"Menú del día"
100 Almeidas
El alcalde de Madrid “no es un pontífice que constantemente pretenda sentar cátedra”
Esta columna se la debo a G. gran amigo y periodista del que todavía recuerdo verle entrar en clase a primera hora, con 13 o 14 años, con el periódico bajo el brazo. Lo bueno entre «plumillas», como todos cobramos salarios de futbolista, es que no damos importancia al dinero y nos pagamos escribiendo. Hace unos meses charlábamos sobre las cualidades que debe tener un político y ambos llegamos a la misma conclusión que el doctor Suárez sénior: «Para meterse en política lo principal es ser buena persona». Pues bien, hay un político que ha demostrado serlo y es el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, en su entrevista en «El Hormiguero». F. Pastello me recordaba al hablar de su viñeta que no hay que fiarse de ningún político por completo y menos en apariciones televisivas. Y tiene razón. Pero Almeida es buena persona. Y lo sé por tres razones. La primera es que muestra uno de los principales síntomas de inteligencia que es la capacidad de reírse de uno mismo. En un programa donde le dicen a la cara que es enano, feo y que baila muy mal, el primero en reírse es él. La segunda y consecuente es que no se da mucha importancia a sí mismo y asume meteduras de pata como que le tumbaran judicialmente la suspensión de multas en Madrid Central nada más llegar a la Alcaldía. Y la tercera es porque valora lo que tiene, todos los días sonríe al levantarse por la mañana por ser el alcalde de la capital de España. Cualquiera puede pensar que casi todos los políticos son capaces de fingir bondad y cercanía en entrevistas de este tipo. Y es verdad. Pero en Almeida encajan muchas cosas. Su aspecto, su falta de ritmo, su afición por el Atleti, la forma de hablar sobre su madre con humor y cariño, su vida de soltero lamentable. No es un pontífice que constantemente pretenda sentar cátedra.
En el otro lado tenemos a Sánchez, que monta un espectáculo soviético de apisonamiento de armas impregnado todo ello de su habitual narcisismo en el que él es el alfa y el omega con su tono de voz impostado de monaguillo de pueblo. En plena pandemia, diez años después del fin de ETA. De Almeida también tiene que fiarse su formación. También en el otro lado tenemos a una licenciada en psicología que trabajó de cajera, punto. Debería comprarse el «Alexa» que anuncian en la tele antes de que crezcan sus hijos. Ese que sirve para que padres ignorantes finjan tener un mínimo de cultura delante de sus impresionados retoños. Menudo ejemplo. En finG., que aquí está lo que me dijiste en octubre y ya entonces tenías razón. Hacen falta 100 Almeidas, pero repartidos por todos los partidos. Con sus propias ideas, de cualquier color. Solo es necesario que sean buenas personas. Ya lo decía el buen doctor.
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