó las vicisitudes de su historia.

Campo de concentración

Al volver a Italia, se reintegró en la aviación y participó en la Segunda Guerra Mundial, donde consiguió abatir a dos bombarderos británicos en la costa de Nápoles. También luchó en el frente francés y en la Unión Soviética. Cuando EE UU entró en guerra, estando su hermano enrolado en los marines, el alto mando del Ejército italiano decidió relegarle de misiones operativas y le enviaron a una base de formación, de la que se hicieron cargo los nazis en 1943.

La guerra ya estaba perdida para Italia y Patriarca no quiere seguir combatiendo. Los alemanes le arrestan y le envían a diferentes campos de concentración en Polonia. Tras casi dos años en condiciones infrahumanas consigue obtener la libertad tras escribir una carta a Vittorio Mussolini, entonces cónsul italiano en Munich.

Terminada la guerra, Vincent se reengancha al Ejército, del que se retira el 12 de enero de 1959, con 46 años, la edad máxima para un piloto de combate. Según los italianos, Vincent ya era demasiado mayor para volar, por lo que decidió retirarse voluntariamente y abandonó el cielo para siempre.

Al lado de García-Morato

Vincent Patriarca combatió en algunos momentos de la Guerra Civil al lado de Joaquín García-Morato (en la imagen), quien fue considerado un verdadero héroe de la aviación del bando franquista. Estuvo destinado en la guerra del Rif, pero fue entre 1936 y 1939 cuando consiguió sus mayores triunfos como piloto. Participó en los frentes de Andalucía, Extremadura (en Cáceres conoce a Vincent Patriarca), en la Batalla del Jarama o en Talavera de la Reina, donde fue abatido en la misma misión que el piloto norteamericano. Se cree que realizó más de cuarenta derribos de aparatos republicanos en centenares de acciones de combate. El 4 de abril de 1939, recién acabada la guerra, muere tras estrellarse su avión en una exhibición en Griñón (Madrid).