"Méritos e infamias"

Empachados

“Las cofradías han sabido muy bien dónde había que poner la sardina para no perder nunca el calorcito del poder”

La secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, junto al hermano mayor de la hermandad de San Pablo, José Luis Pérez
La secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, junto al hermano mayor de la hermandad de San Pablo, José Luis PérezDavid ArjonaEFE

Que repiquen las campanas a gloria porque ya se ha acabado la Semana Santa. Un alivio no sólo porque nos quitamos de encima el papelón de sustituir lo insustituible, sino porque por fin dejamos de ver a los políticos delante de los altares dando abrazos y condolencias a cofrades y «cofraditos» que no han podido sacar sus pasos a la calle. Nada nuevo bajo el sol, lo mismo se colocan detrás de una vara dorada, se ponen una bata y un gorro para pasear por una fábrica o se comen un buen chusco de aceite con los paisanos a los que contentar un ratito aunque luego tengan dolor de estómago todo el santo día. Había un político en Sevilla que se lamentaba de tener quitarse el Rolex cuando entraba en los barrios «chungos» para convencer a esos «chungos» de que lo votarán a él porque era lo mejor para que pudieran salir de esa mierda de barriada en la que tuvo que quitarse el «peluco» para no quedar mal con sus pobres habitantes. Qué cosas, ¿no? Pervertida por sus propios integrantes, las cofradías han sabido muy bien dónde había que poner la sardina para no perder nunca el calorcito del poder, para aguantar su parcelita en la sociedad civil a base de monsergas y golpes en las espaldas antes de empezar la procesión con los que en un momento dado ostentan un carguito. No pasa nada, en unas semanas sucederá lo mismo con los «caseteros» sin feria y veremos los tendidos repletos de cargos aplaudiendo la vuelta de las corridas, y hacen muy bien, para apuntarse los puntos en esta carrera desesperada por llegar los primeros a no se sabe dónde. En Madrid le han puesto el nombre de Ayuso a un plato de patatas cocidas pero aquí aún no ha habido ningún lumbreras de la cocina haya hecho lo mismo con algunos de nuestros contingentes próceres aunque nos los encontremos ya hasta en la sopa.