"Méritos e infamias"
¡Ay, Omaíta mía...
“Dile a Jorge y a César que en ustedes está todo el genio de un pueblo irrepetible”
...qué alegría más grande nos diste cuando nos llamaste para contarnos lo del premio que te daban hoy en la Junta. Qué sorpresa, después de tantos años y ahora llegan estos de Málaga para darte la Medalla de Andalucía. Lo que son las cosas Omaíta mía, con la de fatiguitas que has pasado, primero en Triana y luego en el Tardón, tan cerquita de donde vive Susana, para que te la den a estas alturas, cuando ya no la esperabas, estos tíos nuevos del Gobierno. ¿Tú te crees?, con la de veces que te la has cruzado cuando era presidenta comprando el «pescao», haciendo la primitiva o en la cola de los calentitos; pero coño, que no hubo manera. No pasa nada, tú no le eches cuenta a estas cosas, que lleva una rachilla regular. Qué contentos estamos, pensando en cómo se habrá peinado tu Antonia para ir al teatro del brazo de su Paco. ¡Qué lastimá que el «Grabié» no haya podido venir, le ha cogido en Melilla al pobre! ¡Pero qué orgullo para todos veros ahora en el televisor!, por fin has hecho carrera de ellos, por fin da sus frutos el dinerito que te gastaste en los mejores colegios. Ay Omaíta mía, te acuerdas cuando nadie os entendía, porque a la gente le costó entenderos, sobre todo de Despeñaperros para arriba, pero tú no te apures, que tú sabes que os pasa lo mismo que a Cortázar, a García Marquéz o al mismo Fellini. ¿Qué saben ellos, si no captan la esencia de la vida, la sutileza del surrealismo, la verdad de lo cotidiano? ¡Omaíta mía, con esta medalla eres nuestra Mariana Pineda, mucho más, nuestra Juana de Arco! Mira, ya puestos, como todo el mundo habla de esto del cambio de los malagueños y el de Sanlúcar, que dicen que hasta han puesto un nuevo escudo, yo voy a mandar una carta a San Telmo para te pongan a ti en lugar de Hércules, que ya lleva mucho tiempo el pobre sujetando a los dos leones. Te imaginas, ay, Omaíta mía, con tu vestido negro de moaré, tu faja y tu moño aguantando las dos columnas, ay, Omaita mía, con esas hechuras tuyas en la bandera, en los sellos de las notas de los niños, en las recetas del médico, en todas las verjas de Doñana, en los presupuestos de las consejerías. Nos ponemos locos sólo de pensarlo, porque te lo mereces, os lo merecéis, y dile a Jorge y a César que en ustedes está todo el genio de un pueblo irrepetible. ¡Ay, Omaíta mía, qué alegría más grande!
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