Salud

Listeriosis: ¿es seguro lo que comemos?

Pese a la preocupación que generan estas crisis, expertos y autoridades se muestran unánimes: los niveles de control son más altos que nunca, algo que no termina de convencer a la sociedad, que sigue cuestionando la calidad de los productos que compra

El brote ha colocado bajo la lupa el estado de la seguridad alimentaria en España | Archivo
El brote ha colocado bajo la lupa el estado de la seguridad alimentaria en España | Archivolarazon

Pese a la preocupación que generan estas crisis, expertos y autoridades se muestran unánimes: los niveles de control son más altos que nunca, algo que no termina de convencer a la sociedad, que sigue cuestionando la calidad de los productos que compra

Por la boca muere el pez. Sí. Por aquí, acompañadas de tapas y chascarrillos, entra buena parte de esas enfermedades que nadie desea. E incluso, en el peor de los casos, con una ferocidad mortal. Ahí están las 210 personas que se han visto afectadas por la crisis de la listeriosis, que ya ha dejado tres muertos y que, el pasado martes, sumó seis casos más en Alemania. Sin embargo, estas toxiinfecciones alimentarias que parecen tan habituales en la época estival, esta vez, pasarán a la historia por su excepcionalidad: el número de afectados aún no ha tocado techo (pues el periodo de incubación de la enfermedad se puede alargar hasta 70 días) y la alarma que ha desatado aún no ha descendido entre la población (los casos crecieron un 70% entre 2015 y 2018).

Este brote causado por la carne mechada comercializada por Magrudis ha vuelto a colocar bajo la lupa el estado de la seguridad alimentaria en España, de la misma forma que ya lo hicieran en el pasado los casos del aceite de colza (1983) o de las vacas locas (1996). Sin embargo, pese a la preocupación que generan a nivel social este tipo de alertas, expertos y autoridades se muestran unánimes: los niveles de control son más altos que nunca y han mejorado en las últimas décadas. «La industria es responsable de todo lo que sucede alrededor de sus productos. Por eso, su objetivo siempre va a ser velar por que todo salga bien. Es cierto que esa responsabilidad la tiene cada empresario, pero eso no significa que lo vaya a hacer como quiera. En cualquier caso se lleva a cabo una vigilancia exhaustiva», subraya José María Ferrer, jefe del departamento de Derecho Alimentario del Instituto Tecnológico de la Industria Agroalimentaria (Ainia). A pesar de ello, la sensación que percibe el ciudadano es la contraria. Así lo recoge la “Global Consumer Food Safety and Quality”, una encuesta realizada en nueve países (entre ellos, España) en la que se destaca que la mayoría de los consumidores no confían en la seguridad y la calidad de los alimentos que consumen. De hecho, sólo el 10% de ellos aseguró fiarse plenamente de sus adquisiciones.

La posibilidad de que las empresas se puedan autocontrolar es la medida que más preocupa a la sociedad. ¿Lo hacen concienzudamente? ¿Se examina cada uno de sus informes? «Este mecanismo tiene todo su sentido», explica Jorge Jordana, experto en Seguridad Alimentaria. “No hay nadie como el empresario para conocer su proceso productivo. Él sabe cómo llevarlo a cabo y cómo evitar que falle. Para ello, se vale de planes de limpieza, de análisis de sus procesos, de supervisiones en la producción... todo tiene que estar revisado”. O dicho de otro modo, la industria alimentaria es, en último término, la responsable de garantizar la seguridad de los productos que elabora y, según el Reglamento (CE) 852/2004, debe tener implantado este sistema para detectar los peligros, controlarlos y minimizarlos.

Las alertas alimentarias están a la orden del día –tan sólo en agosto, España notificó una veintena a la Unión Europea–, aunque la mayoría no revistan demasiada importancia. La última se produjo el viernes 30, cuando se localizaron cuatro casos de toxina botulínica originado por el consumo de una lata de atún en aceite de girasol de 900 gramos fabricado por Frinsa y vendido bajo la marca blanca de los supermercados Dia, lo que derivó en la retirada de todo el lote. “El papel de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) es de coordinador. A través de su cuerpo de inspectores se asegura de que los protocolos que ha llevado a cabo la empresa son correctos y efectivos”, sostiene Roberto Ortuño, miembro de la Sociedad Española de Seguridad y Calidad Alimentarias. Esto es así porque cada sector cuenta con sus especificidades y, por lo tanto, con sus propias normas de actuación. “Todo operador está obligado a asegurarse de que sus productos son inocuos”. Él es, según el artículo 17 del Reglamento (CE) 178/2002, el único responsable. Y es por esta cuestión, precisamente, por la que el 60% de los consumidores encuestados en la revista “Food Technology” (IFT) consideró que, en la próxima década, podrá disfrutar de una mayor variedad de alimentos, pero con una menor calidad. El problema está, por lo tanto, en que los usuarios no confían en que las cualidades que valoran en estos productos (alimentos frescos, seguros y sanos) vayan a estar presente en los que están por venir.

Menos calidad

“Sí, es seguro lo que comemos”. Así de contundente se muestra José Manuel Fernandez, coordinador nacional del Grupo de Nutrición de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen). “Los controles son muy estrictos. Cualquier novedad que pueda acontecer en un brote se informa casi de inmediato al resto de España y Europa”. Sobre si habría que mejorarlos o no, se mantiene cauto. «Nuestra sociedad ha cambiado su forma de vivir: ahora come muchos platos preparados, lo que hace que la comida pierda calidad y un poco de seguridad». Algo que también comparte Laura Cabanillas, nutricionista del Centro Vida de Pontevedra. «Aunque ya son buenos de por sí, la Administración debería perfeccionar más sus medidas de protección y control. Cada día aparecen nuevos alimentos que se ponen de moda, de los cuales no tenemos tanta información. En esos casos, habría que hacer más hincapié para evitar que se propaguen enfermedades menos conocidas en nuestro país». Según la Organización Mundial de la Salud, en Europa se producen 23 millones anuales de intoxicaciones alimentaria; mientras en España, en 2017, se detectaron 37.000 casos relacionados con la ingesta de alimentos y líquidos. En ambos territorios aumentan. Pero, ¿por qué?

Principalmente, porque el riesgo cero no existe. Para Peter Karim Ben Embarek, coordinador de la Unidad de Evaluación y Gestión de Riesgos del Departamento de Seguridad Alimentaria y Zoonosis de la OMS, este fenómeno obedece a varias causas. “Por un lado, los sistemas de detección mejoran con el tiempo, aunque la mayoría de las enfermedades transmitidas por los alimentos nunca se detectan ni se informan en todas las partes del mundo. Por otro lado, las poblaciones susceptibles de ellas están aumentando”, señala. Aunque también asegura que, cada vez, se ponen en el mercado más productos de alto riesgo. En este sentido, Pilar Velázquez, abogada experta en Derecho Agroalimentario de Gay-Rosell & Solano Abogados, apunta que el número de casos se ha mantenido en el tiempo, con la única diferencia de que ahora se conocen con más facilidad: “Hay mucha más fluidez entre las autoridades y más concienciación entre los consumidores. El incremento siempre es proporcional al consumo”. De ahí que el nuevo reto de la industria para recuperar la confianza del consumidor sea alcanzar la denominada “integridad alimentaria”, en la que convergen la seguridad, la defensa y la lucha contra el fraude alimentario.

El glifosato aumenta las alertas

El herbicida más usado en el mundo hasta hoy, el glifosato, acumula ya varias sentencias en Estados Unidos en las que los tribunales de ese país han considerado a esta sustancia como causante directo del cáncer. Así, lo estableció previamente la Agencia de la OMS para la investigación de esta enfermedad (IARC) en 2005, al calificarla como un “probable carcinógeno humano”. Algo que fue resultó más que suficiente para que el parlamento de Austria haya decidido desterrar su uso en la república alpina. Sin embargo, en España su uso se sigue manteniendo. Según datos de Eurostat, nuestro país se ha convertido en el principal consumidor de Europa de pesticidas, con más de 78.000 toneladas. Tal y como muestran los informes de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), buena parte de los alimentos tienen residuos de pesticidas. Lo que se traduce, también, en un incremento de las alertas alimentarias que se desatan. Para Peter Karim Ben Embarek, coordinador de la Unidad de Evaluación y Gestión de Riesgos del Departamento de Seguridad Alimentaria de la OMS, “el uso de estos químicos en la agricultura requiere elevar el grado de control de todos los alimentos”.