Medio Ambiente

El colapso del Mar Menor

La entrada masiva de agua provocada por la pasada gota fría ha provocado la muerte por asfixia de cientos de peces en esta laguna, declarada espacio protegido. Sin embargo, para muchos expertos, se trata del último episodio de la crónica de una muerte anunciada, la de un mar acosado por el urbanismo y los vertidos de nitratos agrícolas

El Mar Menor está considerado espacio protegido por la Red Natura 2000 y forma parte de la lista Ramsar como Humedal de Importancia Internacional | Marcial Guillén
El Mar Menor está considerado espacio protegido por la Red Natura 2000 y forma parte de la lista Ramsar como Humedal de Importancia Internacional | Marcial Guillénlarazon

La entrada masiva de agua provocada por la pasada gota fría ha provocado la muerte por asfixia de cientos de peces en esta laguna, declarada espacio protegido. Sin embargo, para muchos expertos, se trata del último episodio de la crónica de una muerte anunciada, la de un mar acosado por el urbanismo y los vertidos de nitratos agrícolas

Más de tres toneladas de peces muertos. El motivo de los decesos: la falta de oxígeno. Ese es hasta el cierre de esta edición el balance del fenómeno que conmocionaba a los vecinos de la playa de San Pedro del Pinatar en el Mar Menor el pasado fin de semana. El Gobierno de la Región de Murcia argumentaba que la responsabilidad la tenía la depresión aislada en niveles altos (DANA) del 13 de septiembre. La misma que provocó inundaciones y numerosos daños en toda la zona. “El agua dulce entró de forma masiva en el Mar Menor y quedó flotando sobre la salada. Esto produjo una estratificación. Cuando esto pasa, el oxígeno no llega hasta el fondo del agua. Los peces suben a la superficie y se estresan. Los ejemplares ya en dificultad se encontraron, además, con los vientos, que los desplazaron hacia el sur y empujado hacia el fondo de un agua anóxica y sulfhídrica”, explica Ángel Pérez Ruzafa, catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia.

Sin embargo, tanto las organizaciones conservacionistas como los científicos y la propia administración pública han declarado, desde entonces, que la DANA es sólo la gota que ha colmado el vaso en esta especie de crónica de una muerte anunciada. “Las gotas frías se producen desde hace muchos años y esta es la primera vez que sucede esto”, opina Pedro Luengo, portavoz de Ecologistas en Acción. “El problema del Mar Menor es una mala gestión territorial que suma la contaminación del agua por nitratos derivados de la agricultura intensiva y el urbanismo desaforado que no favorece la gestión de las inundaciones”, explica Óscar Esparza, experto de Áreas Marinas Protegidas de WWF.

“Las agresiones se remontan a mucho tiempo atrás. En este siglo los dragados de los canales para ensanchar las conexiones con el Mediterráneo han hecho que el agua se mezcle y baje la salinidad de 70 a 50 gramos por litro. Cuando la laguna se hizo navegable la salinidad bajó todavía más, hasta los 45 gramos por litro”, explica Ángel Pérez. “El Mar Menor no es como el Mediterráneo pero cerrado; es una laguna salada con muchas diferencias respecto a él y que lo convierten en un hábitat único. Por ejemplo, la diferencia entre temperatura mínima y máxima es mayor aquí y la salinidad, mayor”, matiza Luengo. Los cambios de usos de terreno han mermado las zonas de humedal que protegían el Mar y que servían para filtrar el agua de las riadas y los nutrientes de los productos usados para el cultivo. A partir de los 60, a los cambios que trajo consigo el turismo se le sumó el del sistema agrícola, que pasó de ser de secano y tradicional (basado en terrazas) a regadío intensivo.

En este sentido, los planes para la expansión agrícola se sustentaron en el Trasvase Tajo-Segura. Este se diseñó inicialmente para trasvasar hasta 1.000 hm3 cada año; al final se construyó para algo más de 600 hm3 y, básicamente, nunca ha podido mandar dicha cantidad porque la cabecera del Tajo no ha tenido caudal suficiente: “Consintió en que se otorgara para regadío una superficie teniendo en cuenta una cantidad anual de agua trasvasada que nunca ha llegado. Esos cultivos se han convertido en regadíos consolidados que obtienen agua de las desaladoras. Muchos de estos sistemas son privados y permiten quitar la sal al agua extraída del acuífero del Albujón. El problema es que estas sales contienen también nitratos que terminan en la laguna. Los vertidos agrícolas suponen un aporte de hasta un 85% de los nutrientes que llegan hasta el Mar Menor”, dice Luengo.

“Hay unos mil pozos legales que extraen el agua. Para poder usarla en agricultura hay que desalarla, pero tendría que ser posible también desnitrificarla. Se han hecho pruebas piloto con filtros hechos de virutas de madera que limpian las aguas de nitratos”, añade Pérez.

Según explica la FAO en su documentación, el exceso de nitratos que aportan las aguas residuales de la actividad agrícola provoca la eutrofización del agua. Es decir, se produce un exceso de nutrientes, principalmente nitrógeno y fósforo, que hace que las plantas y microorganismos crezcan en abundancia, consumiendo el oxígeno. En este sentido, hay que recordar el episodio de sopa verde en 2016, cuando el la laguna apareció llena de algas.

“Todo se ha ido sumando. Cuando la agricultura pasó de secano a regadío empezó al eutrofización. Como el trasvase nunca fue tanto como se esperaba, se sacaba agua del acuífero y la salmuera resultante del proceso de desalación se vertía directamente a la rambla del Albujón con nitratos y todo. Eso hizo que las algas fueran colonizando el fondo y pasaran del 1% al 30% en el aporte de materia orgánica. Estas algas, además de consumir mucho oxígeno, producen toxinas, es decir, que ningún animal se las come”, explica Pérez. Tras 20 años de resiliencia, el ecosistema no pudo aguantar más y se produjo la sopa verde.

Solución parche

El investigador continúa: “De 2016 a 2018 se ha visto cierta mejora porque se cortaron los vertidos de la rambla del Albujón y el fondo del Mar Menor se empezaba a ver más sano. Sin embargo, los vertido han seguido en el acuífero y con él ha subido su nivel freático, incluso en tasas de hasta un metro al año. Desde finales de 2018 se viene observando cómo ese agua del acuífero con nitratos y todo estaba de nuevo filtrando al mar y cómo se reiniciaba el proceso de eutrofización. El agua lleva entrando de forma descontrolada desde hace meses y la gota que ha colmado el vaso ha sido la DANA, porque el terreno que ha encontrado ya estaba empapado”. “La directiva europea sobre nitratos establece que ninguna masa de agua supere los 50 miligramos de nitratos por litro y en las áreas vulnerables del Mar Menor los niveles se sitúan entre 200 y 300”, dice Javier Gilabert, miembro del Comité de Asesoramiento Científico del Mar Menor (organismo dependiente de la Consejería de Agua, Agricultura y Medio Ambiente de la Región de Murcia).

Hace escasos meses la ONG WWF publicaba junto a la Asociación de Naturalistas del Sureste (Anse) el informe “La burbuja del regadío: el caso del Mar Menor”. En él alertaba de que “en la cuenca de drenaje hacia el Mar Menor se detectan 49.488,17 Ha de regadío de las cuales sólo 37.322,99 Ha estarían recogidas en los de aprovechamiento de aguas. Por tanto, 12.165,18 Ha de regadíos quedarían fuera de los límites establecidos por la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS). A partir de la aprobación del último Plan de Cuenca, y posteriormente a la prohibición del uso de desaladoras por parte de la CHS y la eliminación de los canales de drenaje de salmueras al Mar Menor (actuaciones durante los años 2016 y 2017), se han seguido produciendo roturaciones dentro y fuera de espacios de la Red Natura 2000. Gilabert confirma lo que ya se sabe, la existencia de pozos de extracción ilegales: “No todas las extensiones han tenido sus permisos. La situación de altos niveles de nitrógeno no han dado la cara hasta 2016”, opina.