"Méritos e infamias"

En la casilla de salida

“Recién pasados los Reyes Magos y con los atracones aún por digerir, la tercera ola, ojalá sea ésta la de la vencida, nos retrotrae a los peores momentos de la pandemia”

Vista general de la calle Marqués de Larios en Málaga, con su tradicional iluminación navideña
Vista general de la calle Marqués de Larios en Málaga, con su tradicional iluminación navideñaDANIEL LUQUEAgencia EFE

¿Para qué ha servido todo esto? Existe una máxima por la que los poderes públicos deben justificar su existencia para solucionar problemas, no para generarlos. Para eso estamos ya los ciudadanos, que queriendo o sin querer, le jodemos la marrana al vecino en cuanto se puede. Si no es así, y ejemplos hay con nombres y apellidos, a la clase política le comienza a vibrar la barbilla, le entra el balbuceo y acaba buscando culpables en la oposición generalmente. Como en Andalucía, de eso no hay, pues no hay chivo expiatorio para el Gobierno de Juanma Moreno en esta ocasión. No lo hay, qué le vamos a hacer, y recién pasados los Reyes Magos y con los atracones aún por digerir, la tercera ola, ojalá sea ésta la de la vencida, nos retrotrae a los peores momentos de la pandemia. El cuartelillo de las Navidades se ha acabado y hay que volver a cerrar las persianas a las seis de la tarde y meterse en casa antes de las diez. Luego, otra vez a desandar todo lo logrado en las tibias semanas del Adviento. Todo sea poco la economía. Jorge Freire, en su ensayo «Agitación. Sobre el mal de la impaciencia», reflexiona sobre uno de los males que nos convierte en los condenados a llenar el tonel sin fondo de las Danaides. «Tal es la gran tarea de nuestra época: dejar de huir hacia adelante», escribe, pero más importante aún sería conocer al menos de lo que se huye. Buscar, encontrar un sentido, un criterio sobre las cosas. Sobre esa culpa, que nos acompaña como buena nación de base cultural cristiana, habría que reflexionar ahora que todos los dardos se vuelven hacia la Junta, pero también mirarnos en el espejo y preguntarnos hasta la saciedad si existe un ápice de responsabilidad en la sociedad civil que exige soluciones inmediatas, como es su obligación, a las administraciones mientras se lanza en verdadera masa a centros comerciales, restaurantes, celebraciones familiaresy hasta fiestas ilegales donde suponían que no iba a llegar la Covid-19. ¡Pues claro que llegaba! Si miramos bien, podemos encontrar a todos los culpables del mundo, a los de siempre e incluso a nosotros mismos.