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Cómo nos tratamos

“El cartel electoral de Vox también delata su tenebrosa nación al tratar a niños partidos por un estrecho como si fueran gastos y no personas”

Gandhi dice: «La grandeza y el progreso moral de una nación pueden medirse por la forma en que trata a sus animales». Por este axioma los daneses son peor nación que nosotros. Ellos masacran manadas enteras de cientos de calderones indefensos que han conducido deliberadamente hasta una playa para vararlos, incluidas las crías. Aquí nosotros nos jugamos el tipo ante un toro bravo adulto, frente a frente y uno contra uno, en el mismo elemento. Aunque la sabiduría expansiva del Mahatma sirva de guía, al concretarla se complica, como es natural. Hitler se derretía con su perrita Blondi mientras exterminaba a millones de personas y el Islam dice que al que mantenga a un perro bajo su techo y no sea para cazar o mantener el ganado se le reducirán las bendiciones a razón de dos montañas diarias. Por eso la grandeza y el progreso moral de una nación pueden medirse también en el trato a sus policías, por ejemplo. Así la siempre inminente nación catalana no queda en muy buen lugar cuando pasa de vacunar a Policías Nacionales y Guardias Civiles pero lo hace con diligencia entre sus Mossos. Pese a ello Rufián, charnego en Cataluña, madrileño en Madrid, se permite hablar de racismo y xenofobia. Claro, se refiere al cartel electoral de Vox que también delata su tenebrosa nación al tratar a niños partidos por un estrecho como si fueran gastos y no personas. Son las ministras de Podemos las que califican ese cartel como el ataque más grave a nuestra democracia. Es la parte callejera del mismo gobierno que ha tenido que echar atrás una reforma del poder judicial porque la dama Europa ha fruncido el ceño. Porque el trato a los jueces también puede servir para medir la grandeza moral y el progreso de una nación. O a los ancianos en sus residencias o a la prensa. Hoy no está permitido pensar a mayor futuro que cuatro años y es sacrilegio el intentar entender al rival. Los seguidores más fundamentalistas del hinduismo consideran sagrados a todos los animales y por eso son vegetarianos. Pero de cuando en cuando algunos masacran a musulmanes pobres de la India por no creer en la bondadosa obesidad de Ganesha. Se ve que tampoco uno crece solamente por rechazar unos huevos fritos con chorizo. En el colegio nos dio por comprar esprays de pintura y pintar, en la misma puerta de chapa de un antiguo solar, tonterías como «viva el Che» o «viva Franco». Para ello nos repartíamos cada hoja de la puerta entre los seguidores de una u otra corriente de estupideces y así no molestar. Después comprobábamos maravillados nuestros mensajes totalitarios pegados unos a otros y nos íbamos de botellón juntos. A día de hoy ninguno pensamos, si es que alguna vez lo hicimos de verdad, ni remotamente parecido a aquellas majaderías de adolescencia. Y somos más amigos. Supongo que el progreso y la grandeza, además de en tratar bien a los animales, está en muchas otras cosas. Tratarnos bien entre nosotros es un buen inicio. Aunque seamos idiotas.