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Adolescente busca familia para fines de semana y vacaciones

Protagonistas del programa de acogida puntual de menores en centros de protección relatan su experiencia para animar a nuevos colaboradores

Ramón Montaño, en la imagen durante el confinamiento, vivía en un centro de acogida y encontró una segunda familia a los 16 años
Ramón Montaño, en la imagen durante el confinamiento, vivía en un centro de acogida y encontró una segunda familia a los 16 añosLa RazónLA RAZÓN

Ramón Montaño entró en un centro de menores con nueve años. Vivía con sus ocho hermanos en el barrio sevillano de Torreblanca cuando la Junta de Andalucía le retiró la tutela a sus padres. “Para todos fue muy difícil y muy impactante”, recuerda. Los cuatro mayores siempre vivieron en centros a partir de ese momento -se llevan un año entre hermano y hermano y él es el segundo- y los pequeños fueron dados en adopción. “Cuando tienes más de diez años la gente no quiere adoptarte Y cuando cumples los 18 la Administración se desentiende, te dice adiós y el Gobierno se lava las manos. Te mandan a la calle el mismo día de tu cumpleaños”, dice con resignación. Con las puertas de la adopción cerradas, a los 16 años se le abrieron otras que no esperaba: las de una familia colaboradora. Su oportunidad había estado muy cerca todo este tiempo: fue la directora de su centro de protección quien dio el paso de ofrecerse para realizar salidas puntuales los fines de semana y en vacaciones, junto a otra compañera también menor. “Lo veo una oportunidad porque hay mucha gente que no tiene a sus padres y puede pensar que se merece tener una familia, para saber que no vas a estar solo”, opina a sus 23 años. Han pasado cinco desde entonces y ese apoyo se ha estrechado durante el confinamiento. Su familia colaboradora vive en Huelva y él estaba pasando allí el fin de semana cuando se decretó el estado de alarma, así que decidieron pasar juntos esta difícil situación.

Al salir del centro, Ramón tuvo que vivir con su padre un mes “para no quedarme en la calle”. Su hermano mayor -relata- había hecho lo mismo, pero en su caso no resultó. “Es un sinsentido porque tienes que volver al eje del problema con tu familia biológica. Yo los tengo, están vivos, pero es como si no los tuviese”, reconoce. Su historia está ligada a la de los 3.700 niños andaluces que actualmente están tutelados por la Junta y para los que se ha iniciado una campaña para captar a familias colaboradoras bajo el lema “¿Quieres ser tú”, y en colaboración con la asociación “Crecer con futuro”. “A las familias les diría que no porque seamos adolescentes vamos a ser más problemáticos. Que no se fijen en la edad y se fijen en el futuro que le puedan dar”, lanza como alegato para quienes estén planteándose esa posibilidad.

“Crecer con futuro” se encarga en Sevilla y Huelva de encontrar y formar a personas, que después la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación selecciona. “El objetivo fundamental es darles visibilidad. Estos niños no están ahí por su culpa sino por circunstancias familiares que ellos no han decidido”, detalla Gema Carrasco, responsable de sensibilización de la entidad. “Pretendemos que tengan referentes adultos, sanos y estables, que se mantengan en sus vidas. Ellos vienen de un abandono y no se les puede dar una atención especial porque hay muchos niños. A eso se suma que es complicado mantener a los mismos referentes en los centros. No hay sitio mejor que un niño esté que en una familia”, asegura. En Sevilla hay 66 menores esperando una y más de la mitad tienen más de 12 años. “Son adolescentes la necesidad de tener a alguien permanentemente en sus vidas. Si queremos que imiten otro modelo de familia funcional necesitamos mostrárselo”, explica Carrasco.

El programa se reguló en el año 1.998, “lleva mucho tiempo, pero hay mucha gente que no lo conoce. El compromiso que la familia tiene es de carácter más temporal y es muy gratificante para todos”, resume Alicia Núñez, jefa servicio centros protección menores en Andalucía. Según cuenta, esta alternativa “surgió inicialmente porque había muchos niños que tenían amigos en el colegio y querían invitarlos a pasar el fin de semana, de alguna forma había que darle un formato oficial para autorizar estas salidas”. Ahora considera que “hay que darle un impulso” una vez que se supere la crisis sanitaria del coronavirus, teniendo en cuenta que se emplean unos dos meses desde que comienzan las entrevistas a las familias, que suelen ser las solicitantes mayoritarias, aunque también se interesan personas solas. La Covid-19 llevó también la incertidumbre a los centros de protección, aunque Núñez reconoce que “pensábamos que iba a haber más problemas. Los primeros días los niños no se lo creían, pero están informados, ven la televisión y el personal educativo les cuenta la situación. Lo han aceptado muy bien”. Al no constituir un grupo de riesgo, los test no empezaron a realizarse hasta hace dos semanas.

Durante el confinamiento, han recurrido a las vídeollamadas para mantenerse en contacto. Después de casi dos meses de encierro, las ganas de verse son mayores y por eso desde la asociación han rediseñado la formación para hacerla on line permitiendo avanzar el proceso. María Jesús comenzó en octubre pasado su experiencia como familia colaboradora en Sevilla y se mantiene en contacto ahora con su menor asignada, de 14 años, a través del teléfono. Tiene dos hijas, de 13 y 18 años, y juntas decidieron unirse a esta iniciativa en 2017. Una vez superado el proceso, “empezamos con visitas cortas un día a la semana, yendo al centro, hasta que en diciembre comenzó a venirse a casa los fines de semana”. “Quería hacer algún voluntariado y me encantó la idea” por ajustarse mejor a su vida, ya que tiene custodia compartida y las visitas son en fines de semana alternos. Sobre su relación comenta que “ella lo que quiere es vida familiar, no hacemos miles de actividades los fines de semana, solo vida normal”, según María Jesús, que asegura estar “encantada” con la experiencia, que acabará oficialmente cuando la niña cumpla la mayoría de edad. Pese a que como la mayoría su preferencia inicial era una niña más pequeña. “Yo quería que tuviera entre 9 y 11 años y cuando me dijeron que tenía 14, ¿qué vas a decir que no? No me lo hubiera perdonado nunca”, confiesa. “Cumple en mayo 15 años y dice que no quiere porque cada vez le va quedando menos en el centro. Los niños que no tienen a nadie de referencia salen completamente perdidos”, lamenta. Su relación terminará oficialmente también a esa edad, pero María Jesús admite que no sabe qué ocurrirá entonces. “Yo no me planteo un viaje o unas vacaciones sin ella, pero mi papel no es hacerle ilusiones de que viva conmigo cuando salga, en el centro les preparan para ese momento”.