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Andalucía

¿Quién abandona el paraíso por la Villa y Corte?

No ha debido ser fácil dejar atrás las empinadas cuestas de Vejer de la Frontera (Cádiz) y las fachadas encaladas de su infancia por el tráfico de la era post Madrid Central para Pepe Ortiz

Pepe Ortiz con Vejer de la Frontera, siempre luminosa, al fondo
Pepe Ortiz con Vejer de la Frontera, siempre luminosa, al fondoJAVIMOREENM

La Plaza de España, la de las ranas, por la carrera de San Jerónimo. Los cafelitos a las puertas del Convento de San Francisco junto a su sempiterna parroquia de ancianos pegados a una garrota por las aguas con gas y los gin tonics de los gastrobares frecuentados por tipos con look de winners tiesos. La vista siempre cautivadora de La Janda y el Atlántico que baña la otra orilla del mundo por las intrigas de los pasillos de Génova y la moqueta del Congreso de los Diputados.

No ha debido ser fácil, no, dejar atrás las cuestas empinadas y las fachadas encaladas de su infancia por el tráfico de la era post Madrid Central. Pero ésta, ahora, ha sido la decisión que ha tomado José Ortiz, Pepe Ortiz, un político precoz criado en los postulados de Nuevas Generaciones del PP y clave en la renovación de las filas populares en la provincia de Cádiz, que desde hace ocho años y medio agarraba con fuerza la vara de mando del Ayuntamiento de Vejer. Hace justo un año, cuando se eligieron a los representantes del Parlamento de Andalucía, Pepe renunció al acta de diputado y se mantuvo en el sillón de alcalde. Luego se quedó fuera de las listas nacionales en las elecciones de abril, en una operación de sonoro malestar, y ahora que disfrutaba de la placidez que da la mayoría absoluta anuncia que aparca la política municipal –aunque se mantendrá vinculado de manera simbólica como Teniente de Alcalde– por el papel, todavía poco claro, que tendrá en la política nacional este hombre de Pablo Casado. ¿Por qué ahora y no antes? En las entrevistas que ha concedido Ortiz en estos últimos días desde que anunció su decisión ha asegurado que, por un lado, no podía pegarle otro portazo al partido y, por otro, que confía en que su visibilidad en Madrid será positiva para los proyectos que vengan a un pueblo que es, hoy por hoy, punta de lanza del turismo rural y sostenible en Cádiz y en toda Andalucía.

Cavilamos en la decisión que ha tomado este muchacho –sólo así podemos referirnos a quien nació en 1983 y no vio con sus ojos a Naranjito– mientras, tras pararnos en el kiosco de La Oliva de La Plazuela a comprar religiosamente la prensa diaria, nuestros pasos nos llevan hasta el Mercado de abastos, renovado como marcan los cánones de la nueva era en un sitio de moda donde cabe tanto los chicharrones como el sushi.

A esta hora, en el mercado de San Francisco hay menos vecinos locales que turistas –ay, qué envidia dan los veraneantes sin reloj ni calendario, esos de calzonas en pleno diciembre– pero si me muevo unos metros y me acerco a uno de los pocos puestos de fruta y verdura que quedan abiertos, el pueblo sabio habla tras la pertinente pregunta del plumilla. «Sí, sí, el alcalde se va a Madrid, lo ha dicho en el Diario», apunta una señora con el monedero estratégicamente agarrado bajo la axila izquierda. «A ese chiquillo lo conozco yo desde chiquitito, siempre fue muy listo, agraciado no es, pero sí listo y todo lo dice muy clarito. Ha hecho mucho por el pueblo y viene gente de todo el mundo a pasar las temporadas», ahonda su compañera de tertulia mientras se interesa por el precio de las naranjas de zumo. «¿Y esto dónde dice usted que sale?». Un clásico en un pueblo mecido por la felicidad de quienes no necesitan casi nada.


Cualquier conocedor de la política municipal sabe el sacrificio que conlleva un cargo que, en el caso de una población pequeña, se ejerce 24 horas al día. Por eso, las alabanzas y los piropos que le llueven a Pepe Ortiz en nuestro paseo vejeriego nos llevan a pensar que el hueco que dejará entre sus vecinos será hondo. Su huella, mientras, es visible: Vejer es hoy un pueblo de moda (a veces temo que muera de éxito), bello a cada paso, limpio y alegre: desde el Paseo de las Cobijadas a la Corredera, desde lo alto de los antiguos molinos a la calle Juan Bueno, desde la calle Lomo en manteca (¡pura poesía!) a la ágil y populosa zona nueva, frente a un solomillo de retinto del restaurante Veracruz o con una cerveza bajo la parra de La Bodeguita – todo, insistimos, es bello en este pueblo donde uno llega para experimentar que la vida es más bonita cuando se corre menos y se charla más–. Intuimos que debe ser mucho lo que le han prometido a Pepe Ortiz en Madrid o, acaso, mucho lo que cree que puede conseguir para su pueblo como para abandonar el paraíso por la Villa y Corte. Suerte.