Cargando...

Turismo

Los siete pueblos más bonitos de Baleares (que no son los de siempre)

Cada una de las islas del archipiélago balear esconde lugares únicos. Algunos de ellos son además el lugar perfecto para descubrir la gastronomía típica

Los siete pueblos más bonitos de Baleares (que no son los de siempre) iStock

Cuando uno piensa en pueblos bonitos de Baleares, los nombres de Valldemossa, Deià o Fornalutx suelen encabezar todas las listas. Pero más allá de esos destinos ya consagrados por el turismo y las redes sociales, las islas esconden pequeños rincones con encanto, donde el tiempo parece discurrir más despacio y el alma mediterránea se respira en cada piedra.

Visitar estos siete pueblos muy poco conocidos de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera, invitan a sumergirse en la tradición, paisaje y sabor local del archipiélago balear.

Caimari (Mallorca)

A los pies de la Serra de Tramuntana, este pequeño pueblo es famoso por su aceite de oliva y por su autenticidad rural. Rodeado de olivares centenarios y con calles tranquilas, Caimari acoge uno de los mercados artesanales más encantadores de la isla. Visitar su almazara o subir caminando hasta el mirador de Sa Comuna es casi obligatorio.

Alaró (Mallorca)

Con un aire elegante y montañés, Alaró es el refugio ideal para amantes del senderismo y del buen café. Desde aquí parte la ruta hacia el famoso Castell d’Alaró, una fortaleza en lo alto de una montaña con vistas espectaculares. Sus callejones y casas señoriales recuerdan su pasado burgués, y los fines de semana se llena de ciclistas y paseantes.

Sant Agustí des Vedrà (Ibiza)

En el interior de Ibiza, lejos del bullicio, se encuentra este rincón casi secreto. Sant Agustí conserva el espíritu más puro de la isla, con una iglesia blanca del siglo XVIII, campos de almendros y apenas una plaza. Al atardecer, el silencio y las vistas hacia Es Vedrà completan una escena que parece sacada de una postal.

Santa Agnès de Corona (Ibiza)

Es el lugar ideal para quienes buscan paisajes bucólicos. En invierno, los almendros en flor tiñen de blanco los campos; en verano, reina el verde y la calma. La sobrasada casera y el vino payés son protagonistas de cualquier visita. Un pequeño paraíso rural donde el turismo aún no ha alterado la paz del entorno.

Binibèquer Vell (Menorca)

Este pueblo de pescadores reinventado como complejo arquitectónico mantiene su encanto con casitas blancas, callejuelas estrechas y un aire entre mediterráneo y minimalista. Ideal para perderse con la cámara en la mano, tomar un helado mirando al mar o disfrutar de una cena frente al puerto en una noche de verano.

Fornells (Menorca)

Al norte de la isla, este pueblo marinero es sinónimo de calma y langosta. Con un paseo marítimo encantador y restaurantes que siguen cocinando como antaño, Fornells es perfecto para disfrutar del mar sin prisas. Su torre defensiva y las aguas tranquilas de la bahía completan la experiencia.

Es Caló de Sant Agustí (Formentera)

Pequeño, sencillo y perfecto. En este antiguo puerto pesquero de Formentera, el azul del mar se funde con los tonos ocres de las barcas varadas. Desde aquí parten rutas a pie hacia calas escondidas como Ses Platgetes. Un lugar para reconectar con lo esencial y disfrutar del flaó o una copa de hierbas mirando al horizonte.