Cultura

«Con un traje de luna»: poetas del 27 devueltas a las páginas de la historia

Pepa Merlo amplía su antología publicada en 2010 con seis escritoras relevantes en la primera mitad del siglo XX

Retrato de Elisabeth Mulder, realizado por su padre, Enrique Mulder
Retrato de Elisabeth Mulder, realizado por su padre, Enrique MulderARCHIVO

Saliendo de casa de Paloma Altolaguirre en la calle Tres Cruces de Coyoacán (México) fue cuando Pepa Merlo (Granada, 1969) verbalizó por primera vez la inquietud que llevaba años tomando posiciones en su interior: visibilizar a las poetas que habían compartido tiempo y espacio con los poetas, todos hombres, cuya leyenda creció en torno a la mítica fotografía tomada en el Ateneo de Sevilla en diciembre de 1927.

María Luisa Muñoz de Buendía
María Luisa Muñoz de BuendíaARCHIVO

Siendo granadina y filóloga, no es extraño que Federico García Lorca se cruzara en el camino de su tesis doctoral a principios de los 2000, a través de «El diván del Tamarit», publicado póstumamente. Aquellos años profundizando en su figura le fueron dejando señales en forma de escritoras de las que no había oído hablar antes, ni en sus libros ni en los manuales de literatura que pasaban por sus manos. Nombres que fueron entrando a formar parte de su interés particular, sin más pretensión que conocer a aquellas mujeres contemporáneas de Lorca, que iban saliendo a su paso a través de lecturas casuales, donde encontraba «hilos» que la conducían a otras creadoras de aquellos años 20 y 30. Las memorias de Constanza de la Mora, «Doble esplendor», o las de María de la O Lejárraga fueron, en ese sentido, «un descubrimiento». «Cada vez que encontraba una, la apartaba, no sabía aun para qué». Y lo supo después de escuchar a la hija de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez relatar en la casa familiar cómo su madre se había pasado la vida abriendo la puerta para hablar de Luis Cernuda o del propio Altolaguirre. «Nadie llamó a la puerta para que le hablara de Concha Méndez...». En esa visita la acompañaba el también poeta y editor Jacobo Cortines y la conversación posterior derivó en un encargo que se ha convertido en un referente en el rescate de la literatura de la época. Así nació primero «Peces en la tierra» (Vandalia, 2010) y después su continuación «Con un traje de luna» (Vandalia), una ampliación que suprime dos autoras de las anteriores y añade seis más: Mercedes Pinto, Ángela Figuera Aymerich, Maruja Falena, Ana María Martínez Sagi, Dolores Arana y Alfonsa de la Torre.

La poeta Mercedes Pinto
La poeta Mercedes PintoColección Vandalia

Mercedes Pinto inaugura esta edición de poetas arrancadas a la historia, unas páginas que Merlo está empeñada en restituir desde antes de que ella misma se diera cuenta. Figura en primer lugar quizá porque le quedó una especie de deuda pendiente, al no incluirla en la primera. «La eché en falta después», reconoce. En aquella edición el horizonte temporal se cerró en 1936, coincidiendo con el golpe de Estado que puso fin a la democracia en España y daría pasó a una cruenta dictadura de cuatro décadas. Ese 18 de julio de 1936 es «la fecha simbólica que acabó con toda su generación», señala en el prólogo. «A lo largo de la historia y en todos los ámbitos, en el arte y en la vida social, la presencia de la mujer ha sido mucho más fuerte de lo que nos han vendido», defiende frente a «un constructo» alejado de la realidad que relegaba a la mujer a un segundo plano; la luna y el sol –la mujer y el hombre– como dos elementos antagónicos y dependiente el primero del segundo para ser visto.

Algunas de aquellas poetas vivieron el exilio terrenal; otras, se quedaron en España y convivieron con el régimen franquista; pero todas, de alguna manera, padecieron el exilio interior al que obligaba la «involución» que supuso para las libertades, especialmente de las mujeres, el fin de la República española, cuando pasaron a tener una única misión impuesta: «reconquistar el hogar». «Algunas se casaban y su carrera terminaba ahí. Si para ellos ser poetas era como ser un semidiós, para ellas tenía una connotación cursi y estaba mal visto. Ya sabemos que no es lo mismo un hombre de mundo, que una mujer de mundo», ironiza. «Abandonar su género» tomando nombres masculinos o plegarse a publicar con el nombre de su marido fueron las soluciones que encontraron para sortear lo que eran no ya techos de cristal, sino habitaciones de hormigón y sin ventanas. «Son personajes novelescos, con finales amargos casi todas», detalla Merlo sobre los apuntes biográficos que acompañan la cuidada selección de poemas.

La poeta Dolores Arana
La poeta Dolores AranaArchivo

Las dos antologías guardan una estrecha relación desde el título, en ambos casos un guiño a las autoras: del «pez en la tierra» de Margarita Ferreras –que cierra esta segunda entrega– al «con un traje de luna» de Concha Méndez, encerrando un sentimiento compartido de no pertenencia. Las 23 entablan «un diálogo de voces femeninas de la primera mitad del siglo XX» que Merlo defiende que debe estudiarse como un todo y, no como si se tratara de un anexo a la llamada «Generación del 27» para no convertirlas en «un gueto». Aún así, siguen faltando: «No está completa la lista. Van saliendo cada vez más e irán quedando menos por recuperar», vaticina. Reconoce que la limitación que impone la publicación de un libro –pese a que se ha extendido setecientas páginas– la ha obligado a dejar fuera algunos nombres sobre los que estaba trabajando y que no se ha resistido a dejar impresos en el apéndice final, que llamarán, seguramente, a la puerta de su siguiente recopilación... hasta que dejen de ser necesarias.