Belleza
¡Quiero ser como las Kardashian!
«No sería de su agrado, puesto que no era lo que ella en realidad buscaba, pero mi deontología no me permitía otra cosa»
«No sería de su agrado, puesto que no era lo que ella en realidad buscaba, pero mi deontología no me permitía otra cosa»
Tiene 25 años y es bellísima. A.G.U. llegó a mi consulta hace escasamente un mes acompañada de su madre. Nada más verle me pareció muy guapa, de pelo castaño, ojos verdes impresionantes y todos sus rasgos resaltaban rozando la perfección, además de un trato exquisito y refinado y sobre todo, muy risueña. A.G.U. vive en Londres, donde actualmente se dedica a la moda. Su madre vive en Bilbao, una señora encantadora, jovial y extrovertida. Una vez se sentaron frente a mí, miré lógicamente a la madre pensando que la consulta era para ella, pero no, «¡es para mí!», dijo la hija. Le pregunté entonces cuál era el motivo de su visita y me dijo que quería aumentar el volumen de sus labios. Le dije que no entendía lo que quería, tenía unos labios perfectos con un perfil totalmente demarcado, con unos arcos de cupido sobresalientes, una proyección totalmente natural, si bien algo resecos con tendencia a agrietarse ligeramente en su mucosa.
En primera instancia me negué y le dije que iba en contra de mis principios, que si había visto mi página web, y creo recordar que es por allí por donde me había conocido, mi lema siempre es: «Si quieres mantener la naturalidad, trata de recuperar lo que has perdido y no te pongas lo que nunca tuviste», salvo en ciertos casos donde no se tienen prácticamente labios y se quiere conseguir un ligero aumento, pero éste no era el caso.
En ese momento su madre exclamó: «¡Niña, haz caso a este médico, que es una eminencia!». Nada más lejos de ello, simplemente sentido común, le respondí. Le mencioné, además, el segundo lema de mi web y es que siempre te digan «¡Qué bien estás!», y no «¿Qué te has hecho?».
Volví a preguntar a la chica por qué insistía en aumentar o cambiar lo que estaba bien. Y me respondió que quería unos labios como los de las Kardashian. Entonces entendí el trasfondo del tema.
Le dije que cogiera un espejo de mano y atendiera a la lección resumida sobre cánones de belleza de un labio que iba a darle a continuación. Le dije que es la misma que doy a los médicos que formo continuamente en mi clínica, en congresos, conferencias, etc.
Ciertamente la chica era encantadora y no paró de sonreir durante toda su visita, pero en el fondo desde el primer momento supe que me iba a costar mucho hacerle cambiar de parecer y aunque cada uno de los requisitos que voy a comentar a continuación se cumplían casi al cien por cien, ella no lo compartía.
Aun así, me aventuré con mi lección magistral:
«Para que un labio sea natural –le dije– debe cumplir los siguientes requisitos:
-La longitud de los labios es perfecta cuando trazamos una línea en visión frontal desde la cara externa del iris (color de los ojos) y coincide exactamente con la comisura de los labios.
- La proporción entre el labio superior frente al inferior debe estar en una proporción de 1 a 1,6 respectivamente.
-Los labios deben aumentar en tamaño desde las comisuras hacia el centro.
-Si ponemos un lápiz apoyado entre la nariz y la barbilla deben quedar cuatro milímetros entre el labio superior y el lápiz, y dos entre el labio inferior y el lápiz.
-La distancia entre la parte baja de la nariz llamada columela y el perfil del labio superior debe ser igual a la distancia entre el perfil del labio superior y el inferior.
¿Te parece que cumples todos estos criterios?», le pregunté. Me miró, asintió con la cabeza pero me respondió: «¡Ya, pero es que yo quiero más!». Y me volvió a repetir: «¡Es que yo quiero los labios como los de las Kardashian!», a lo que le respondí: «¿No te planteas que, a lo mejor, las Kardashian querrían tener unos labios como los tuyos?». A partir de ahí supe que no habría nada que hacer y que si no accedía aunque fuera parcialmente a su petición, si no lo hacía yo, lo haría cualquier desaprensivo y acabaría deformándole los labios y desgraciándole con algún producto permanente para el resto de su vida. Le dije que de acuerdo, que le inyectaría un poco de ácido hialurónico para un primer «approach» al mundo de la medicina estética y para realzarle ligeramente sus maravillosos labios. En el fondo sabía que no sería finalmente de su agrado puesto que no era lo que ella en realidad buscaba pero mi deontología no me permitía otra cosa y además en el fondo, un poco de hidratación en los labios no le vendría mal. Así que fuimos adelante y tras hacerle unas fotos de los labios en diferentes posiciones y gesticulaciones, me firmó el consentimiento y con una pequeña microcánula le inyecté 1ml del ácido hialurónico expresamente diseñado para labios, concretamente el Restylane Kysse, que además lleva incluido lidocaína (anestésico local), es poco inflamatorio y aporta un volumen muy natural a los labios. El procedimiento fue rápido, indoloro y atraumático y justo después llegó el momento crítico. Le entregué el espejo y le pregunté qué le parecía: «Está bien, pero yo quiero más». Le dije que estaba perfecto, su madre me dijo que no le hiciera caso. Le pedí que esperara a ver el efecto en unos días, tiempo en el que se integraría el ácido hialurónico y aumentaría el volumen a expensas de la captación de agua que produciría. Pero creo que fue inútil tratar de convencerla. Estuvo cerca de una hora en la consulta cuando lo normal en un procedimiento de este tipo son 15 minutos como máximo, tiempo suficiente para detectar que había un trasfondo psicológico importante subyacente y no soy psicólogo, pero en ese lapso de tiempo conseguí que me contara que en su adolescencia había tenido trastornos de la conducta alimentaria (no quise indagar más si fue anorexia o bulimia) y me confesó que hacía un mes había aumentado el tamaño del pecho con unas prótesis que me mostró y realmente, la voluptuosidad del mismo no concordaba en absoluto con el resto de su silueta. Su madre me dijo que el médico le recomendó una talla menos pero que ella insistió en ese tamaño.
Finalmente, antes de marcharse le insistí que se mirara al espejo de nuevo y me comentara su opinión sobre el resultado. Sus palabras fueron: «¡Está bien, pero no me voy contenta, no es lo que quería!». Su madre le dijo que lo veía perfecto y que si quería otra cosa que ya era mayorcita y podría destrozarse la cara si quería, pero que ella no se lo iba a costear. Así acabó la visita. Justo después me quedé pensando qué difícil es este trabajo cuando te enfrentas a alguien que tiene alterado su patrón de sensopercepción. Y que esta chica en unos años si no cambiaba su percepción sobre sí misma, acabaría destruyendo su belleza natural como otras tantas, sólo porque quería ser como las Kardashian y pasaría a formar parte de esa legión de clones labiales esperpénticos que tantas veces nos encontramos por la calle. Acabo estas líneas con una recomendación aplicable a cualquier persona, hombre o mujer que quiera retocar sus labios: «Para conseguir unos labios naturales, dales una buena dosis de NSD: naturalidad, sensualidad y discreción». Y, sobre todo, no perder la perspectiva del sentido común, porque como siempre decimos en medicina estética, «menos es más».
Para más información:
www.clinicaacidohialuronicomadrid.es
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