Alzheimer
Más de 400.000 españoles viven con daño cerebral adquirido
Una lesión cerebral, fruto de un ictus en la mayoría de los casos, precisa de un abordaje integral que no olvide el rol de la rehabilitación
Sólo en unidades especializadas y con un equipo multidisciplinar detrás, los pacientes que sufren daño cerebral adquirido pueden tener acceso a un tratamiento integral que rehabilite y disminuya el impacto neurológico fruto de un ictus (en el 78% de los casos) o un traumatismo craneoencefálico (en el 22%). El neurólogo Javier Pardo Moreno, jefe del Servicio de Neurología de los hospitales Universitario Rey Juan Carlos (Móstoles), Universitario Infanta Elena (Valdemoro) y General de Villalba manifiesta su importancia porque «las secuelas afectan al lenguaje, requieren tratamiento con Logopedia, las que afectan a la movilidad necesitan de rehabilitación, y las que afectan a la cognición hay que tratarlas con rehabilitación cognitiva».
En España hay más de 420.000 personas afectadas por daño cerebral adquirido (DCA), según la Federación Española de Daño Cerebral Adquirido. De manera estimada, cada año, se registran más de 100.000 nuevos casos de esta patología. De ahí, la importancia del diseño de programas para la recuperación óptima de las funciones dañadas, como apunta Ana Enríquez, coordinadora del Instituto de Neuro-Rehabilitación del Hospital Quirónsalud Pontevedra (que lleva funcionando desde 2001), «para la potenciación de las capacidades preservadas y la adaptación progresiva a las limitaciones derivadas del daño». Además, la literatura científica ha puesto de relevancia en más de una ocasión la necesidad de un abordaje inmediato al trauma.
«La precocidad en someterse al tratamiento rehabilitador, la intensidad de la terapia y la atención por parte de un equipo multidisciplinar constituyen las claves del éxito del tratamiento». Ante esto cabe subrayar los porqués: «La premura en el inicio del tratamiento es importante debido a la mayor plasticidad cerebral, las redes neuronales pueden comenzar a recuperar la función perdida ó disminuida gracias a las nuevas interconexiones entre neuronas», añade Enríquez.
¿Cómo abordarlo?
La clave está en llevar a cabo el abordaje de la rehabilitación por «un equipo multidisciplinar (logopedas, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, neuropsicólogos) de forma transdisciplinar (mismo objetivo desde distintos ámbitos) con un equipo de profesionales especializados coordinados por un médico rehabilitador para el seguimiento y configuración de los programas de RHB, así como el apoyo de todos los especialistas médicos del hospital de referencia», explica coordinadora del Instituto de Neuro-Rehabilitación. Además, el jefe de Neurología del hospital madrileño insiste en que «deben ser servicios especializados, unidades de ictus lideradas por un neurólogo especialista en patología cerebrovascular». Pardo también destaca el papel de las asociaciones de pacientes, porque tienen «un papel fundamental en el apoyo y orientación a las familias para ayudarles a sobrellevar los cambios que se producen en el entorno familiar».
En este sentido, Julio Agredano, presidente de la Asociación Nacional Freno al Ictus, explicó –en una jornada organizada por Quirónsalud Pontevedra (en la que participaron junto a Pardo y Enríquez, entre otros expertos)– que el ictus, que es la causa el 80% de los casos de DCA, es una «enfermedad estigmatizante que no cuenta con la visibilidad necesaria» para abordar la prevención y reducción, tanto en el entorno familiar, como en el de la empresa o en la sociedad en su conjunto.
La precocidad en el abordaje también depende de la rapidez en el reconocimiento de las señales de los accidentes cerebrovasculares. «Lo primero que hay que hacer ante un ictus o sospecha de él es avisar a servicios de Emergencias para que éstos activen el Código Ictus. Los principales signos son: pérdida de fuerza de una extremidad, alteración del lenguaje y desviación comisura bucal. Éstos desarrollan secuelas que pueden ser desde mínimas a discapacitantes, afectando principalmente a la expresión oral y a la marcha», detalla Pardo.
Así, según sean las huellas que deje el ictus o el traumatismo, se diseñará una estrategia u otra. «Hay consecuencias que afectan al lenguaje y requieren un tratamiento con Logopedia; otras veces, las que dañan a la movilidad precisan de rehabilitación, y en otras ocasiones, las que perjudican a la cognición hay que tratarlas con rehabilitación cognitiva», manifesta Pardo. Por ello, la recuperación psoterior será la que marcará la calidad de vida que vayan a tener los pacientes en el futuro.
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