Ciencias humanas
Hallan un circuito cerebral que ayuda a dejar el tabaco
Dejar de fumar es difícil, pero el éxito es más probable con una fuerte comunicación entre las partes del cerebro que inhiben y ejecutan la conducta automatizada, según informan investigadores de la Universidad Médica de Carolina del Sur (MUSC, por sus siglas en inglés) en un artículo publicado este martes en ‘JAMA Psychiatry’, informa Europa Press.
Fumar se convierte en un comportamiento automatizado en el tiempo, tal y como explica el primer autor de este estudio, Brett Froeliger, científico de la adicción en el Departamento de Neuroscience de MUSC
y el Centro de Cáncer Hollings. En el cerebro, el impulso de fumar comienza de la misma manera que el pie presiona automáticamente el pedal del acelerador cuando un semáforo rojo se pone verde. «Un fumador de un paquete al día coloca un cigarrillo en la boca unos cientos de veces al día durante años», afirma Froeliger, explicando así que es una práctica que se vuelve automatizada. Una forma en la que el cerebro inhibe el comportamiento automatizado es a través de una vía llamada red de control inhibitorio, que comienza en el giro frontal inferior derecho y viaja a través de la corteza prefrontal hasta el tálamo. La comunicación a lo largo de este camino a menudo se interrumpe en el cerebro de los fumadores y los investigadores querían saber si esta vía estaba involucrada cuando los fumadores intentaban dejar de fumar.
El trabajo comenzó cuando Froeliger era investigador postdoctoral en el Laboratorio de Joseph F. McClernon, de la Universidad de Duke, Estados Unidos. El laboratorio examinó las redes de control inhibitorio en los cerebros de 81 adultos dependientes de la nicotina comprometidos a probar un programa de abandono del hábito de fumar de diez semanas de duración. Antes de que comenzara el programa, los investigadores emplearon resonancia magnética funcional para monitorear la actividad cerebral mientras los pacientes estaban realizando una tarea de control inhibitorio. A los pacientes se les pidió que apretaran una tecla del ordenador cada vez que apareciera un círculo de color en la pantalla, excepto en la rara ocasión en la que apareció un círculo de otro color. Una respuesta más alta del nivel de oxigenación sanguíneo (BOLD, por sus siglas en inglés) en el circuito de control inhibitorio significó que el cerebro estaba usando más recursos para inhibir la respuesta automática de presionar la tecla cuando apareció el círculo raro.
Después de diez semanas, aproximadamente la mitad de los fumadores habían dejado el tabaco con éxito. Resultó que tenían respuestas BOLD más bajas en sus redes de control inhibitorio antes de intentar dejar de fumar. En particular, las respuestas BOLD fueron menores en el giro frontal inferior derecho y el tálamo derecho. También presentaban conexiones funcionales más fuertes entre esas regiones.
Los pacientes que recayeron en el hábito de fumar habían tenido puntuaciones igual de buenas en la tarea de control inhibitorio que aquellos que abandonaron el tabaco con éxito. Parecía que su comportamiento automatizado podría haber requerido más esfuerzo para la inhibición.
Froeliger continuó el trabajo dándole un nuevo giro cuando pasó al MUSC, preguntándose si les pasaría lo mismo a los fumadores que no se habían comprometido a dejar de fumar. Específicamente, se planteó si este patrón podría aparecer en los fumadores a los que se pagó para dejar de fumar durante sólo una hora.
El equipo midió las señales BOLD en 26 fumadores realizando la misma tarea. Esta vez, sin embargo, a cada persona se le presentó entonces un paquete abierto de su marca preferida de cigarrillos, un encendedor y un cenicero. Se les pagaba un dólar por cada seis minutos que no fumaban, hasta una hora, con la idea de dar a cada persona un pequeño incentivo para resistir la tentación de fumar.
En general, cuanto menor es la respuesta BOLD durante la tarea de control inhibitorio, más tiempo aguantó la persona sin fumar. Aquellos que resistieron más tiempo la tentación del tabaco también presentaban conexiones funcionales más fuertes en sus redes de control inhibitorio.
Según los investigadores, este estudio es el primero en vincular la fuerza de la comunicación en un circuito cerebral que inhibe el comportamiento automatizado con la capacidad de resistir el hábito de fumar. Esto no significa que fumar en sí es la causa de las diferencias observadas por los investigadores. Más bien, este trabajo fue diseñado para aprender cómo ayudar mejor a los fumadores que desean dejar de fumar. El equipo de Froeliger está evaluando ahora el potencial de ciertos tratamientos conductuales y farmacológicos que podrían fortalecer la comunicación en la vía de control inhibitorio en las personas que fuman.
Este trabajo destaca que las diferencias biológicas pueden ayudar
a explicar por qué algunos fumadores que están tratando de resistir al hábito de fumar tienen más éxito que otros. «Hay mecanismos neurobiológicos que son fundamentales para aprender nuevos comportamientos y también para detener aquellos que se automatizan, como fumar», concluye Froeliger.EP
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