Retratos sin tiempo

Rara es la belleza de lo exquisito

El escritor Alfredo Taján (Rosario de Santa Fe, Argentina, 1960) confirma que desde la cultura «España ha vuelto a recuperar ciertos valores, no sólo morales»

El poeta y gestor cultural Alfredo Taján, en una imagen tomada en Sevilla
El poeta y gestor cultural Alfredo Taján, en una imagen tomada en SevillaKiko Hurtado

Popea Sabina, que como buena dominatrix gasta barba de general prusiano, es caprichosa y desde hace casi un año revuelve la vida del escritor Alfredo Taján con ladridos y saltos (Rosario de Santa Fe, Argentina, 1960). Doce meses no dan para demasiado en una perra, es cierto, pero en este periodo concentrado de tiempo caben suficientes señales que dictan que estamos ya en otro momento, que nos movemos ya en un aparato temporal del que desconocemos casi todo. «Vivimos una transición a otro paradigma, los cambios cuestan mucho asumirlos, ahí está el reto para nuestra sociedad», asume Taján, que además de múltiples aventuras culturales dirige la Casa de Gerald Brenan de Málaga con un celo exquisito e incansable, animando a divulgar la necesidad de colocar el conocimiento al alcance de nuestras vidas con la misma necesidad de tomar un vaso de agua. «Sin la lectura, sin la cultura un país no tiene sentido. España está volviendo a encauzarse, ha vuelto a recuperar ciertos valores, no sólo morales». En su obra poética y novelística se acumulan siglos de sedimentación intelectual, pero cuyos baluartes han cambiado con el paso de los años. «No podría hablar de un nombre propio, pero sí de una corriente, de un aprendizaje, de varios en distintos escenarios. Volvemos a lo de siempre, están muchos, pero hace 40 años me influían virulentamente unos y ahora no tanto los mismos y otros. Se van intercambiado». Taján, buen canalla, seduce con la exquisitez de un universo por el que flota junto a una galería de próceres, que como la de los reyes en las catedrales, a veces son saqueados y otras venerados. Pero siempre desde la generosidad, que quizás sea el rasgo que mejor lo define. «Vengo de una familia que vivió una emigración extravagante, más política y económica. Ese nomadismo a mí me ha influido positivamente, en algunas cosas no, pero en general sí». Ahora no escribe poesía, pero en sus versos se encuentra una certera verdad, esteta, luminosa que llega después de un largo proceso de decantación. «Cuando me piden poemas los hago y al principio son muy malos, pero luego después de pulirlos y pulirlos valen algo». Al frente de Generación Mishima le puso voz a la movida malagueña y ahora no sabemos a qué generación pertenece nuestro tiempo, pero gozamos igual con Taján, que sigue alimentando una obra cargada de mitos, obsesiones y belleza. Porque la poesía puede que sea tan inútil como un paraguas, pero nos acoge y protege cuando nos sentimos vulnerables. Ese es su gran valor.