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Apadrina el campo español
La mecanización de las tareas agrícolas ha puesto en riesgo la existencia de especies animales como el burro
La mecanización de las tareas agrícolas ha puesto en riesgo la existencia de especies animales como el burro.
A mediados del siglo pasado, casi 700.000 burros poblaban el campo español, aunque sería más exacto decir que lo trabajaban, principal e interminable tarea de este infatigable animal. Hoy los cálculos indican que sobreviven alrededor de 50.000 ejemplares, 30.000 censados y otros 20.000 de manera irregular, es decir, sin chip. Estas cifras, de las más exactas que se pueden manejar, fueron recopiladas por Eliseo García Nieto, periodista, y Desiderio Mondelo, fotógrafo, para su libro «Hermano asno», una obra que nació con ánimo de reportaje y que se extendió hasta las 560 páginas para contar la realidad de una especie que lleva más de 4.000 años con nosotros. El Refugio del Burrito es a la vez una organización sin ánimo de lucro y un santuario para estos animales con dos centros, uno en Fuente de Piedra, Málaga, y otro en Bodonal de la Sierra, Badajoz, en los que viven en condiciones adecuadas 300 de estos pollinos que aún pastan la hierba del terruño y observan, con mirada sensible e inteligente, a quien se acerca a hablar con ellos. La asociación se alía «con gente a la que le encantan estos animales, pero no tienen espacio ni posibilidades para ayudarlos», explica la portavoz Rosa Chaparro, que también desgrana las dos formas principales con las que podemos arrimar el hombro: cualquier persona puede ser «protector» de uno de estos animales y hacerse cargo de todos sus gastos, lo que supone alrededor de 45 euros al mes, o participar en los apadrinamientos y amadrinamientos colectivos. Con una cuota de cinco euros mensuales y un espíritu de cooperación, el bienestar de los animales está asegurado. ¿Cómo ha llegado el burro a esta complicada situación? La pregunta admite una respuesta larga y otra más corta. La primera parte de hace unos 4.000 años, cuando se domesticó por primera vez este animal. Desde entonces ha vivido con los humanos e intentado adaptarse a nuevos territorios y climatologías muy diferentes a los hábitats asiáticos y africanos, extremadamente secos y áridos, de donde procede. A Europa llegaron de la mano de los romanos y lo cierto es que hoy en día les resulta complicado vivir sin la compañía y el cuidado de los humanos, al menos, en condiciones tan alejadas de sus orígenes.
Economía sostenible
La respuesta corta la tenemos todos en mente. De un tiempo a esta parte el campo se ha desangrado y casi 4.000 municipios se encuentran en riesgo demográfico, con menos de 12,5 habitantes por km². Esta galopante despoblación y la intensa mecanización de los trabajos agrarios han dado al traste con la principal ocupación del burro, que también sufre el envejecimiento de las personas que resisten en el medio rural. Cuenta Chaparro que los asnos que acogen provienen de casos de abandono o maltrato y que a veces se da una tercera vía, «mayores que por enfermedad o por falta de medios ya no se pueden hacer cargo del animal». En estos casos, destaca, la solución suele ser la adopción directa realizada por alguien con capacidad para cuidarlo, algo que El Refugio del Burrito comprueba antes de seguir adelante con el trámite. Una escena habitual en los pueblos españoles era, en pasado, encontrarse bien entrado el otoño con un campesino que transportaba kilos de aceitunas en los serones de su burro. Como los asnos, hoy muchos olivos centenarios también necesitan de ideas innovadoras para su supervivencia. Los responsables de la iniciativa Apadrina un Olivo pensaron que además de salvar a 100.000 árboles, algunos de ellos con más de cinco siglos de historia, también podían revitalizar el pueblo de Oliete, Teruel, y la comarca de Andorra-Sierra de Arcos de una tacada. «Nacimos en 2014 con el objetivo de poner en marcha una idea creativa que, a través del emprendimiento y las nuevas tecnologías, involucrase a la sociedad», rememora Alberto Alfonso, uno de los confundadores. El número total de ejemplares que marcan se corresponde con aquellos que permanecen abandonados en olivares del pueblo y alrededores. En la actualidad, 7.200 de ellos ven una luz gracias a la implicación de 2.500 padrinos. Y «aunque queda mucho por hacer», reconoce Alfonso, lo conseguido hasta ahora va mucho más allá de garantizar la continuidad de los protagonistas que dan nombre al proyecto. «En estos cinco años hemos desarrollado un modelo que pone en valor los recursos endógenos de la comarca. Esto promueve una economía sostenible que, por ejemplo, permite que existan casas rurales, funcionen dos comercios y varios bares en el pueblo y, muy importante, las escuelas se mantengan abiertas», destaca el responsable. En su web, Apadrina un Olivo explica cómo a partir de aportaciones de 50 euros al año y la venta del aceite virgen extra que se produce, los olivos viven, las personas se aferran al campo y en la comarca se vuelven a escuchar voces de todas las edades.
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