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Ábalos dice que los socialistas acabarán en Andalucía con "la anomalía" de un Gobierno "marcado por la ultraderecha"
El secretario de Organización del PSOE y ministro de Transportes, José Luis Ábalos, visitó esta semana San Juan del Puerto (Huelva)larazonPSOE DE HUELVA.

Dicen que existe eso que se llama un gurú de la comunicación, un cuaderno azul en el que escribir una estrategia y hasta que hay fontaneros de partido que sacan las castañas del fuego cuando llega la marejada. Debe ser así, aunque en las redacciones de los periódicos eso del «flujo informativo» se palpa con otros dedos y se observa con otras lentes. Desde luego, esto del coronavirus le ha servido a más de un náufrago para tomar un poquito de aire, para escupir algo de agua, para salvarse por el momento gracias al virus chino que lo tapa todo sin necesidad de expertos.Tanto pánico y pasan de puntillas por Andalucía los ministros de Sánchez para cargar contra el «Gobierno del cambio» y todos que si las mascarillas. Como Ábalos, que arenga a los socialistas andaluces a «terminar con la anomalía» de un Gobierno formado por PP-Cs. Lo bueno de todo esto es que el ministro se lanza al «sarcasmo y la ironía», que diría el Marqués de Leguineche ante los empleados de Hacienda. La verdadera anomalía en un Gobierno del PSOE puede ser, por poner un caso, ver a dos ex presidentes autonómicos y a un buen número de consejeros y altos cargos condenados por el mayor caso de corrupción en la historia de España y quedarse tan panchos. Anomalía puede ser la afición de Ábalos por la diplomacia nocturna y no decir ni mu, la misma nocturnidad del caso Faffe, por hacer una comparación fácil y hasta soez. Anomalía es que Sánchez no reciba a Juanma Moreno y se siente con Torra. Anómalas, Carmen Calvo y la inefable Irene Montero pasean «resiliencia» y «empoderamiento» en la Andalucía ocupada de los «socios» de Vox como adelantadas de un sainete político con lucha de egos al fondo, dando consejos en una región que se encuentra, según Eurostat, en el vagón de cola de Europa de lo que nos trató de vender su compañera Susana Díaz, otra resiliente, cuando trató de no perder las elecciones en 2018.