Cultura

Coronavirus

El escritor que predijo el coronavirus de Wuhan en 1981

Dean Koontz basó su libro “Los ojos de la oscuridad” en un peligroso virus mortal liberado en la ciudad china en el año 2020

Además de “Los Simpsons”, que siempre lo predicen todo, existen muchos autores que han predicho muchas de las cosas que han ocurrido años, incluso siglos después. El más popular es Nostradamus, que publicó sus profecías en 1555, y al que muchos le atribuyen el mérito de haber predicho todas las catástrofes del mundo desde su época hasta hoy y que pueden seguir produciéndose hasta el año 3797. Los científicos rechazan esta idea y creen que son interpretaciones tendenciosas, pero están ahí. También están las profecías bíblicas, el oráculo de Delfos o los jeroglíficos del juicio final...

Los amigos de las ciencias ocultas buscan siempre similitudes entre escritos o hechos con lo que al final pasa en la realidad. El último caso es el del escritor norteamericano Dean Koontz que, en 1981, publicó “Los ojos de la oscuridad”, en el que se adelantó casi 40 años al brote de coronavirus. Es cierto, que con muchos matices. En su novela de terror describe cómo el gobierno Chino elabora un arma biológica: un virus mortal creado con 400 microorganismos en un laboratorio de alta seguridad ubicado en Wuhan. Y está ambientada en el año 2020. ¿Les suena?

En este caso el virus se llamó Wuhan-400, pero las características son muy diferentes a las del coronavirus que ha acabado ya con más de 2.000 personas en todo el mundo. El Wuhan-400, según describe el libro “es un arma perfecta. Afecta sólo a los seres humanos. Ninguna otra criatura viviente puede transportarla. Y, al igual que la sífilis, no puede sobrevivir fuera de un cuerpo humano vivo más allá de un minuto, lo cual significa que no puede contaminar de manera permanente objetos o lugares completos, como sucede con el ántrax u otras bacterias virulentas. Y cuando el huésped muere, el Wuhan-400 perece con él escaso tiempo después, en cuanto la temperatura del cadáver desciende por debajo de los treinta grados”. “Uno se convierte en portador infeccioso sólo cuatro horas después de haber entrado en contacto con el virus. Y ése es un extraordinariamente breve período de gestación. Una vez infectado, ya no se vive más allá de veinticuatro horas. La mayoría muere en sólo doce horas. El índice de letalidad es del ciento por ciento. Nadie puede sobrevivir. El virus emigra al bulbo raquídeo, y desde allí comienza a segregar una toxina que, literalmente, se come todo el tejido cerebral, del mismo modo que el ácido de una batería disuelve la estopilla. Y así destruye la parte del cerebro que controla todas las funciones autónomas del cuerpo. La víctima, simplemente, deja de tener pulso, los órganos no le funcionan o ya no hay impulso respiratorio”, indica uno de los personajes en el libro.

En cambio, el coronavirus actual tiene origen animal, su periodo de incubación va de los 4 a los 14 días y, por supuesto, el índice de mortalidad es mucho menor: un 3 por ciento. Además, puede sobrevivir fuera del cuerpo más de una semana, se contagia entre personas, aunque se puede contraer a través de superficies o alimentos contaminados. Los síntomas tampoco coinciden, mientras el Wuhan-400 del libro causaba mareos. y fuertes náuseas, el coronavirus tiene los síntomas habituales de la gripe estacional.

Dicho todo esto, cuando el libro fue publicado no hablaba del Wuhan-400 chino sino del Gorki-400 -nombre de una ciudad industrial situada a 380 kilómetros al este de Moscú- y responsabilizaba al gobierno ruso de su creación. Pero como “Los ojos de la oscuridad” se publicó en plena guerra fría, los editores y el escritor decidieron cambiar Rusia por China para no ofender a los soviéticos. Lo que sí sorprende

Algo similar ocurrió con la novela de 1889, “Futility” que hablaba del hundimiento de Titán un enorme trasantlántico en el Atlántico Norte al chocar con un iceberg. El Titanic se hundió 14 años después. En una edición posterior a la catástrofe, el libro se reeditó con algunos cambios para que la historia real y la ficticia tuvieran más puntos en común.