Estudio

Agua reciclada pero necesaria ante la sequía: la otra cara del golf

Andalucía, una de las zonas más secas de Europa, alberga la mayor concentración de campos de golf del continente

Una jugadora de golf golpea la bola en el campo de golf de Villapadierna (Marbella, Málaga), uno de los más grandes y lujosos de Andalucía
Una jugadora de golf golpea la bola en el campo de golf de Villapadierna (Marbella, Málaga), uno de los más grandes y lujosos de AndalucíaMaría Alonso MartosAgencia EFE

Andalucía, una de las zonas más secas de Europa, alberga la mayor concentración de campos de golf del continente y, aunque la Real Federación Española de Golf (RFEG) asegura que el 70 por ciento del agua que consumen es regenerada, expertos y ecologistas consideran que este recurso también es necesario, sobre todo en momentos de sequía como la que atraviesa la región.

Según explica a EFE el biólogo y catedrático de Geología Rafael Yus, aunque el consumo de los campos de golf depende de su tamaño y ubicación, el gasto medio que tienen en una región seca como Andalucía es aproximadamente de 10.000 litros diarios, lo que supone entre 0,5 y 0,7 hectómetros cúbicos (hm3) al año.

De acuerdo con los datos oficiales de la memoria de los Planes Hidrológicos 2022-2027 de la Junta de Andalucía, el consumo anual de los 74 campos de golf que hay dentro de la demarcación hidrográfica de las Cuencas Mediterráneas se sitúa en 30,065 hm3, pero si se suman las demás cuencas, el resultado es mucho más elevado.

Mucha agua para pocas personas

El ingeniero agrónomo Rogelio Nogales señala a EFE que el gasto total de agua que se destina a lo que la Consejería de Agricultura y Desarrollo Sostenible llama “otros usos” va, en su mayoría, a campos de golf, y que, analizando sus informes, se calcula que gastan 180 hm3 al año, lo que supone un 2 % del consumo total.

Nogales sostiene que el agua urbana -la destinada a uso humano- supone un 12,8 % de lo que se consume en Andalucía, por lo que, si se extrapola a los 8,42 millones de personas que viven en esta Comunidad Autónoma, el resultado que se obtiene es que los campos de golf consumen tanto como 1.193.000 habitantes (algo menos que las ciudades de Sevilla y Málaga juntas).

El biólogo Rafael Yus considera que es una cantidad que puede parecer pequeña si se compara con el gasto de agua de la agricultura -que supone aproximadamente el 80 % del consumo total-, pero es un dispendio para algo que va a beneficiar, dice, “a muy pocas personas”. “El consumo de agua que hacen es desmesurado”, asegura.

A pesar de la tendencia hídrica en Andalucía de los últimos años, el número de campos de golf ha aumentado. La memoria de los Planes Hidrológicos de la Junta señala un “espectacular progreso” del sector golfístico, sobre todo en la Costa del Sol occidental. En esta zona, añade el informe, se registra la “concentración de campos de golf más importante del mundo”, lo que es, según Yus, “toda una paradoja”, ya que es una de las más secas de Europa.

Agua no apta para consumo humano

El director de la Sección Verde de la Real Federación Española de Golf (RFEG), David Gómez, asegura a EFE que para ellos es muy importante la cantidad de agua que usan y destaca, en este sentido, que la que utilizan no es apta para el consumo humano.

“Cuando me dices que los campos de golf consumen mucha agua, te puedo decir dos cosas. Lo primero, que controlamos muchísimo la cantidad de agua que vertemos al medio ambiente, porque a los jugadores de golf no les gusta jugar en un campo que esté encharcado, y, por otro lado, que el 70 % de ese agua regenerada está analizada para utilizar justo la que necesitamos”, comenta Gómez.

Según el directivo, ese agua es “buenísima” porque, si hay filtraciones, va limpia a los acuíferos -ya que el césped actuaría como un filtro lleno de microorganismos y absorbería la suciedad o la contaminación- y, además, contribuye a aumentar la biodiversidad, porque favorece que haya animales “de otros tipos”.

Un bien necesario en tiempos de sequía

Sin embargo, la opinión de Rafael Yus es que, por un lado, más que contribuir a la biodiversidad, lo que hacen los campos de golf es importar un paisaje verde alóctono que modifica y destruye buena parte de las especies propias de la zona y que, además, para mantenerlos se necesita una inversión en recursos hídricos que tampoco es apropiado para el lugar más seco de España.

“Nosotros criticamos mucho ese verdor. El verdor de un campo de golf es ficticio y con un coste ecológico bastante importante. Además, aunque algunos mezclan aguas residuales, por mucho que se diga, ahora son también muy importantes para la agricultura”, comenta el biólogo.

Para ejemplificar el valor de este recurso, el también presidente de GENA-Ecologistas en Acción asegura que actualmente, por el decreto de sequía, se está regando con esas aguas residuales en la Axarquía malagueña.

Alto impacto económico y ecológico

Desde la RFEG sostienen que, según un estudio que realizó el Instituto de Empresa junto con la Asociación Española de Campos de Golf (AECG) y la propia Federación, el sector juega un “importante papel” a la hora de impulsar la recuperación económica de España tras la pandemia.

Este informe, realizado en 2020, asegura que la industria golfística genera 12.769 millones de euros al año para España; que crea 121.393 puestos de trabajo directos e indirectos; que España atrae a 1,2 millones de turistas extranjeros -lo que la consolida como líder mundial en recepción de turismo internacional de golf- y que siete de cada ocho euros producidos se originan fuera de los campos, lo que repercute en otros sectores como los servicios.

Sin embargo, estas buenas cifras económicas tienen también un impacto ecológico “realmente injusto”, puesto que, según Rafael Yus, los campos de golf se hacen fuera de las zonas urbanas, pero todos ellos llevan consigo un desarrollo de viviendas al lado.

“Que se construyan estas urbanizaciones cerca de los campos de golf implica un coste ecológico alto, porque supone un gran consumo de suelo rústico y, al estar fuera de las zonas urbanas, hay que construir un sistema de acondicionamiento de la zona que repercute en un gasto energético elevado. No es sostenible porque supone una inversión desmesurada con respecto a las necesidades reales de la población”, comenta el catedrático de Geología.

Un esfuerzo por ser más sostenibles

El presidente de la Sección Verde de la RFEG subraya que estos nuevos campos y los proyectos urbanísticos asociados se están construyendo de una manera sostenible, lo que muestra su compromiso con el medio ambiente.

A largo plazo, indica “lo más importante” para ellos es la formación. Prueba de ello, añade, es que en los últimos 20 años han formado a más de 50 profesionales en diferentes centros internacionales, como el Elmon College de Escocia, para que aprendan a hacer que los campos de golf sean mucho más sostenibles en el uso del agua, de la maquinaria y de la energía.

A medio plazo, asegura que llevan a cabo “muchísima investigación”, sobre todo en lo relacionado con nuevos productos que se puedan utilizar y que sean orgánicos, y también mediante el uso de nuevas especies de hierba que consuman menos agua y sean más sostenibles.

“Son hechos puntuales que hacen que el campo de golf sea más sostenible. Esta es la cuestión de la Federación, intentar que cada vez seamos más sostenibles”, concluye David Gómez