Andalucía
Fiesta antes del Apocalipsis
De creer a los pregoneros del apocalipsis, que hacen tañer sus trompetas con estruendo milenarista, habríamos de ir buscando a un Edward Gibbon que glosase la «decadencia y caída» de nuestra era. Porque en estas últimas (pre)navidades antes del gran cataclismo, se están sucediendo los almuerzos, cenas, reencuentros, copetines y juergas a un ritmo infernal, con terribles consecuencias para la integridad física y la estabilidad mental, como si quisiésemos apurar el hedonismo antes del ineluctable fin de los tiempos. Un poco como esas fiestas locas en el búnker de Hitler con los obuses soviéticos cayendo sobre Berlín. No hay nada eso, sin embargo. Sólo sucede, con el futuro Gobierno de España o las futuras terceras elecciones, lo mismo que pasaba en Andalucía cuando los doce diputados de Vox iban a facilitar la alternancia: que los hooligans del otro lado mantienen la unión en su trinchera mediante el miedo, que es el más eficaz galvanizador conocido. De política se habla hoy como se habla de fútbol o de la lista de discos más vendidos, es decir, es una cháchara para aficionados ininteligible para el resto de la población. Entre la mayoría no consumidora de telebasura o twitterbasura, que a eso se ha reducido el debate público, en más frecuente saber recitar la defensa titular del Eibar que conocer el nombre de tres consejeros de la Junta u otros tantos ministros. Y el personal, a la salud de los que declaran la alerta antifascista y de los que anuncian la balcanización de España, se preocupa por cuestiones mucho más serias, como el peligro de que te sirvan güisqui de garrafón o el orden en el que deben ingerirse los dulces navideños, si el mazapán antes que el turrón o al revés. Los mismos cenizos, con distinto motivo, seguirán queriéndonos amargar la vida en vísperas de 2021.
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