España
Longevidad para los pacientes con cáncer de próstata
La radioterapia guiada por imagen reduce los efectos secundarios del tratamiento y eleva la calidad de vida de los afectados.
El cáncer de próstata es sin duda el cáncer de la longevidad: se trata probablemente del tumor que más ha crecido en los últimos años, íntimamente relacionado con el envejecimiento de la población y con los estilos de vida. El riesgo aumenta con la edad y se estima que, a partir de los 50 años, 1 de cada 4 hombres tiene células tumorales en la próstata y a los 80 años, la enfermedad afecta a la mitad de los varones, con un pico de casos máximo entre los 70 y los 75 años.
No en vano, el cáncer de próstata es el segundo cáncer más frecuente entre los hombres (por detrás del cáncer de pulmón): todos los años se diagnostican en España unos 25.000 nuevos casos y se estima que al año fallecen en nuestro país unos 6.000 hombres como consecuencia de esta enfermedad. Sin embargo, la presencia de células tumorales en la próstata no equivale a diagnóstico de cáncer: la gran mayoría no desarrollará un cáncer en la glándula prostática porque no se producirá un crecimiento descontrolado de esas células ni se diseminarán fuera de ella.
Sin embargo, una vez confirmado el diagnóstico, actualmente, el cáncer de próstata cuenta con un amplio abanico de opciones de tratamiento «que es importante que valore conjuntamente un equipo multidisciplinar y en el que se puedan sopesar alternativas y elegir la mejor opción de tratamiento para cada caso», explica Rodrigo García-Alejo, especialista en Oncología Radioterápica de iTAcC. «En iTAcC apostamos por que el paciente esté informado de las alternativas de tratamiento con las que cuenta, de las ventajas y de los efectos secundarios de cada una, para que pueda participar en la toma de decisión consciente de las secuelas que pueden quedarle, porque éstas influirán en su calidad de vida y esto puede pesar en la toma de decisión final».
De entre las opciones de tratamiento con las que contamos (cirugía, radioterapia, hormonoterapia y quimioterapia) «las dos con mayor nivel de evidencia científica y capacidad demostrada de curación son la cirugía y la radioterapia», puntualiza García-Alejo. La cirugía supone la extirpación de la glándula (prostatectomía radical), que hoy se puede llevar a cabo con técnicas que permiten preservar los nervios y los músculos que regulan la función sexual y la micción. Precisamente en estas dos funciones se centran los principales efectos secundarios de la cirugía. La segunda opción, la radioterapia –que puede ser un complemento de la cirugía– ha evolucionado notablemente en la última década: consiste en el uso de radiación focalizada para destruir las células tumorales y el uso de nuevas técnicas de tratamiento con radiación, como la arcoterapia volumétrica modulada y el uso de sistemas de imagen durante las sesiones de radiación para asegurar la precisión del tratamiento (Radioterapia Guiada por Imagen –IGRT–), han hecho que los efectos secundarios de la radioterapia tengan muy baja incidencia.
«En nuestro centro disponemos del sistema TrueBeam STx con tecnología Novalis que nos permite, en muchos casos, gracias a su precisión y potencia tecnológica realizar tratamientos preservando mejor las funciones, en menos días que en otros centros y reduciendo el tiempo global de su estancia», explica García-Alejo.
Otros dos tipos de tratamiento con los que contamos actualmente son la hormonoterapia y la quimioterapia. «Con la primera regulamos, mediante fármacos, la producción de hormonas sexuales masculinas, responsables de la aceleración en el crecimiento del tumor. Esta es una opción especialmente útil en casos de tumores de próstata avanzados, sola o en combinación con otros tratamientos», apunta Pedro Aramburo, jefe de Oncología Médica de iTAcC. Sin embargo, la hormonoterapia puede dejar de ser eficaz cuando proliferan células resistentes a las hormonas. «Entonces recurrimos a la quimioterapia», puntualiza Aramburo.
iTAcC es un centro abierto basado en la colaboración fluida con los especialistas que han intervenido en el diagnóstico (urólogos colaboradores y externos) y en el tratamiento. «Este modo de funcionamiento facilita que el paciente sea atendido por un equipo multidisciplinar –algo que a veces en su centro de origen no es posible– manteniendo la comunicación y el contacto con su médico, con la estructura y los recursos de un hospital general, y la mejor tecnología disponible actualmente para el tratamiento», explica el especialista en Oncología Radioterápica de iTAcC. «Esto le permite mantener la referencia del urólogo con el que inició el proceso y evitamos la sensación de ‘dispersión’ y de desarraigo que se produce en el caso de pacientes ‘‘referidos’’ o ‘‘derivados’’ y le da continuidad al proceso, a la vez que permite agilizar todos los pasos», apunta García-Alejo.
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