Psiquiatría

«El rechazo al diagnóstico de la esquizofrenia influye negativamente en el tratamiento»

Además de psiquiatra del Hospital Universitario de Salamanca, Ángel Luis Montejo es también profesor de Psiquiatría y Psicología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca. Junto a ello, ejerce como coordinador de Investigación de la Asociación Castellana y Leonesa de Psiquiatría, y es creador y director del Grupo Español de Trabajo para el Estudio de la Sexualidad y Salud Mental.

Ángel Luis Montejo / Prof. Titular Psiquiatría Universidad de Salamanca
Ángel Luis Montejo / Prof. Titular Psiquiatría Universidad de Salamancalarazon

Además de psiquiatra del Hospital Universitario de Salamanca, Ángel Luis Montejo es también profesor de Psiquiatría y Psicología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca

-La esquizofrenia es una patología que afecta alrededor de medio millón de españoles. ¿Cuántos pueden llevar una vida «normal» gracias a las terapias?

-Es importante tener en cuenta que la esquizofrenia suele cursar en brotes. Es decir, que en los momentos que estas personas no tienen un brote psicótico, su vida puede considerarse «normal». En otro grupo de personas la evolución es insidiosa, crónica y conduce con más frecuencia al deterioro de sus relaciones interpersonales. Aunque la primera pregunta que debemos hacernos es a qué nos referimos con el término «normal» o, mejor dicho, qué consideran estas personas qué es básico en su vida. Recientemente se ha elaborado el estudio VOZ, que analiza las necesidades de las personas con esquizofrenia y sus cuidadores a partir de una encuesta en la que han participado más de 5.200 españoles. Según este informe, el 90% de las personas con esquizofrenia considera básico tener cubiertas sus relaciones afectivas con su entorno más cercano (familia, pareja, amigos) y el 74% cree que el trabajo es fundamental. Por tanto, como para cualquier ser humano, es fundamental la integración y aceptación a nivel personal, emocional y social.

-¿Cómo es la calidad de vida de esos pacientes que pueden controlar la enfermedad?

-Hay muchos aspectos que influyen en esta calidad de vida. Por ejemplo, un buen apoyo familiar y social, así como encontrar el tratamiento farmacológico adecuado para cada caso es fundamental. Algunos antipsicóticos conllevan ciertos efectos adversos que empeoran la calidad de vida del paciente, por ejemplo incrementos de peso o en el perfil metabólico, que merman la autoestima de la persona y puede provocar el abandono del tratamiento, especialmente en mujeres.

-¿Con qué recursos han de contar los afectados y sus familias para convivir con la esquizofrenia?

-Las personas de su entorno más cercano son una parte fundamental en el tratamiento. Se considera que de media los familiares invierten de 6 a 9h diarias en cuidar a estas personas, lo que puede conllevar efectos negativos en su vida laboral social y familiar. De hecho, el mencionado estudio VOZ concluye que su salud subjetiva es similar a la de las personas con esquizofrenia y está muy por debajo de la media española. Esto indica que es necesario invertir más recursos para que exista una atención específica a la salud de los cuidadores.

-A veces, ¿qué pesa más el estigma de la enfermedad mental o la patología en sí?

-La esquizofrenia es una enfermedad mental que puede ser grave y que suele tener consecuencias en la salud de la persona y en su proyecto de vida. Lamentablemente a menudo, el estigma y rechazo social asociado a este trastorno dificulta más aún las relaciones sociales. Por poner un ejemplo, no es lo mismo que un vecino explique que tiene cáncer a que tiene esquizofrenia. La reacción no es la misma y esto hace que a menudo se trate de esconder, lo que dificulta más la normalización de la misma. El rechazo de los pacientes al diagnóstico de esquizofrenia influye negativamente en la adherencia al tratamiento.

-¿Cuáles son las principales dificultades de su día a día?

-Es fundamental construir una relación empática con ellos y conocer qué les preocupa realmente y poder tratar la enfermedad de un modo integral y teniendo en cuenta todos los aspectos de su vida. Es decir, ir más allá de simplemente intentar controlar los síntomas de la enfermedad (por lo general delirios y alucinaciones junto con apatía y aislamiento social).