La entrevista

Ignacio Camacho Martínez : «Sevilla no puede resignarse a ser un decorado»

Asegura que la capital hispalense no puede limitarse a ser una «bonita postal», sino que necesita «un modelo de ciudad»

Ignacio Camacho Martínez : «Sevilla no puede resignarse a ser un decorado»
Ignacio Camacho Martínez : «Sevilla no puede resignarse a ser un decorado»La Razón

Entre 1850 y 1900, Sevilla vivió un largo ocaso. De eso trata Sevilla «La agonía de una época», el último libro del historiador Ignacio Camacho Martínez, que observa en ese periodo una forma de muerte: la de una ciudad que se convirtió en «un poblachón agrícola», un «desecho de sí misma». Conversamos con él sobre el pasado, pero sobre todo sobre el presente y el futuro de una ciudad que sigue buscando su modelo.

¿En qué momento se pierde esa Sevilla cosmopolita, orgullosa, conectada con el mundo del siglo XIX?

A principios del XVII, el puerto empieza a tener problemas. Las flotas encallan en Sanlúcar, el tráfico con América se desvía a Cádiz, trasladan la Casa de la Contratación. Luego, la peste remata el desastre. En ochos meses perdió la mitad de la población, algo inimaginable hoy. Desde entonces, Sevilla no se ha recuperado. Ha encontrado otros lugares en la historia, pero nunca volvió a ser lo que fue.

Uno de los temas centrales del libro es el urbanismo. ¿Cómo afecta la transformación de la vivienda al alma de la ciudad?

Después de la exposición del 29, la ciudad entra en una crisis brutal. El desarrollismo entre los años 50 y 70 genera una nueva Sevilla, pero al precio de arrasar el casco histórico. Barrios como San Julián o Triana fueron literalmente desalojados. La construcción vertical era necesaria para alojar a los obreros, sí, pero se hizo sin respeto. Lo peor es que hoy seguimos sin saber qué ciudad queremos. No hay planificación ni voluntad política real.

Hoy el problema ya no es el desarrollismo, sino el turismo. ¿Cómo ve la expansión del alquiler vacacional?

Es tremendo. Antes las familias abandonaban el centro por voluntad propia, ahora son expulsadas por el mercado. Sin vecinos no hay servicios, y sin servicios no hay ciudad. Sevilla corre el riesgo de convertirse en una ciudad decorada, con fachada, pero sin vida detrás. Como Venecia, hermosa por fuera, vacía por dentro.

¿Está Sevilla en riesgo real de convertirse en un decorado para turistas?

Creo que ya lo está. Demasiadas familias han sido expulsadas del centro. Los precios son imposibles. Solo una regulación política puede revertir este modelo. No podemos vivir solo del turismo. Una ciudad sin vecinos es una ciudad sin servicios. No existe, es el principio del fin. Necesitamos industria, biotecnología, algo que genere riqueza y futuro. Lo contrario es resignarse a ser una postal.

¿Cómo convivir con la memoria sin convertir la ciudad en un museo?

Tomando conciencia de lo que queremos conservar. La ciudadanía tiene mucho que hacer, pero las herramientas están en manos de los políticos. Lo que construye una corporación, lo destroza la siguiente. Insisto, solo con regulación se puede mantener lo bueno y transformar lo malo. La arquitectura nueva debe convivir con la antigua, pero no a cualquier precio.

Hablemos de las Atarazanas. Otro ejemplo de cómo tropezamos con la misma piedra.

Es insólito. Nadie sabe qué se va a hacer con ellas. Se ha invertido una fortuna en un proyecto que aún no tiene uso definido. Sospechamos que será una plaza pública para que se hagan fotos turistas. Es indignante que después de tantos años, ni siquiera sepamos el fin de obra.

¿Y qué piensa de propuestas como vallar la Plaza de España?

Una insensatez. Lo que necesita la plaza es rehabilitación y vigilancia. Es un patrimonio de todos. Las familias han paseado por allí durante generaciones. Vayamos a protegerla, sí, pero sin excluir a la ciudadanía.

Si pudiera traer a un sevillano de 1850 a la ciudad de hoy, ¿qué cree que le asombraría más? ¿Y qué le dolería más?

Le asombrarían la luz, la velocidad, la tecnología... Un avión, el AVE, un tranvía. Lo que más le dolería sería el mercado de la Encarnación, que se fundó en 1850 precisamente. En su lugar, una estructura anacrónica como la Setas que ha empequeñecido a la iglesia de la Anunciación. No se entiende cómo no se recuperó simplemente el mercado tradicional. Un ejemplo más de que a los políticos les falta conexión con nuestra historia.