"El bloc"

Escapadas

“En lo tocante a las restricciones, primero se dispara y después se pregunta”

Control de movilidad de la Guardia Civil en la Autovía de la A-66 dirección Sevilla en las inmediaciones del El Ronquillo
Control de movilidad de la Guardia Civil en la Autovía de la A-66 dirección Sevilla en las inmediaciones del El RonquilloMaría José López

Resulta curioso que los mismos que minusvaloraban el riesgo de contagio en las manifestaciones del 8 de marzo se hagan hoy cruces por el (posible) repunte de positivos a la vuelta de una Semana Santa en la que los fieles, a falta de procesiones, han venerado a sus devociones a los templos. Igual que los peronistas que envenenaban los sueños de Borges, nosotros no somos buenos ni malos, sino incorregibles. «Hay una manera monárquica y otra republicana de contar el atropello de un perro en la calle», lamentaba Emile Zola al respecto de la polarización de los periódicos en su época y así estamos por estos pagos más de una centuria después, con la estadística convertida en arma arrojadiza. El cierre de las provincias, cierto, ha disuadido al grueso de los playeros pero los intersticios de la norma han sido la gatera por la que se han colado los más osados: todos sabemos de amigos que han visitado a la familia gracias a la pereza que gastamos para actualizar los datos censales, pues hay talludos que no cumplirán los cuarenta que siguen empadronados en el pueblo que abandonaron al acabar el bachillerato. La palma, sin embargo, se la lleva un conocido que ha reservado un alojamiento rural en Cantabria y allí se ha plantado con la familia amparado por el irrebatible argumento de que hay menos virus circulante por los Picos de Europa que en la cervecería de su barrio, que era la alternativa de ocio que le ofrecía la autoridad competente. No será este artículo el que le quite la razón, desde luego, pero tampoco hallarán un desmentido en la tesis de ningún epidemiólogo porque, en lo tocante a las restricciones, primero se dispara y después se pregunta. «Mejor un amigo muerto que un enemigo vivo», dice Vittorio Gassman en «La gran guerra».