Andalucía
Crimen y error
La jugarreta de la intervención de las cuentas de la Junta es una equivocación de proporciones oceánicas
En el mundo del fútbol, ese contenedor de egos superlativos, el error más frecuente sucede cuando algún actor se cree más importante que la institución. Incluso el gran Alfredo Di Stéfano se equivocó cuando desafió a Santiago Bernabéu, quien consideraba que su etapa como futbolista en el Real Madrid había terminado, y lo demostró con unas campañas ciertamente indignas de su rango en clubes menores. Es frecuente toparse, en días de partido señalado, con ex dirigentes o ex entrenadores o incluso con algún jugador de inesperada suplencia deseando nada disimuladamente la derrota de su equipo, como si nada bueno pudiera sucederle al club cuando otros lo timonean. Justo en ese momento, el antiguo ídolo pierde la consideración de los aficionados, aunque ellos lo ignoran porque se han rodeado de una camarilla de pelotas que lo persuaden de su condición imprescindible. Eso mismo le ha sucedido a la cúpula del PSOE-A, a la que está y a la que quiere estar. Es demasiado visible su miseria moral de expulsados del paraíso: concibieron el poder como un don divino por sus talentos y se tomaron la sana alternancia democrática como una afrenta. Así, consideran merecida, e incluso escasa, toda desgracia que azote a sus antiguos administrados, esos votantes que decidieron que debían pasar a la oposición después de cuarenta años de moqueta. No han sido advertidos por una manada de asesores sin otro norte que el mantenimiento de su sueldo, pero la jugarreta de la intervención de las cuentas de la Junta es una equivocación de proporciones oceánicas, eso que Joseph Fouché juzgaba que, en política, es peor que cometer un crimen. Los andaluces ya saben que hay un partido cuya estrategia consiste en provocarles estrecheces e incomodidades y un Gobierno en Madrid entregado a la causa del catalanismo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar