Pedro Narváez

Ni que Foxá fuera Bin Laden

La Razón
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La ignorancia pesa más que la ideología. Ante los currículos de algunos de los concejales que gobiernan Madrid expreso mis dudas de que hayan leído más allá de un manual de todo lo que necesita saber para parecer culto, un pequeño volumen para quedar bien en la barra del bar o en alguna tertulia o, más recientemente, el Juan de Mairena, tras el regalo de Pablo Iglesias para el que Machado entra en los lugares comunes de la poesía y de la literatura que él cataloga como republicana. Una cursilería. Todo lo que vino depues no podía ser bueno. Son torpes hasta para elegir el catálogo de citas cazadas al vuelo, como las trampas de los rufianes. Llegados a este punto, Alberti puede tener no una calle sino un barrio entero si fuera necesario. Gaviota, gaviota, al poeta de El Puerto el vulgo lo conoce por las imitaciones de los Morancos. Si fuera por ellos, «Viaje al fin de la noche», de Céline, sería un libro prohibido. Alberti gastaba pistolón y ninguno de los nombres que postulan como exiliados de las calles de Madrid usaban que se sepa cinturón explosivo. «Lo que no es tradición es plagio», rezaba la frase más célebre de Eugenio D’Ors, que explica lo que ahora sucede en el consistorio izquierdista, burdo imitador del Boletín del Estado franquista que abolió los nombres sospechosos. El Ayuntamiento es un «Tu cara me suena», un grotesco concurso de disfraces en el que Carmona quería ser la más bella del baile hasta que llegó la alcaldesa con ínfulas de madrastra de Blancanieves para gritar que en cuestión antifranquista ella es la más guapa del reino y que se colgará la medalla al mérito de la estupidez. O sea, volvemos a las maneras de los años treinta, como si el tiempo no hubiera pasado y despertáramos de un sueño. Proponer siquiera la purga de Foxá, Eugenio D’Ors, Pemán o Muñoz Seca es el envés de una sátira berlanguiana que bordaría el marqués de las Marismas. Está mejor Carmena, en estos momentos de infelicidad, hablando de las intimidades sexuales, del clítoris, de la penetración y de todo el erotismo que confiesa a Maruja Torres, que de adalid demócrata, aunque entre el Eros y el Tánatos hay sólo un gemido. La historia no puede cambiarse y la memoria es caprichosa y hasta embustera, como bien sabe la especialista en magdalenas. Cuarenta años después de que se le diera por muerto, para todos menos para el juez Garzón, Franco ha vuelto para que la izquierda cargue de nuevo contra la derecha, a la que sigue culpando de matar a Lorca. Entre los nombres nominados para viajar de la calle al limbo también hay asesinados, como Muñoz Seca, con el visto bueno de Santiago Carrillo, que seguirá conservando su placa en una esquina del infierno además de en el callejero. En este circo justiciero que se abre cada cierto tiempo ya no caben más bestias. Perros callejeros.